El gurú de los géneros

El gurú de los géneros
El gurú de los géneros

24 de marzo 2012 - 05:03

SIEMPRE he pensado que el mundo gira sobre el eje de los sexos. Lo masculino y lo femenino son los polos opuestos que nos mantienen en equilibrio. Tanto el toma y daca entre hombres y mujeres como su inevitable unión forman un misterio que, si un buen día llegamos a descifrarlo, transcurrirá sin contratiempos. Discrepéis o no, admitamos que ver así la vida puede pesar sobre un escritor originariamente angloparlante que se encuentra viviendo en un idioma que marca cada uno de los sustantivos, las unidades más básicas y prácticas de una lengua, como claramente masculino o femenino.

En inglés los sustantivos son neutros, salvo cuando hablamos de la profesión de una persona. Sólo entonces, tal como en español, la terminación del sustantivo puede cambiar según el sexo de ésta (waiter es camarero, y waitress, camarera). Esto tiene una lógica. Los géneros de los demás sustantivos en castellano, y supongo cualquier otra lengua románica, son para volver loco a alguien, como yo, que tiene demasiadas inquietudes lingüísticas. Cada vez que busco la palabra justa en castellano, termino dándole vueltas al significado del género. Muchas veces el género y mi interpretación de los sexos van juntos: el día, la noche; el asunto, la descripción; el orden, la ley; el camino, la costumbre; el conocimiento, la sabiduría. Pero otras veces me quedo perplejo. ¿Por qué el paraíso pero la muerte? ¿El amor, el cariño, el beso, pero la cárcel, la guerra, la final? ¿Por qué el cotilleo pero la fanfarronería? Me devano los sesos para comprender la lógica. Por cierto, ¿no debería ser el lógica?

No estoy de acuerdo con aquellos que creen que el género de los sustantivos es un accidente gramatical. Las palabras y las reglas de una lengua nacen y evolucionan juntas, y deben más al instinto y a la poesía que a la ciencia y al azar. Creo que el género nos quiere decir algo eterno sobre cómo funcionamos a un nivel biológico y hormonal. Tomemos resultado e idea. ¿Es resultado masculino porque los hombres suelen ser más cabezotas a la hora de cumplir un objetivo, e idea femenino porque las mujeres suelen ser más abiertas a la hora de considerar caminos alternativos? ¿O porque un resultado es una flecha sobresaliendo de una diana y, por lo tanto, fálico, y una idea es virginal, fértil, la diana en sí, llamando nuestras flechas hacia ella? Si crees que meterse en tal faena no tiene otro fin que el manicomio, ¡que lo digas! Ni contaros los detalles del lío enorme que me hice pensando en el porqué de (tapad los oídos si queréis) el chocho, la churrina, el coño y la polla.

Me imagino que mis lectores, en su gran mayoría hispanohablantes desde nacimiento, tienen el género y así pues el atisbo con el que el género tiñe las palabras tan asimilados que ni piensan en ello a la hora de entender o comunicarse en el idioma. Yo, por ejemplo, cuando veo una mano, veo solamente una mano, con sesgos personales, no lo dudo, pero ninguno de ellos impuesto por el idioma. Ahora que sé el género de la palabra en español, aquella mano tiene una faceta más que considerar, una riqueza que no tuvo antes, pero es sólo una faceta. Cuando un hispanohablante ve esa misma mano, la ve ya en un contexto femenino antes de que otro punto de referencia pueda entrar en juego. Entonces, es una mano distinta a la que veo yo.

¿Puede que, en las mentes de los españoles, una mano lleve un vestido elegante de noche, o el hábito de una monja, o incluso una mini y un escote pronunciado? ¿O que el arte, por ser las artes en plural, se vista más como un joven y amanerado Almodóvar que como un robusto y machista Hemingway sonriendo detrás de su barba? ¿O que un problema arrincone a los españoles como un funcionario sádico y barrigón de prisiones? Aunque la influencia del género de los sustantivos fuera tan sólo subconsciente, no por eso sería menos significante. Durante mis primeros cuatro años en España, no es de extrañar que me equivocara una y otra vez diciendo "la problema". Antes de conocer a mi mujer, casi todos los problemas de mi vida adulta habían tenido que ver con mujeres.

Las feministas españolas van mal encaminadas intentando que palabras como miembro pasen a ser de doble género, o que evitemos el uso de los sustantivos de masculino plural cuando se refriere a los dos géneros. Si las feministas realmente quieren dejar huella en el psique del pueblo, tienen que ser más descaradas en proponer reformas. Con la historia, la gente y la razón ya tienen mucho ganado. ¡Pero despabílense ya, señoras! ¡A por atrocidades lingüísticas como el parto y la crisis! ¡Y a por revolucionarios cambios como la sol, el mierda, la valor y el brutalidad!

Aunque no puedo evitar tener algunas discrepancias sobre la lógica de los géneros en castellano, por mí, no cambiaría nada. Me gusta que un idioma permanezca tan inalterable como el universo. Los astrólogos buscan respuestas en las estrellas, yo en los géneros de castellano. ¿Por qué el plazo, y no la plaza, el esfuerzo, y no la fuerza, el puerto, y no la puerta? Creo que cuando llegue a entender todos los matices del idioma y todos los matices de los sexos, tendré una respuesta contundente. A partir de entonces, empezaré a ser gurú, solucionando los problemas y las problemas del mundo.

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