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Calle Rioja

En fila india desde Murillo a Montañés

  • Símbolos. El Jueves de la calle Feria y el tramo de Sierpes del Mercantil al Labradores, espacios de Pedro G. Romero y Gabardón, dos comisarios efímeros de la Sevilla eterna

Pedro G. Romero, en foto de archivo en el Jueves de la calle Feria.

Pedro G. Romero, en foto de archivo en el Jueves de la calle Feria. / Belén Vargas

HAY muchas Sevillas. Las refleja Juan Miguel Vega en su libro Sevilla Ingrávida, que leo con parsimonia de calendario. En las antípodas del tiempo, ahora sigo sus visiones de agosto, cabañuelas del tío Tom. En uno de sus daguerrotipos aparecen juntas, que no revueltas, las nuevas damas de la oposición, Susana Díaz y Teresa Rodríguez. La palabra Mariano aparece en el título. No es el ex presidente del Gobierno que se recicló como registrador de la propiedad de Santa Pola, sino Casa Mariano, el bar de la plaza del Pumarejo.

Ayer me crucé con dos de esas Sevillas posibles que hacen de esta ciudad un sueño imposible. Por la mañana, en fila india por exigencias del overbooking, caminaban por el Jueves de la calle Feria Pedro G. Romero y Antonio Molina Flores. Con permiso de Cannon y McCloud, dos comisarios (culturales) de primera. Amigos de la transversalidad y la transgresión. El primero combina a cubistas y dadaístas con Murillo en la exposición que corona el cuarto centenario del nacimiento del pintor. El segundo, granadino de Orce, el pueblo que viajó de la Prehistoria a los telediarios, escrutaba el vintage del zoco más antiguo de Europa digno de un libro como el que Andrés Trapiello ha hecho del Rastro. También le faltaría la canción de Patxi Andion, aunque en la calle del Jueves, muy cerca de donde vive José el de la Tomasa (le subleva que determinados articulistas le supriman el artículo determinado), nació Jesús de la Rosa, la voz de Triana.Por la tarde, Antonio Bustos paseaba de Sierpes a General Polavieja. Del Mercantil al Labradores con sus quehaceres del Curso de Temas Sevillanos. Moreno Bonilla figuró entre los ponentes. Fernando Gabardón de la Banda iba a la Casa del Libro para impartir una charla de las sesiones semanales que le dedica al imaginero Juan Martínez Montañés.

Propone para el autor del Señor de Pasión un recorrido montañesino que sería apasionante, divina redundancia. Recomienda la visión de un Niño Jesús de este imaginero en el Santo Ángel. El año pasado pasó desapercibida la conmemoración de los 450 años de su nacimiento. Se hizo una magna exposición en Alcalá la Real, la ciudad de Jaén donde nació, pero Sevilla no le dio su sitio al maestro generacional de Juan de Mesa, una dialéctica de admiración y conflictos que describía muy bien Fernando Carrasco en su novela El hombre que esculpió a Dios. Gabardón se sabe de memoria la vida y obra de Martínez Montañés. “Se casó dos veces, la primera con 19 años”.

Vivió entre 1as primaveras de 1568 y 1649. Montañés cumple cincuenta años el año que nace Murillo y Velázquez cumple cincuenta el año que muere Montañés. De tal forma que los 350 años de su muerte y los 450 de su nacimiento quedan eclipsados por los centenarios de los nacimientos de Velázquez y Murillo.

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