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La 'dramática' vida de un jugador de fútbol

  • Tributo. Muere Espejín, leyenda del Betis, un trotamundos del fútbol que pasó por el Algeciras, el Levante, el Rayo Vallecano y acabó de portero en el teatro Lope de Vega

Más de una vez le cortaría la entrada a los espectadores que entraban al teatro Lope de Vega a ver 'La muerte de un viajante', de Arthur Miller. Eso es lo que fue Ramón Pérez Mesa, (Santa Cruz de Tenerife, 1932-Sevilla, 2023), Espejín en todos los equipos de fútbol por los que pasó. Ha muerto con noventa años en su casa de Santas Patronas horas después de que el Gran Poder por primera vez en su historia pasara bajo su balcón, con la luna llena.

Un viajante del fútbol. Un artista. Un currante. La vida es un drama que unos viven como comedia, otros como tragedia. Tiene su lógica que el que fuera primer extremo escurridizo para pasar a medio volante terminara su dilatada trayectoria laboral como portero del teatro Lope de Vega construido para la Exposición de 1929.

En 1959 no sube con el Levante, pero se casa en la iglesia del Santo Ángel

"Espejín es un pescado típico de Canarias y a mi padre le pusieron ese nombre porque era tan rubio, tan delgado, tan canijo, muy rápido jugando, unas maneras que recordaban a

Cruyff", dice Juan Ramón, el mayor de sus tres hijos, que siguió los pasos de su padre en el Lope de Vega, donde empezó en 1987, el año que Karpov y Kasparov empezaron en Sevilla el Mundial de Ajedrez que organizó el filipino Florencio Campomanes.

Empezó jugando en el Cuatro Torres de Santa Cruz de Tenerife. Lo ficha el Martos, de Jaén, con 16 años. "Madre viuda, ocho hermanos, llega a una pensión con palangana y escupidera y con muchísimo frío. Allí se hace un hombre porque los demás jugadores eran tipos con bigote y chaqueta". Deslumbra en un partido con el Algeciras, que decide contratarlo. Le cambia la vida. "Eso de ver el mar todos los días le recordaba su tierra".

Y del Algeciras al Betis, que le ha expresado a su familia las condolencias por la muerte del futbolista que defendió sus colores. Participó en el ascenso de la temporada 57-58 después de una travesía por el desierto de quince años del equipo verdiblanco. Fue el canto del cisne. "El Betis lo vendió al Levante por 150.000 pesetas, que era un dinero", dice Juan Ramón. Y en el Levante, temporada 58-59, estuvo a punto de lograr su segundo ascenso consecutivo a Primera. El equipo de la ciudad del Turia quedó segundo en su grupo. Subió el Elche a Primera y el Levante disputó la promoción contra Las Palmas. Le faltó un gol para el ascenso. En el Levante jugaba de portero Candi, el gallego de Porriño que sería presidente del Granada, y Wilkes, un holandés que antes jugó en el Valencia del que decían que era capaz de hacerse paredes consigo mismo.

No suben a Primera, pero esa temporada le espera lo mejor. El 3 de julio de 1959 se casa en el Santo Ángel con Olga Julio Cruz, madrileña de Alcalá de Henares de nacimiento, paisana de Cervantes, Dulcinea de este Quijote del fútbol. "Nazco yo y mi padre ficha por el Rayo Vallecano. Mi madre vino a Sevilla para que su hijo no fuera valenciano, disgustada con el comportamiento que la directiva del Levante tuvo con mi padre, y eso que mi abuelo materno era de Alcira".

En 1960 nace Juan Ramón; en 1962, Álvaro Jesús; y en 1969, Francisco Javier. "El pequeño es al único al que vio nacer. A mi hermano y a mí no pudo por sus compromisos con el fútbol. Lo vio nacer y ese día el Betis le ganó al Osasuna". Pasó por el Castellón, donde tuvo una lesión. También jugó en el Iliturgi, blaugranas de Andújar, y colgó las botas en el Fuengirola. Su hijo recuerda estampas fugaces: una foto con su padre en el campo del Rayo; en el banquillo de Nervión en un partido de veteranos Sevilla-Betis para recaudar fondos con destino a la Cabalgata del Ateneo. "La última vez que se vistió de corto fue en un partido en Santiponce con los veteranos del Betis. También jugó Quino, que se iba para Cádiz y nos dejó con el coche en el puente de Triana".

Con el dinero del fútbol, Espejín le montó a su mujer una peluquería en la calle Santas Patronas. Precursores de la conciliación, con el tiempo fue la peluquera la que le consiguió contactos para sus diferentes empleos. El último, en el Lope de Vega, donde a veces llamaba a su hijo Juan Ramón, hoy una institución en ese teatro, para que se ganara un dinerillo haciendo de extra en 'La venganza de don Mendo' o 'El alcalde de Zalamea'. Fue compañero en el Betis de Isidro, el padre de Quique y cuñado de Lola Flores, que lo visitaba con frecuencia en su casa.

Espejín. Nunca le abandonó esa analogía de sus islas Canarias. Creció en Tenerife y en Las Palmas le cerraron el paso del ascenso a Primera. En la temporada 58-59, con el Levante, le marcó un gol a Américo, el portero del Málaga donde jugaba el mítico Ben Barek. El fútbol y la vida trenzados como líneas paralelas. Tuvo dos nietos de su hijo Juan Ramón: Alejandro Javier y Laura. "Mi hijo, su primer nieto, nació horas después del ascenso del Betis en Burgos en mayo de 1994". Treinta y seis años después de aquel ascenso del Betis de Lasa, Ríos y Del Sol. Y Espejín, el viajante del fútbol que vio el cielo abierto cuando pasó del Martos al Algeciras, tan cerca del Estanbul de Serrat.

El Betis y el teatro Lope de Vega, dos referencias de la Sevilla del 29, lloran la muerte de un buen hombre. "Como futbolista no era de complexión fuerte, pero era bravo", dice su hijo Juan Ramón. En un tiempo en el que sólo se podía cambiar al portero. Al de fútbol, no al del teatro Lope de Vega.

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