"La deslocalización es el rival a batir en la aeronáutica"
Son y están
Es un malagueño que tomó rumbo hacia Sevilla para formarse como ingeniero y es un pilar en la proyección profesional, empresarial e internacional de la Escuela (donde se investiga para Airbus, Boeing o Rolls Royce) y de sus alumnos. Trabajó para la NASA y ahora impulsa a sus pupilos en Aerópolis.
ES, desde que ganó la plaza por oposición en 1982, uno de los protagonistas del gran cambio de la Escuela Superior de Ingenieros (de la que fue director de 2001 a 2006), la facultad sevillana más acreditada para participar en proyectos punteros de tecnología. Una fábrica de empleos porque nadie sale parado, donde las mujeres rozan ya la paridad en algunas materias. Federico París es un referente en la formación de alumnos para la aeronáutica y en el I+D para el sector que es la esperanza de Sevilla en plena crisis económica. A su mando está el Laboratorio de Elasticidad y Resistencia de Materiales, anexo a la facultad.
-¿Intuía en 1982 el potencial que iba a adquirir la Escuela?
-Hace 26 años era más el potencial que la realidad. Mi mayor agobio como profesor cuando empecé era la necesidad de aprender más y más. El centro ha vivido con acierto un proceso clave en pos de la excelencia. Tanto sus primeros profesores como sus primeros alumnos con vocación docente se fueron a otras universidades para mejorar su formación y han vuelto a su facultad de origen para dar clases ya con un nivel muy superior. Para todo eso hacen falta 20 años de esfuerzo y maduración, si se hacen bien las cosas. En Sevilla otras facultades no lo han hecho bien.
-¿Qué le llevó a decantarse más por la ingeniería aeronáutica?
-El gran desarrollo de la aviación motivó hace unos veinte años a las principales empresas fabricantes, que antes lo hacían todo, a buscar ayuda fuera para resolver sus problemas técnicos. Hemos logrado que nos acrediten Boeing, Airbus, Sikorsky, Bombardier, entre otras. Cada uno nos hizo su particular auditoría, analizando nuestras capacidades e instalaciones. Todo el éxito ha venido dado por el boca-oído entre los directivos de las empresas. El cambio ha sido espectacular. Antes nos daban trabajos. Ahora nos traen sus problema para que se los resolvamos.
-Defina su experiencia en EEUU.
-Todo profesor universitario que se precie debe hacer al menos un par de estancias en universidades distintas para mejorar su nivel. Estuve en el curso 1991-92 en la universidad de Virginia Tech dando clases y realizando estudios sobre materiales compuestos. Me llamó la atención lo bien que está ligada la actividad investigadora con el sector empresarial. Quién me iba a decir que en 2007 vería en un telediario cómo un alumno surcoreano provocaba una matanza al lado del que era mi despacho, y cómo el profesor Liviu Librescu (su despacho era contiguo al mío), moría protegiendo a sus alumnos.
-¿Para qué le llamó la NASA?
-Trabajé con ellos en 1999 porque me encargaron un estudio sobre los fallos en los mteriales compuestos, sobre todo fibra de carbono. Fue interesante, pero también sirvió para que se me cayeran algunos mitos. Porque no son perfectos.
-¿Qué balance hace de la asociación Aicia creada en su Escuela?
-Es una herramienta decisiva para incorporarnos a proyectos españoles e internacionales de I+D , así como para conseguir ingresos. En 1982 había muchos profesores que no entendían ni aceptaban la necesidad de imbricarnos con la industria a la hora de investigar. El rector Guillermo Jiménez sí lo vio claro y dio el impulso a Aicia. Vale un dato de lo conseguido: en 2007, el volumen de ingresos fue de 12 millones de euros. Gracias a Aicia, muchos alumnos se integran en esos proyectos de I+D al tiempo que estudian y, cuando acaban, se les hacen contratos por dos o tres años para continuar. Y es muy normal que las empresas que encargan esos estudios les contraten a continución.
-¿Son alumnos sin fronteras?
-Los hay en Toulouse, en Hamburgo, en Seattle, etc. Todos los años organizamos una comida navideña para reencontrarnos y sus trayectorias me suponen una gran alegría. En actividades como ingeniería, los alumnos son ya una generación sin barreras geográficas.
-¿Será bueno el nuevo sistema europeo de educación superior?
-La reforma va a ser más cosmética que efectiva. En el caso de la ingeniería, Francia ya se ha adaptado y los cambios del sistema docente son cosméticos. En Alemania no se fían de lo que han aprobado a nivel europeo y ofrecen en ingeniería estudiar o por el sistema tradicional o por el de Bolonia, y hasta que no lo tengan claro no suprimirán uno.
-¿No ha llegado tarde a Sevilla la licenciatura aeronáutica?
-Sí, y lo compensábamos con máster de especialización para ingenieros en general. Más problemas ha habido para atender la demanda de oficios especializados para la fabricación de aviones. La reconversión del sector del automóvil va a derivar a muchos empleados, y en general podrán adaptarse bien.
-¿Tendrá remedio en la Sevilla aeronáutica la falta de una empresa tipo Abengoa?
-La gran prioridad para Sevilla es poner en pie un grupo empresarial con capacidad para asumir de una vez las grandes cargas de trabajo que transfieren los gigantes como Airbus, mediante acuerdos de centenares de millones de euros en los que se asumen procesos técnicos y productivos muy diversos. En eso trabaja la Junta porque es imprescindible ese contenedor principal para que nos sigan teniendo en cuenta en el futuro. Sevilla ahora está bien considerada en el concierto internacional. Los ingenieros de CASA han hecho un trabajo maravilloso en la configuración de la cadena final de montaje. Pero el porvenir dentro de 20 años hay que ganárselo de nuevo.
-Los gigantes mundiales de la aeronáutica deslocalizan su producción fuera de Europa, sobre todo a Asia, la gran demandora de aviones. ¿Cómo afectará a Sevilla?
-Hay un riesgo alto de que en 20 años desde Europa no sólo se transfieran labores de taller sino también de I+D. Conozco gente que ha visto nuevas factorías aeronáuticas en Asia y las califican de espectaculares, han comprendido que allí van en serio para recuperar el tiempo perdido. No corre peligro toda la implicación en la construcción del A400M (avión europeo de transporte militar). Pero en todo lo demás va a cambiar mucho el escenario de la competencia industrial con alta tecnología.
-Su otro yo es la creación de una empresa de I+D, Teams.
-La impulsamos José Cañas Delgado y yo, pero me mantengo al margen de su accionariado. Es una gran satisfacción haber creado una empresa incubada desde la Universidad, que es dirigida por antiguos alumnos, que tiene entre sus clientes a EADS, Gamesa, Sacesa o Airbus y que comienza a viajar a los salones de la aviación para promocionarse. Lo que sí coordino es deslindar áreas de actuación, los proyectos con más carga de investigación los asume la Escuela, mientras que los ligados más al desarrollo y al as empresas son para Teams.
-¿Cuáles son los principales retos que tiene ahora el Laboratorio?
-Con la compañía CAF estamos trabajando en el proyecto Cenit sobre el cambio de eje de los trenes en movimiento. Con otra empresa vasca, ITP, trabajamos para la división aeronáutica de Rolls Royce, dentro del VI Programa-Marco europeo. Y el proyecto Alcas para Airbus sobre el diseño con fibra de carbono de las alas de los aviones comerciales. Interesa comprender qué sucede desde que comienza a fallar el material hasta que se rompe, cuánto tiempo pasa según cuales sean las circunstancias.
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