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Miguel Ángel Castro | Rector de la Universidad de Sevilla

“Tenemos ya un plan para captar talento joven y hacer frente a la jubilación masiva"

  • Miguel Ángel Castro se resiste a ponerse nota pero reconoce que a lo que aspira como rector es a la matrícula de honor. Así ha trabajado estos cuatro años y así emprende la campaña a la reelección

En Mientras dure la guerra, Alejandro Amenábar retrata a Miguel de Unamuno como uno de esos intelectuales que no parecen darse cuenta de lo que ocurre en su propio país. Pero las torres de marfil de los académicos, la que el propio rector desmonta con su brillante discurso final del “venceréis pero no convenceréis”, cayeron hace mucho en la Universidad española. Miguel Ángel Castro no sólo es cofrade, taurino, bético y está metido hasta la médula en la vida social de Sevilla; culmina ahora cuatro años como rector con los deberes hechos (más de un 90% de los compromisos cumplidos) y el “optimismo antropológico” necesario para afrontar con un segundo mandato los grandes retos a los que se enfrenta una universidad pública con cinco siglos a las espaldas como la de Sevilla: del salto digital al rejuvenecimiento de la plantilla; del cambio del modelo de financiación al fortalecimiento de su posición internacional. Y lo hace sin esquivar ningún debate (tampoco los polémicos de los escándalos y los plagios) y dejando un contundente mensaje frente a las privadas: si miramos los datos, no han llegado para mejorar la foto...

–El viernes presentó su candidatura a las elecciones del 19 de marzo para afrontar un segundo mandato como rector. Después de cuatro años al frente de la US, atrévase a ponerse una nota…

–Los profesores estamos muy entrenados en poner notas y parece que es una tarea fácil pero no lo es. Más que dar una nota numérica creo que hemos cumplido muy razonablemente, de manera muy objetiva, con los compromisos que habíamos adquirido. Más del 90% de los compromisos están cumplidos.

–¿Nos conformamos con un aprobado, nos vamos a un notable ?

–Creo que la nota la tienen que poner las personas a las que nosotros servimos y sí diría que tengo la percepción de que la visión general de la comunidad no es negativa.

–Le doy la vuelta a la pregunta, ¿aspira al sobresaliente?

–Siempre. Un rector debería aspirar a matrícula de honor. Para eso trabajamos a diario, pero la matrícula la dan los demás.

El rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro. El rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro.

El rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro. / Juan Carlos Vázquez

–Qué destacaría como legado a la Universidad, a Sevilla, del rector Miguel Ángel Castro. Con su marca, con su sello.

–Yo soy el coordinador de un equipo, mi trabajo no es individual, es coral. Por tanto, en la autoría de primera persona del singular no me siento responsable de nada, pero en la primera persona del plural sí me siento parte de un gran trabajo. Con la visión de ese equipo, creo que el esfuerzo que hemos realizado por garantizar el acceso a la universidad pública en igualdad de condiciones, que ha estado puesto en duda durante mucho tiempo, ha sido fundamental. La acreditación global de las titulaciones, con los sellos oficiales obligados y los internacionales, han puesto una calificación muy positiva acerca de la calidad de las enseñanzas que impartimos. Y el avance significativo en datos objetivables de producción científica y de transferencia del conocimiento son también elementos clave.

–¿Podría concretar esos logros?

–Hemos conseguido en estos cuatro años cotas históricas en el nivel de impacto y en el número de publicaciones con grupos internacionales, nos hemos colocado como la primera universidad en número de patentes internacionales y hemos ascendido a la segunda posición en las nacionales. También hemos consolidado una importante oferta en la actividad cultural de la ciudad. Estos serían los cuatro puntos cardinales de la gestión.

–A la espera de que detalle el programa, cuál sería la hoja de ruta del nuevo mandato.

–Creo que estos cuatro años deben ser el periodo en el que se vayan cosechando los verdaderos frutos del trabajo programado en el primer mandato. Partiendo de esos cuatro puntos de trabajo, deberían trasladarnos a una colocación potente de una universidad que está en el territorio, que transforma el territorio, pero que tiene una mirada universal hacia el exterior y que nos hace referente en el sistema universitario internacional. Lo somos en algunas cuestiones pero tenemos que mejorar en otras.

Ya dije nada más llegar que había que emular a Granada. Y empezamos a ver los frutos del esfuerzo”

–En Andalucía sigue siendo la segunda en el Ranking de Shanghai. ¿Qué está haciendo Granada que no sea capaz de hacer Sevilla?

–En uno de los discursos iniciales del mandato que ahora acaba expresé públicamente en el Paraninfo que había que emular a Granada, que llevaba muchísimos años con una política extraordinaria de internacionalización. Los frutos que estamos obteniendo (número 414 del mundo) muestran la buena tendencia del esfuerzo y los resultados del trabajo iniciado. Pero nadie coge a uno que va por delante en los primeros pasos de la carrera. En todo caso mi planteamiento no es superar a Granada, es superar a Sevilla.

–La competencia (sana) es entre las públicas pero sobre todo con las privadas que no dejan de crecer...

–Estoy a favor de las buenas universidades. Creo que una sociedad es más culta, más preparada, más capaz y más competitiva en la medida que tenga un grupo de magníficas universidades a su alrededor con independencia de su naturaleza pública o privada. Cuando hablamos de las clasificaciones, muy poquitas universidades privadas de España pueden competir con las posiciones de las universidades públicas. Esta es una cuestión que muchas veces pasa desapercibida.

–¿Y por que cree que pasa así?

–Nosotros hemos mantenido el número de universidades públicas que existen (hay 50) y, sin embargo, han crecido muy notablemente las privadas. Esto, si se une a una reflexión periódica sobre la mediocridad y las debilidades del sistema público, podríamos pensar que está emergiendo un sistema privado competitivo que da un producto mucho mejor que el anterior. Pero cuando uno mira los indicadores, el sistema privado que está apareciendo no mejora la foto. En la competitividad pública-privada, los datos objetivos no muestran que el problema esté en el servicio público universitario.

Muy pocas privadas pueden competir con las públicas. Si miramos los indicadores, no han mejorado la foto”

–De acuerdo, pero deberíamos realizar otra reflexión. Da la sensación de que estos nuevos actores están ocupando nichos, oportunidades de crecimiento y de conexión con las nuevas necesidades del alumnado con más pragmatismo, visión y estrategia que la pública… Evidentemente la maquinaria y las inercias no son las mismas, pero la realidad está ahí.

–Sin duda, y eso encaja con la otra pata de los desafíos, las nuevas tecnologías y la digitalización. Evidentemente, las inercias de una institución (que para lo bueno y lo malo tiene 500 años y unas estructuras y dinámicas) no son las mismas que las de una empresa que se creó anteayer, con un propósito concreto y que hace una inversión (legítima) con ánimo de lucro…

–¿Se ha fijado el salto digital como prioridad?

–Por supuesto, Sevilla y todas las públicas tenemos un proyecto clave de digitalización que tiene que producirse de cara al horizonte 2030. Y en ese proceso, que ha de ser uno de los proyectos fundamentales del próximo mandato, la US tiene que conseguir convencer a las administraciones públicas para que apuesten por ello y lo financien, obtener financiación en convocatorias competitivas a nivel nacional e internacional y ponernos también a la cabeza de la transformación digital de las enseñanzas universitarias.

El rector de la US y candidato a la reelección, en un momento de la entrevista. El rector de la US y candidato a la reelección, en un momento de la entrevista.

El rector de la US y candidato a la reelección, en un momento de la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

–En paralelo está el reto de responder a las necesidades del mercado laboral, a los nuevos perfiles que se están demandando.

–Esto requiere cambios normativos y una voluntad de reflexionar y actuar imperativamente. Dicho esto, es verdad que no sabemos las profesiones que va a haber dentro de unos años, pero en todas habrá que saber multiplicar, y leer bien, y saber de dónde venimos... Y una universidad como la de Sevilla debe eliminar eslóganes que son absolutamente falsos. Podría parecer un producto de márketing pensar que con una capa de barniz, sin ninguna profundidad en los conocimientos primarios que un ser humano debe tener para su desarrollo, con dos máquinas que nos van a poner al lado, uno ya va a estar capacitado para el mundo que viene. Como producto de mercado puede ser vendible a según quién pero nadie aprende con el barniz lo que hay dentro de las cosas que has barnizado.

El proyecto digital será una de las apuestas del próximo mandato. Aquí también tenemos que estar a la cabeza”

–Para este desafío, ¿el profesorado está preparado?

–Si me pregunta si estamos preparados para lo que va a venir el año que viene, le diría que no porque ni siquiera sabemos a qué velocidad va a cambiar. Pero que tenemos la madera suficiente para formarnos en esos cambios, indudablemente.

–El envejecimiento de la plantilla es un problema grave para universidades como la de Sevilla. Más aún tras el bloqueo que ha significado la tasa de reposición.

–Una de las debilidades más grandes a las que nos enfrentamos en el siguiente mandato es justamente ésta. Hemos hecho en este periodo un trabajo absolutamente intenso para recuperar una buena parte de los derechos arrebatados. En la Universidad de Sevilla hoy no hay ya una lista de espera para la promoción de catedráticos y titulares, pero a cambio de eso la media de edad ha subido extraordinariamente. Con lo cual hemos subsanado un problema pero nos hemos dado cuenta de otro: la jubilación masiva que viene de manera inmediata.

–¿Están viendo ya cómo afrontar esa jubilación masiva?

–Es un problema que nos preocupa y que lo hemos puesto en conocimiento de la Junta porque tenemos que hacer un plan de captación de joven talento para dar una respuesta adecuada que permita rejuvenecer la plantilla con personal bien preparado que nos dé una garantía de futuro y de progreso.

–Políticos y periodistas solemos compartir en las encuesta del CIS la desconfianza y descrédito de la sociedad, ¿se ha contagiado la Universidad? No han contribuido los escándalos por plagio, favoritismos, injerencias políticas, casos de acoso laboral y sexual…

–Cuando una institución pública o privada identifica una mala praxis de alguno de los miembros de esa institución, la institución en su conjunto se empobrece, se deteriora. Eso es innegable. Y casos de actuación deshonesta, que es una condición de la naturaleza humana, es proporcional al número de individuos que uno tenga y a los filtros, medidas y educación que uno genere. No conozco ninguna ciudad de 80.000 habitantes que no tenga una serie de delitos, de infracciones y de actividades reprobables. Una actuación de esta naturaleza es reprobable, daña la imagen y hay que atajarla, pero también es importante saber dimensionar esa realidad.

No conozco ninguna sociedad civilizada que hable mal con carácter general de su universidad. ¿Qué interés hay detrás?”

–¿En qué sentido lo dice?

–Es muy importante que, si nosotros somos los primeros que luchamos contra esto y lo sabemos dimensionar, la imagen que traslademos como sociedad sea la que corresponde razonablemente al nivel de vigilancia, al nivel ético de la institución y al nivel cuantitativo del problema que estamos hablando. Digo esto porque hay una intención continuada de mandar mensajes negativos del sistema público de educación superior, que termina facilitando, animando y promoviendo la aparición de otros entornos que ya no públicos para hacerse un espacio. Creo que eso es injusto.

–Efectivamente, resulta “injusto” trasladar ese constante mensaje negativo sobre el sistema público universitario y no parece que sea inocente...

–No conozco ninguna sociedad civilizada y moderna que hable mal con carácter general de su universidad. Y en el contexto de las universidades de nuestro entorno, la media de honorabilidad del sistema público universitario no le hace feos a ninguna de las medias de actividad en el resto. ¿Por qué Alemania no se habla mal de sus universidades y en España, recurrentemente, eso ocurre? ¿Qué interés existe para que eso se produzca?

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