Muestra en el Alcázar

Exposición de dulces de convento: Una clausura que sabe a cielo

  • La muestra registra un lleno absoluto en su primer día de apertura

  • Las ventas de esta tradicional cita constituyen el principal ingreso para mantener los conventos todo el año

Cientos de sevillanos y turistas acuden estos días a la exposición de dulces conventuales en el Alcázar.

Cientos de sevillanos y turistas acuden estos días a la exposición de dulces conventuales en el Alcázar. / Juan Carlos Vázquez

María Guija y Noemí Ruiz saben vender como pocas la repostería conventual. No hay quien pase por la mesa de las Clarisas de Marchena sin que, tras escuchar las recomendaciones de las voluntarias, meta en la cesta una de las múltiples delicias que estas monjas elaboran todo el año y que ahora, llegado el puente de la Purísima (así escrito suena más castizo), se ponen a la venta en la muestra que se organiza en el Palacio Gótico del Alcázar y que permanecerá abierta hasta el próximo lunes (inclusive). 

En su 35 edición participan 19 conventos de la Archidiócesis de Sevilla, lo que a la postre suman 290 variedades, cifra que se traduce en 6.000 kilos. Los borrachuelos que salen del torno marchenero son de los productos más demandados. "Se agotan de momento", advierte María Guija, una voluntaria a la que siempre le ha fascinado "la perspectiva comercial" que tienen estas religiosas. Sirva de ejemplo una de las novedades que traen a la muestra de este año: pastas con decoración infantil. 

"¿Usted tiene niños? ¡Le van a gustar!", exclama Noemí Ruiz, la otra voluntaria, a la que el interrogado le responde que Dios no le dio "vocación" paternal. "Bueno, pues le habrá dado otra virtud, así que llévese los borrachuelos. O las yemas, que mire cómo vienen preparadas", insiste. 

En tiempos en los que el arte culinario se ha convertido en una religión, la repostería conventual no sólo decae, sino que gana adeptos y se amolda a los nuevos tiempos. En esta edición vuelven los dulces sin lactosa y sin azúcar. "Aunque las monjas sean de clausura, no viven ajenas a la realidad. Son conscientes de que cada vez hay más alérgicos a ciertos alimentos y elaboran recetas sin los ingredientes que las provocan", explica Ángela Torres, voluntaria de la muestra y encargada de los productos que la orden de las clarisas ha traído a través de sus numerosos conventos: el de Estepa, Morón, Marchena, Carmona, Alcalá de Guadaíra y Sevilla. 

Una de las numerosas voluntarias que colaboran estos días en la muestra. Una de las numerosas voluntarias que colaboran estos días en la muestra.

Una de las numerosas voluntarias que colaboran estos días en la muestra. / Juan Carlos Vázquez

Cada uno aporta una variedad distinta. Al ser un producto totalmente artesanal, cada comunidad lo elabora según su tradición. Sólo de Alcalá, por ejemplo, se traen 20 variedades. Así hasta alcanzar los 6.000 kilos de esta edición, cantidad que supera a la del año pasado, cuando llegaron al final de la muestra con pocas existencias. 

"Se venden durante todo el año, pero es ahora, en la exposición, cuando se le da más salida. Gracias a esta muestra los conventos logran la mayor parte de la financiación para mantenerse", incide Torres, cuya responsabilidad como encargada le lleva a planificar la labor de los voluntarios. 

Estas colaboradoras (son todas de género femenino) apuntan junto a cada producto unas anotaciones. Observaciones personales y comentarios de los visitantes, la mayoría de las veces. Luego se lo pasan a las superioras de cada convento. "Les sirven para aumentar la cantidad de ciertos productos para el siguiente año o para mejorar su elaboración. O incluso para preparar nuevos dulces", comenta Noemí Ruiz. 

Abandonando la charla, cuando han pasado las once de la mañana (una hora después de la inauguración, a la que han acudido el alcalde de la ciudad, Juan Espadas, y el arzobispo, monseñor Juan José Asenjo), el Palacio Gótico presenta un lleno considerable. La mayoría de los visitantes son matrimonios que vienen a surtir la despensa de cara a las próximas fiestas. Hay quien advierte a su esposo del peligro que supone dejarse tentar por la gula: "No compres más, que no te viene bien abusar".

La muestra de repostería conventual se convierte en una de las citas ineludibles del puente festivo. La muestra de repostería conventual se convierte en una de las citas ineludibles del puente festivo.

La muestra de repostería conventual se convierte en una de las citas ineludibles del puente festivo. / Juan Carlos Vázquez

Cerca de las Clarisas de Marchena se encuentra Begoña Parias, que con 17 años es una de las voluntarias más jóvenes que ayudan en la venta de dulces conventuales. Desde 2016 se encarga de la repostería que elaboran las religiosas del Convento de Santa Clara de Carmona, donde la globalización llegó hace siglos a través del azúcar, de ahí sus tartas inglesas. Aunque lo que más se demanda en este torno son las famosas tortas de Carmona, elaboradas con limón, y las yemas, una auténtica perdición (sin pecado concebida). 

Esta joven es consciente de la ayuda indispensable que supone la venta de estos días para las religiosas: "En los últimos diez años se han cerrado cinco conventos en la diócesis. Ahora sólo hay 34. Debemos evitar que esto continúe. Como dice nuestro arzobispo, ellas son el pulmón de Sevilla". El pulmón, las manos y el paladar de una clausura que sabe a cielo.   

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