Sevilla

El día que Sevilla estuvo sin pastor

  • El día de Todos los Santos José María Bueno Monreal durmió en Córdoba y el de los Difuntos llegó a Sevilla

  • Su estreno fue mucho menos triunfal que en Jaca y Vitoria

Con Pablo VI.

Con Pablo VI.

Ésta es la historia de cómo en un tiempo récord Sevilla pasó del Concilio de Trento (1545-1563) al Concilio Vaticano II. Una historia con nombres y apellidos: Pedro Segura Sáenz y José María Bueno Monreal, que protagonizaron un relevo mucho más traumático que el que ahora tendrá Monseñor Asenjo Pelegrina. Si Buñuel escribió que era ateo por la gracia de Dios, este cura aragonés era católico por la gracia de Buñuel, nombre del pueblo navarro donde nació Orosia Francisca Monreal, la madre del obispo, que ya de niño le decía "mi obispillo", el mismo pueblo donde esta navarra se casó con Abel Baldomero Bueno Gros, reputado pintor en la tierra de Goya. José María fue el mayor de los cuatro hijos del matrimonio. Le siguieron Isabel, que murió joven, Abel y Manuel.

El año de 1954 empezó en Sevilla con la histórica nevada de febrero y terminó con el relevo en la cúpula episcopal de la Archidiócesis Hispalense, que durante unas horas estuvo literalmente sin pastor. Año de nieves, año de bienes. En este caso, como bien predicaba Sancho Panza, volvió a cumplirse el refrán. Fue literalmente un milagro de la Virgen y todo ocurrió en cuestión de horas, en dos días, el 1 y el de 2 de noviembre de ese año, que cambiaron por completo la faz de la Iglesia sevillana en un relevo sin precedentes en la jerarquía española. El 27 de octubre de 1954 se producen dos hechos trascendentales. El cardenal Pedro Segura Sáenz (1880-1957) acude a la estación de Córdoba a despedir a unos trescientos peregrinos de diferentes cofradías sevillanas que viajaban a Roma para participar en el acto de la Realeza de María en el centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. El cardenal, titular de la diócesis hispalense desde 1937, año en que vuelve de su exilio particular, viajaría en avión dos días después a la Ciudad Eterna. Ese mismo día, en su casa de vacaciones de Castelgandolfo, donde se recuperaba de su delicada salud, el Papa Pío XII firmaba las Bulas de nombramientos de los nuevos obispos de Badajoz, Oviedo, Cádiz (Antonio Añoveros, al que en su posterior destino en Bilbao una homilía en vida de Franco le costó el arresto domiciliario) y Sevilla.

Segura en Roma y Bueno Monreal en Sevilla. Lo primero era condición sine qua non para lo segundo, porque el prelado burgalés había rechazado todas las peticiones del Vaticano para que pusiera fin a su tormentoso y preconciliar mandato. El cardenal Segura se sabía de memoria el camino de Roma. José María Bueno Monreal (1904-1987) lo tenía más complicado para venir a Sevilla. De hecho, el 2 de noviembre de 1954, día que toma posesión como Arzobispo Coadjutor con derecho a sucesión, era la primera vez que ponía los pies en esta ciudad. El Nuncio Hildebrando Antoniutti le sugirió que llegara la víspera, pero Bueno Monreal alegó "que era un poco tarde, el día estaba lluvioso y no conocía bien el camino (el obispo de Vitoria no conocía Andalucía, nunca había cruzado Despeñaperros)", escribe Julio Jiménez Blasco en su documentadísima biografía del cardenal Bueno Monreal, 'Un humanista integral' (Universidad de Sevilla, Biblioteca de Autores Católicos). El recién llegado celebró su primera misa dominical el 7 de noviembre en la parroquia de Ómnium Sanctórum, de la que era párroco Antonio Tineo, que sería uno de sus más directos colaboradores. Segura regresó de Roma sin avisar a Bueno Monreal de su llegada y le dio audiencia el 9 de noviembre en el Palacio Arzobispal. La reunión duró media hora. "Fue la media hora peor de mi vida", reconoció a Francisco Gil Delgado, canónigo, periodista y biógrafo del cardenal Segura. El biógrafo de Bueno Monreal rescata los términos de aquel encuentro con palabras del arzobispo coadjutor. "Le enseñé el documento de la Nunciatura y me dijo que no era suficiente, que no era conforme a derecho esa manera de relevar a un prelado. Y cogió el documento, lo rompió y lo tiró".

Fernando Castiella, embajador de España en el Vaticano, dio la noticia a la delegación española que viajó a Roma del nombramiento de Bueno Monreal en Sevilla, lo que cogió por sorpresa al cardenal Segura. Quien sí lo celebró fue uno de los principales destinatarios de la furia de sus sabatinas, Francisco Franco. Lo único que tenían en común el dictador y el prelado era que cumplían años el mismo día, 4 de diciembre. Jiménez Blasco reproduce los términos en los que le dio la noticia a Franco el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo: "Mi general: una noticia tan satisfactoria que parece, en el día del santo de Su Excelencia un regalo del cielo en premio a su paciencia. El asunto de la sede de Sevilla está resuelto. El señor cardenal ha sido invitado a retirarse y, al negarse a ello, va a ser relevado por el procedimiento de nombrarle un coadjutor con derecho a sucesión". El cardenal Segura prodigó los desaires a Franco y a su esposa en las visitas que hicieron a Sevilla en 1940 y 1953. En esta segunda ocasión, se negó a recibirles con la excusa de que estaba haciendo unos Ejercicios Espirituales y le sentó fatal que el Caudillo y Carmen Polo entraran bajo palio en la Catedral.

Bueno Monreal acababa de cumplir los 50 años y era su tercer destino episcopal. Con diferencia, el más controvertido y hostil. El 1 de diciembre de 1945 (mes y medio antes nacía en Sigüenza Juan José Asenjo Pelegrina, ahora a la espera de que el Vaticano acepte su jubilación y le nombre sustituto), aparece en el BOE su nombramiento como nuevo obispo de Jaca. Tan cerca de los Pirineos y tan lejos de Francia, parafraseando al cuate de 'Gringo Viejo', porque toma posesión un Domingo de Ramos, 14 de abril de 1946, año en el que Francia cerró las fronteras con España y la ONU invitó a sus países miembros a romper relaciones diplomáticas con España. Pero al joven obispo (41 años) lo recibieron con las calles engalanadas y tapices en los balcones. Nuevos obispos en Jaca, Mondoñedo, Ciudad Rodrigo y Solsona (Lérida), este último, Vicente Enrique y Tarancón, personaje clave en la Transición española.

El 10 de septiembre de 1950 llega a su nuevo destino como obispo de Vitoria, la diócesis con mayor número de vocaciones sacerdotales. La Santa Sede crea las nuevas diócesis de Bilbao y San Sebastián, pero las tres sedes vascas pertenecerán al arzobispado de Burgos. Allí se encuentra con la semilla del separatismo y suspicacias de los ministros de Franco respecto al clero vitoriano. El día de la coronación de la patrona de Vitoria, la Virgen Blanca, 17 de octubre de 1954, el nuncio Antoniutti le comunica el deseo de Pío XII de que acuda a Sevilla a resolver un grave problema no sólo eclesial, sino sociopolítico. Nunca había estado en Sevilla. En su época de obispo de Jaca viajó a América. Con escala en Nueva York, visitó Perú, Chile, Ecuador, Argentina, Bolivia y Panamá. Tres días después de llegar a la diócesis de Vitoria, el embajador de Perú le hizo entrega de la Gran Cruz del Orden del Sol. Le iba a hacer falta en Sevilla, donde reinaba un Lope de Aguirre con mitra, báculo y capa magna. Como el Aguirre de Sender y Herzog, la cólera de Dios. Un cardenal que había prohibido el cine en el seminario; que dictó una orden de "entredicho" (excomunión) contra el alcalde y los concejales de Los Palacios por incluir bailes en el programa de festejos; que había suspendido el 'Miserere' de Hilarión Eslava que se celebraba cada Miércoles Santo en la Catedral; y que, como contaba el cura Leonardo Castillo, obligaba a los sacerdotes a jugar al fútbol con sotana, prohibiéndoles que lo hicieran con calzonas. También le molestó mucho a Segura que achicaran su diócesis creando la de Huelva, donde llegó el obispo de Barbastro, Pedro Cantero Cuadrado, que formó parte del Consejo de Regencia.

Bueno Monreal repuso el cine, el fútbol con calzonas a los futuros curas, el Miserere, le levantó el castigo a la corporación de Los Palacios y esperó a que amainara la ira del cardenal, que aprovechó la celebración de sus bodas de oro sacerdotales, 13 de junio de 1956, para considerarse objeto de una "persecución terrible, persecución angustiosa", proclamado por sus incondicionales como "mártir de la verdad", de una confabulación en la que veía la mano de Franco "con concomitancias de la masonería y las sectas protestantes".

A Sevilla llegaba un hombre tranquilo, como la película de John Ford, dialogante, conciliador, que vivió desde Palacio la riada del Tamarguillo, el invierno de Budapest, la primavera de Praga, el mayo francés, el asesinato de Kennedy, el Concilio Vaticano II, el final de Franco y el franquismo, las elecciones de Suárez, el triunfo de Felipe González. Un pastor con tres carreras: Teología y Derecho Canónico en Roma; Derecho Civil, entre Madrid y Zaragoza, teniendo a gala un sobresaliente del profesor Julián Besteiro examinándose "por libre y con sotana".

Amigo personal de Juan XXIII cuando era Angelo Roncalli, el llamado Papa bueno elegido después de doce votaciones el 28 de octubre de 1958 nuevo pontífice, nombró apenas un mes después 23 nuevos cardenales. El único español era José María Bueno Monreal. Se invirtieron las tornas. En un viaje a Roma a finales de marzo de 1957, le informaron de que al cardenal Segura lo habían ingresado en una clínica de Madrid. Cambió sus planes y volvió para visitarlo antes de su muerte el 8 de abril de ese año. Fue en Roma donde empezaron los achaques que debilitaron la salud de Bueno Monreal. Viajó el 18 de enero de 1982, con 77 años, para que Juan Pablo II le aceptara la jubilación y animarle a un viaje a España que había retrasado por el atentado que sufrió. Su biógrafo apunta dos candidatos para sucederle en Sevilla: José Antonio Infantes Florido, obispo de Córdoba, y Antonio Javierre, hermano del sacerdote, periodista y pregonero de la Semana Santa. El relevo vino finalmente de Tánger. El nombramiento de Carlos Amigo Vallejo se hizo público el 25 de mayo de 1982, dos días después de las elecciones andaluzas que ganó el socialista Rafael Escuredo. Su primera misa la ofició en la Catedral el 29 de junio, en pleno Mundial de España. Ese día Italia le ganó a Argentina y Alemania empató con Inglaterra. Bueno Monreal falleció cinco años después, el 20 de agosto de 1987. El hijo adoptivo de Vitoria fue hijo pródigo en Sevilla, donde se trajo de Jaca a su secretario, Félix Royo, su chófer, Jesús Martínez, y a un niño con inquietudes musicales que tenía nueve años, José Enrique Ayarra, que se convertiría en canónigo y en el organista con más trienios y conciertos de la Catedral de Sevilla.

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