La gota malaya

Política municipal El socio minoritario de gobierno, en el punto de mira de la oposición

El PP lo tiene claro: para azotar al gobierno, mejor apuntar al débil con una batería de denuncias que persigue un fin, restar a IU ediles y la potestad para nombrar alcalde

La gota malaya
Claudio J. Castillo

30 de marzo 2009 - 05:03

El gota a gota era un método de tortura basado en el agua muy utilizado durante la Edad Media. Se usaba fundamentalmente para arrancar la confesión o información a la víctima por tratarse de un martirio largo, en el que el torturador no tenía prisa ninguna y lo único que tenía que hacer era esperar a que el contrario se viniera abajo. Consistía en amarrar al reo y derramar sobre su cabeza una gota a un ritmo continuado. Esto provocaba un estado de locura, además de terminar erosionando la bóveda del cráneo hasta producir la muerte.

La política municipal también sabe de martirios, debacles y catarsis purificadoras, aunque ahora, por mor de un argot políticamente correcto, quedan diluidos entre lo que conocemos como estrategias de partido con fines puramente electorales. Como hace el PP de Zoido, que además de ganar las municipales -y perder la Alcaldía- en mayo de 2007, extrajo de los resultados electorales un mensaje clarificador: Hasta los gigantes tienen los pies de barro, lo que trasladado a la esfera local les hizo poner al socio minoritario de gobierno, IU, en el punto de mira de su acción de oposición contra el llamado gobierno de progreso.

Empatado ya en concejales con el PSOE -15 ediles cada uno, aunque los populares despuntaron en sufragios-, el PP está sometiendo este mandato a la coalición de izquierdas a una auténtica tortura con el método de la gota malaya -denuncias alargadas en el tiempo con entregas por capítulos- con tal de minar el apoyo ideológico de sus bases de cara a las elecciones de 2011. Los escándalos de Lolo Silva -el concejal de Juventud y Deportes que dimitió "agotado" tras el continuo acoso de la oposición por sus expediciones a Cuba y Venezuela, la gestión al frente del IMD y el polémico robo de la cúpula de la Copa Davis, entre otros- tienen ahora su continuidad con denuncias donde la oposición pone en duda la gestión de las subvenciones en manos de IU, concretamente del delegado de Infraestructuras para la Sostenibilidad, Antonio Rodrigo Torrijos, por su empatía para ayudar a ONG y organismos de corte ideológico afín e incluso a entidades vinculadas con antiguos dirigentes de la guerrilla colombiana. La machacona insistencia del PP hace mella en Torrijos, hasta el punto de que, en algún que otro momento, le ha hecho perder los papeles y confundir a su adversario, poniendo en el ojo de la picota a periodistas y empresarios en lugar de a políticos.

Sea como fuere, lo cierto es que cuando un primer teniente de alcalde se pasa medio Pleno -como ocurrió en el pasado- doliéndose del tratamiento periodístico que le otorgaban los medios y poniendo a caldo a redactores con nombre y apellidos es que algo raro ocurre. O como dicen en la oposición: "Ladran, luego cabalgamos". El propio alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, entró al trapo para negar esta semana que la gestión de IU en la política de subvenciones públicas esté causando un "rechazo" en la ciudadanía, al tiempo que se refirió a las denuncias del PP como "estupideces que enredan mucho y consiguen poco".

El horizonte de los populares está en la Ley de D´Hont, la misma que hace dos años supuso la desaparición de la escena local del Partido Andalucista por no llegar a reunir siquiera el 5% de los sufragios depositados en las urnas, lo que en el caso de Sevilla capital se traduce aritméticamente en dos concejales. Mayo de 2007 fue para el PA una segunda muerte como ya lo fueran las elecciones de 1982: entonces, de ocho concejales a cero, y hace dos años, de cuatro concejales otra vez a cero por culpa de 1.500 votos que no terminaron de llegar y que separan tener dos ediles en Plaza Nueva a quedar K.O. y fuera de juego.

Si la ciudadanía volvió la cara al nacionalismo andaluz, ¿podría hacerlo ahora con IU? Así lo piensa la cocina del PP que, a sabiendas de la dificultad para llegar a una mayoría absoluta en la capital para contrarrestar la reedición del pacto PSOE-IU, ha optado por atacar al débil para tratar de mermar su presencia en número de concejales. Antonio Rodrigo Torrijos conservó los tres ediles pero perdió votos frente a la candidatura de su antecesora, la profesora de instituto Paula Garvín. Tantos como 4.671 votos, la diferencia de sufragios entre los 30.443 que acumularon en 2003 con los 25.772 del último proceso. Si el electorado izquierdista vuelve a castigar los desmanes de IU en el poder y pierde un concejal dentro de dos años complicaría sobremanera las cábalas para la reedición de un pacto de progreso para gobernar con el PSOE. Eso, y la llamada al orden del presidente Chaves a las huestes socialistas de la capital tras constatar en los sondeos de intención de voto el avance de la oposición gracias a la sempiterna presencia de Zoido en los barrios. Críticos y vieristas fueron forzados a buscar lo poco que les une: contrarrestar la ofensiva popular.

Ésa es la meta con la que trabaja el PP, que de cuando en cuando alardea de haberse cobrado la primera pieza del gobierno local en la persona de Lolo Silva, que un día decidió apearse del poder con el increíble argumento de que estaba harto. "Aquí no se dan puntadas sin hilo", mascullan en la retaguardia pepera, la misma que cuenta los meses que faltan para las elecciones en el calendario de escándalos que, asevera, tiene aún por desvelar.

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