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Sevilla

La colección Carranza irá al Real Alcázar

  • Monteseirín logra una cesión por 20 años · La subsede estará en Triana

La considerada como colección de cerámica más importante de España recalará por fin en Sevilla. Su propietario, el prestigioso coleccionista Vicente Carranza Escudero, ha alcanzado un acuerdo con el alcalde de Sevilla para que las más de mil piezas que ha reunido durante cinco décadas junto a su hijo -ya fallecido- sean expuestas en las dependencias del Real Alcázar y en el futuro Museo de la Cerámica de Triana. Alfredo Sánchez Monteseirín remitió hace escasos días una carta a Carranza que ha sido absolutamente clave para sacar adelante una negociación bloqueada y no exenta de polémica en los últimos meses. El compromiso del gobierno local señala que la exposición de parte de la colección se ubicará en la Sala del Cuarto Alto del Almirante, que desarrollará la función de sede permanente. Carranza siempre apostó por el Alcázar al valorar las características del histórico edificio y su flujo diario de más de 4.000 visitas. El resto de las piezas se expondrán en el Museo de Cerámica de Santa Ana, que funcionará como subsede y del que el Ayuntamiento aún no dispone de fecha para su inauguración, pues se está pendiente aún de la resolución del segundo concurso de ideas convocado para decidir su diseño arquitectónico.

La delegada de Cultura y portavoz del gobierno municipal, Maribel Montaño, ha intervenido también en las negociaciones con Carranza desde hace más de una semana. Otra de las claves de un acuerdo que parecía casi imposible en los últimos meses ha sido convencer al alcaide del Alcázar, Antonio Rodríguez Galindo, de la idoneidad de ubicar la colección Carranza en el recinto palaciego de forma permanente, habida cuenta de que este espacio se usa para muestras temporales de las que se ha cuestionado incluso su calidad, en algunos casos, por expertos en la materia.

La cesión de la colección es por 20 años y se realiza a través de la fórmula jurídica del comodato. Transcurridas las dos décadas, serán los herederos quienes decidan sobre la obra. Se trata de una donación muy similar a la que Carranza hizo en su día al Museo de Santa Cruz de Toledo y al Comarcal de Daimiel, ciudad de la que es Hijo Predilecto y Medalla de Oro, aunque en este último caso decidió que la cesión fuera a perpetuidad sin condiciones.

Procedente de conventos desaparecidos o expoliados y de templos, la colección está compuesta por unos 800 azulejos, muchos de ellos del siglo XVI. Los hay anteriores a los de Niculoso Pisano -de aristas y cuerda seca-, cuando dominaban los pigmentos negro, manganeso y azul cobalto. Los hay posteriores a este artista, quien inauguró en Sevilla la técnica del policromado. Muy notables, a juicio de los expertos, son los de Hernando Valladares, representados también en esta colección. Pero, además de los azulejos, el tesoro de Carranza cuenta con multitud de vasijas, escudillas de las que utilizaban los médicos para las sangrías, tinteros, albarelos (botes de farmacia) e innumerables paneles fechables entre el siglo XII y el XX. De entre los más de 70 platos populares, destacan los de reflejo dorado, hoy día muy buscados por los coleccionistas, dada su escasez. Un legado resultante de muchos años de investigación, viajes y negocios que en mayo, fecha prevista para la inauguración oficial, podrá disfrutar el pueblo de Sevilla.

Sevilla, Toledo y Daimiel serán finalmente las tres ciudades en las que Carranza repartirá el grueso de su vasto patrimonio. Su último deseo es que las tres ciudades estrechen lazos para que su legado artístico sea un todo argumental: tres museos unidos por las donaciones de quien está considerado como el mayor coleccionista privado de España.

La principal característica de la colección que viene a Sevilla es su exclusividad. Su propietario ha podido reunirla gracias a sus innumerables viajes. Muchas piezas pudo adquirirlas en Sevilla, tanto en tiendas de antiguedades como en el mercadillo del Jueves. En Madrid se ha hecho con varias en subastas y en el Rastro. Carranza tenía clara desde hace años su intención de donar parte de su patrimonio a la capital andaluza, pero el Ayuntamiento no terminaba de habilitar el espacio que en su día prometió y acordó en 2004: el Alcázar.

La exposición celebrada en el convento de San Clemente en 1996 supuso el primer contacto del pueblo sevillano con la cerámica trianera rescatada y restaurada por Carranza. Tal fue la acogida de la muestra que la entonces alcaldesa Soledad Becerril prometió cederle un lugar para su exposición en el Real Alcázar y bautizarlo con el nombre de su difunto hijo, Miguel Ángel Carranza García.

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