La distancia no siempre es el olvido
Precursor. Dos historiadores de América y un militar reivindican la figura de Bernardo de Gálvez, un malagueño que participó en la guerra de la Independencia de los Estados Unidos
MALAGUEÑO de Macharaviaya, Bernardo de Gálvez y Madrid (1746-1786) fue un andaluz que llegó a capitán general de Cuba, virrey de Nueva España y gobernador de Nueva Orleans. Murió en esta ciudad y recibió sepultura en la catedral de México. Dos países, México y Estados Unidos, unidos en la biografía de un héroe romántico, afrancesado, entre sus compatriotas un perfecto desconocido.
La historia es tan literaria y rocambolesca como la de Ambrose Bierce, el periodista norteamericano que combatió con las tropas de Pancho Villa y al que noveló Carlos Fuentes en Gringo Viejo. Bernardo de Gálvez es un patriota español que participó en la guerra de la Independencia de los Estados Unidos. Doscientos cuarenta años después de su proclamación, ese país cuenta con un retrato suyo en el Capitolio, copia del original de Sebastián Maella, una estatua ecuestre que inauguraron el presidente Gerald Ford y el rey Juan Carlos y desde hace dos años, con rúbrica de Barack Obama, disfruta de la ciudadanía honorífica de los Estados Unidos, título que sólo tienen siete personas ajenas a ese país, entre ellas Teresa de Calcuta y Winston Churchill.
Desde hace ocho años existe una denominada Asociación Bernardo de Gálvez, cuyo presidente, el coronel del Ejército del Aire en la reserva Miguel Ángel Gálvez Toro, moderó ayer en la cátedra General Castaños de Capitanía una apasionante mesa redonda sobre un héroe singular que llegó a escribir un entremés y estaba fascinado por los globos aerostáticos y artilugios varios.
El mapa de Gálvez en México y Estados Unidos se completa con los años de dedicación a esos países de dos catedráticos de Historia de América, amigos y colegas, Luis Navarro García y Julián B. Ruiz, sevillano de cuna el primero, de adopción el segundo. Dos sumandos geográficos unidos en la exposición Bernardo de Gálvez y la presencia de España en México y Estados Unidos de la que ha sido comisario el tercer ponente, el teniente coronel José Manuel Guerrero Acosta, coautor de dos libros históricos sobre el 2 de mayo y el asedio de Cádiz que Arturo Pérez-Reverte publicó en Alfaguara y asesor histórico de la película Alatriste.
La vida de Bernardo de Gálvez es una película. Su tío, José de Gálvez, era secretario de Estado de Indias; su padre, Matías de Gálvez, fue capitán general de Guatemala. Fueron los nombres con los que rebautizó a dos apaches que convirtió en amigos. Durante dos años y medio, escaramuzas que relató Luis Navarro, combatió contra los apaches en la línea de presidios, en plazas como Chihuahua, patria chica de Anthony Quinn. Precursor del cineasta John Ford, le profesó admiración a estos indios, de quienes decía que disparaban veinte flechas por cada fusil que cargaba el adversario.
Dijo de los británicos, sus adversarios en en la guerra de la Independencia, que eran "los peores enemigos"; y de los franceses, sus aliados, "los peores amigos". Francesa era su mujer, Felicitas de Saint Maxent. La presencia española en la guerra de la Independencia fue siempre silenciada por la historiografía anglonorteamericana. Dice Julián B. Ruiz que ese olvido viene primero de que muy pronto ingleses y norteamericanos se conviertieron en aliados y después de la antinomia ideológica, cultural existente entre España y Estados Unidos. Pero ha sido precisamente la cultura que secuestró esa hazaña, con hitos como la batalla de Pensacola (mayo de 1781), la que la minimizó, "en nueve episodios de la serie John Adams sólo hay una frase de la participación de España", según el asesor de Alatriste, la que ha empezado a sacar del ostracismo a Gálvez. "Que eso sirva para que al menos figure en los libros de Historia", dice el teniente coronel Guerrero.
En primera fila del salón de actos de Capitanía, Rafael Gálvez. Este médico, jefe de la Unidad de Dolor del hospital Virgen de las Nieves de Granada, cuenta que en una ocasión consiguió reunir a trescientos Gálvez, estirpe que tiene como icono del legado a este héroe, el amigo americano. Ayer se reunieron tres Gálvez en la cátedra General Castaños. Además del médico y el presidente de la Asociación, con sede en Málaga, estaba también Pedro Alarcón de la Lastra, conde de Gálvez, título nobiliario que nace con el hombre que fue derrotando a los británicos en su campaña Mississipi arriba.
El público participó activamente en el debate posterior. Modesto Cañal, que durante años dirigió el Soria 9, preguntó por la presencia de este regimiento tan arraigado en Sevilla en las campañas de Gálvez. Un estudiante de un máster de Historia de América destacó la presencia de Miranda, criollo que participó en la independencia de Venezuela. Premisa que aprovechó el profesor Navarro para deshacer falsos mitos y tabúes.
"Siempre hubo indios al lado de las tropas españolas. América no la conquistan los cuatrocientos hombres que van con Cortés, los quinientos que van con Pizarro. América la conquistan los indios y la independizan los españoles". "España es bastante ingrata reconociendo el valor y el trabajo de los que lo han dado todo por ella", dice el teniente coronel Guerrero. Por eso se congratula de que una base española en Afganistán lleve el nombre de Bernardo de Gálvez, tan unido a la independencia de los Estados Unidos como George Wasington, Thomas Jefferson o Benjamin Franklin.
Fue herido tres veces, como Cervantes en Lepanto. Su tiempo fue el de Carlos III, el de la recuperación de Menorca y el fallido asedio de Gibraltar. El del convoy de once mil soldados españoles que salieron desde Cádiz el 28 de abril de 1780 hasta La Habana en el mayor despliegue realizado entre ambos continentes por mar. Gálvez se prodigó por Luisiana, Florida y Alabama. El Ayuntamiento de Madrid aprobó un proyecto de monumento del héroe de Nueva Orleans, pero fue frenado cuando llegó Manuela Carmena a la Alcaldía. Hubo más suerte en Estados Unidos gracias al tesón del senador Bob Menéndez y el congresista Jeff Miller. La distancia no siempre es el olvido.
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