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Sevilla

¿Dónde está el cementerio de Curros de la Expo 92 de Sevilla?

Cementerio de Curros

Cementerio de Curros / Romano Antigüedades

Después de 30 años, Sevilla aún mantiene muy vivos los recuerdos de la Exposición Universal de Sevilla. La inversión de más de mil cien millones impulsó la creación de más de 215 hectáreas, orgullo de la ciudad y estandarte de la vanguardia que visitaron más de 15 millones de curiosos. Este evento cambió para siempre la taxonomía interior de la urbe, así como la imagen que a nivel internacional tenía la ciudad de Sevilla en concreto y Andalucía en general.

El tiempo  ha ido abandonando la memoria colectiva de la Expo y sus instalaciones. La cartuja se convirtió en un lugar multicultural que rebosaba arte. De esos pabellones, muchos han pasado a mejor vida demoliéndose o siendo abandonados y otros han cambiado su propósito inicial para adaptarse a los nuevos tiempos.

'Hola, soy Curro, la mascota de la Expo 92'

Una de las imágenes mentales que más peso cobró, y que se ha mantenido en el imaginario colectivo a pesar de las arenas del tiempo,  fue, sin duda, Curro.  La mascota de la Expo estaba en todas las esquinas de una Sevilla que volcó con este evento.  Curro era un simpático pájaro de pico y cresta multicolor, con patas de elefante. Sus colores hacían referencia al arcoíris y su nombre, referencia al nombre Francisco en andaluz, y por el nombre del perro del autor, Heinz Edelmann.

Alrededor de su figura se creó toda una mercadotecnia que decoraba desde camisetas, gorras, muñecos, a carteles y balancines.  El merchandising que sobrevivió sin marcharse al hogar de alguno de los visitantes, así como otros elementos de la conocida expo, vive, o más bien muere, en Romano Antigüedades, en la sevillana localidad de Alcalá de Guadaíra.

El conocido como Cementerio de los Curros guarda a más de 100 de estos famosos pájaros que en otro tiempo fueron la sensación. Allí, sonriendo saludan a los curiosos que se acercan a recordar a este personaje.

Los Curros que allí viven se tratan de parte de los exitosos balancines de cien pesetas que se instalaron por toda la isla de la Cartuja, y con los que los niños de los 90 disfrutaron. Su funcionamiento se basa en la inserción de una moneda a través de una ranura que provocaba que el asiento donde se montaba el infante se moviera al ritmo junto a Curro.

Algunas de estas populares atracciones aún funcionan, a pesar del paso del tiempo, y lo mejor de todo es que se encuentran a la venta  para que cualquier nostálgico pueda hacerse con ellos y disfrutar el resto de su vida del carismático curro.

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