La esclavitud del siglo XXI, radiografía de las redes de la trata
Las mafias obligan a las mujeres a pagar la deuda contraída por traerlas a España. El vudú o las amenazas a la familia en su país, prácticas frecuentes.
La propia conciencia de las víctimas de no estar siendo esclavizadas es uno de los principales problemas con los que se enfrenta la Policía a la hora de perseguir a las mafias que se dedican a la trata de seres humanos. Las mujeres que son obligadas a prostituirse suelen padecer una especie de síndrome de Estocolmo. A veces llegan a creer que su explotador las ha sacado del último pueblo más mísero de su país de origen y las ha llevado a Europa, donde no pasarán hambre y podrán vivir cómodamente en el futuro y ayudar a su familia. Los mafiosos convencen además a las víctimas de que la Policía es corrupta y de que ellos tienen a agentes a sueldo, por lo que se enterarán si ellas presentan alguna denuncia.
"La trata de personas es una delincuencia organizada como pueden serlo el tráfico de drogas o la venta de armas. El fin es el mismo: el dinero. Detrás de cada bar de luces, de cada club de polígono, de cada casa de citas... hay una delincuencia organizada", expuso una inspectora responsable de la investigación de las redes de trata de seres humanos en Sevilla, que participó hace unos días en un curso organizado por la Confederación Española de Policía (CEP) y al que asistieron unos 40 agentes de la Policía Nacional afiliados a este sindicato. Estas jornadas se celebraron el jueves y el viernes en la Jefatura Superior de Policía y contaron con la asistencia del comisario jefe regional de operaciones de la Policía Nacional, Francisco Perea Bartolomé, y el fiscal coordinador de los asuntos de extranjería en Sevilla, Luis Fernández Arévalo.
Precisamente para reforzar este concepto de delincuencia organizada, y ante la dificultad de que las víctimas denuncien, la Dirección General de la Policía puso en marcha un teléfono (el número gratuito 900105090) y un correo electrónico (trata@policia.es) para que todos aquellos que quieran denunciar la trata puedan hacerlo por estas vías. Entre abril y noviembre, se han recibido más de 1.000 denuncias entre llamadas y e-mails, que han derivado ya en siete operaciones policiales contra las mafias.
Una de estas redadas surgió por la denuncia de un cliente que se enamoró de una prostituta e intentó convencerla para que salieran juntos. La chica se negó porque no le permitían salir del club en el que era obligada a prostituirse porque tenía que pagar una deuda de 5.000 euros. El cliente le quiso pagar la deuda y ésta le explicó que no podía porque la organización que la retenía quería que siguiera trabajando para ellos, por lo que el hombre se decidió a contar con todo detalle lo ocurrido en un correo electrónico. "Esta persona difícilmente iría a una oficina de denuncias a denunciar esto, le resulta mucho más cómodo por correo".
Uno de los objetivos del curso era formar a los agentes en el trato a las mujeres víctimas de la explotación sexual, que requieren una atención muy especializada por parte de policías con experiencia y formados para este trabajo tan específico. Por eso, uno de los consejos que el jefe de la Unidad Contra las Redes de Inmigración y Falsedad (Ucrif) de la Brigada de Extranjería en Sevilla, Manuel Linares, dio a los policías que asistían al curso fue que no entraran en demasiadas preguntas a las chicas en el caso de que se encontraran con un caso de explotación sexual, puesto que esto podría hacer que se cerraran en banda y no denunciaran nada, y que avisaran siempre a algún agente de Extranjería.
En el curso se trazó una radiografía de las distintas redes que operan en la provincia de Sevilla, si bien este tipo de delitos es tan global que muchas veces es difícil acotarlo geográficamente por provincias. Es esta globalidad lo que los hace difícil de investigar, ya que en ocasiones los casos recaen en juzgados de ciudades en las que se iniciaron los delitos pero en las que ya no queda nadie de la red. La Ucrif de Sevilla se encarga de investigar a los principales grupos criminales que se dedican a traficar con mujeres para obligarlas a prostituirse y con hombres para explotarlos laboralmente con jornadas de trabajo maratonianas a sueldos miserables.
En el modus operandi de todas las redes de este tipo se distinguen tres fases: la captación, el traslado y la explotación. La primera se da en los países de origen, generalmente en las zonas pobres y entre las personas más desfavorecidas, a los que se promete un empleo y un futuro en España. Aquí las víctimas pueden sufrir dos tipos de engaño: el total, en el que se le promete un trabajo en España, y el parcial, en el que se le dice que tendrá que pagar una deuda ejerciendo la prostitución. Para los expertos de la Policía, se produce un consentimiento viciado, ya que el estado de necesidad suele llevar a la víctima a aceptar. Después llegarán la violencia y la intimidación. El traslado a España se hace de distintas maneras, dependiendo del dinero disponible y de la distancia a recorrer. La explotación puede ser laboral o sexual. En este último caso puede darse en la calle, en clubes o en domicilios particulares y casas de citas.
Uno de los grupos más fuertes es el de los nigerianos, que controlan a todas las mujeres tanto de Nigeria como de otros países vecinos como Camerún. Generalmente estas chicas se prostituyen en la calle y rara vez se encuentran prostitutas africanas en pisos o casas de citas y en clubes. En Sevilla el grupo II de la Ucrif se encarga de investigar las redes de nigerianos que explotan a sus compatriotas. El traslado de las chicas es especialmente penoso, ya que son obligadas a cruzar África -a veces con largos caminos a pie- para llegar hasta Marruecos y Argelia y de ahí saltar a España en patera.
En este recorrido suelen sufrir violaciones, ya que las mafias buscan que las mujeres lleguen a España embarazadas para que no puedan ser expulsadas. A veces las bandas cuentan con visados falsos y las nigerianas suelen entrar en España como turistas tras aterrizar primero en otros países europeos como Suiza. Las deudas contraídas suelen ser muy altas, de hasta 50.000 euros, y se pueden tardar hasta diez años en pagarla.
Una herramienta muy poderosa para controlar a las jóvenes e impedir que se rebelen es el vudú. Las africanas tienen un respeto absoluto a esta religión y amenazarlas con algún ritual supone para una organización criminal tenerlas muy controladas. La Policía ha tenido que recurrir en numerosas ocasiones a especialistas en vudú en sus investigaciones. En las mafias nigerianas es clave la figura de la mamy o madame, que suele ser alguien que fue explotada en su día y ascendió en la organización.
La mafia más difícil de perseguir para la Policía es la china, por tratarse de un mundo muy hermético y por las propias dificultades del idioma y los numerosos dialectos del chino, que hace que ni siquiera los intérpretes puedan traducirlo todo. Las redes criminales chinas se dedicaron en un primer momento a la explotación laboral, pero en los últimos años trabajan también la sexual, que les reporta un filón económico. Los chinos pueden llegar en España en avión, contrayendo parte de la deuda ya en su país, o por carretera hasta Rusia y cruzar alguna frontera Schengen ocultos en un camión o en un barco. También pueden hacerlo con pasaportes falsos -son especialistas en la falsificación- o bajo la identidad de ciudadanos de países que no necesitan visado para entrar en España, como Hong Kong, Corea o Japón.
La mayoría de los chinos que viven en Sevilla proceden de las regiones de Zhejian y Fujian, más un pequeño porcentaje de Guandong. Las mujeres suelen ser explotadas en casas particulares, en peluquerías o en salones de belleza, que ofrecen los llamados masajes happy end (final feliz), que son una forma de prostitución encubierta. La comunidad china es tan cerrada que existe un mercado de prostitución sólo para chinos, con anuncios en chino en prensa.
2 Comentarios