Hablando de alejandrinos con Serrat

Crónica de un encuentro fortuito con el cantautor catalán en un semáforo de la Puerta Carmona con un repaso de algunas de las delanteras más poéticas de nuestro fútbol, más futboleras de nuestra poesía

Joan Manuel Serrat, con Antonio Peña, metre de Becerrita.
Joan Manuel Serrat, con Antonio Peña, metre de Becerrita. / M.G.

01 de octubre 2025 - 06:59

Salí de La Carbonería antes de que terminara la presentación del libro de Ortiz Nuevo sobre Pepe el de la Matrona. En la esquina de la Puerta de Carmona con Menéndez Pelayo, junto a la farmacia que regentan los hermanos mellizos Álvaro, bético, y Juan, sevillista, el semáforo se puso en rojo. Miré a mi derecha y también esperaba el cambio al verde un peatón muy singular. Oh, es él, me entraron ganas de decir, como Maruja Torres en el libro que le dedicó a Julio Iglesias. Los dos son del mismo año, porque Joan Manuel Serrat también nació en 1943. Vencí mi pudor y no me pude reprimir. Le recité de carrerilla esa delantera del Barcelona que él incluyó en una de sus canciones: Basora, Kubala, César, Moreno y Manchón. Iba en compañía de otras dos personas, que se quedaron algo estupefactos cuando le dije a Serrat que contando las sílabas de esa delantera salía un verso alejandrino de catorce sílabas. Medida perfecta para sonar en cualquiera de sus canciones.

Cruzamos juntos el semáforo, el color rojo del farmacéutico sevillista daba paso al color verde de su mellizo el farmacéutico bético. Le dije que no era el único caso de arbotante entre fútbol y poesía. Le recité la mítica delantera del Athletic de Bilbao: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza. Otro verso alejandrino con otro Pichichi en el centro, como el leonés César: Telmo Zarra, autor del mítico gol de España a Inglaterra en Maracaná. Ese quinteto del Madrid me acompaña desde mi infancia y se lo recité al blaugrana Serrat: Amancio, Serena, Grosso, Velázquez y Gento. Otro verso alejandrino. Le añadí los

Cinco Magníficos del Zaragoza: Santos, Canario, Marcelino, Villa y Lapetra. Otro verso alejandrino. Marcelino, autor del gol a Yashin en la final de la Eurocopa de 1964, es el único superviviente con Iríbar de aquel equipo. Cuatro versos alejandrinos caminando con Serrat. Estuvo cordial, receptivo. Lo felicité por el reciente reconocimiento universitario. Sólo me faltó otro de mis versos alejandrinos preferidos, la delantera stuka del Sevilla: López, Pepillo, Campanal, Raimundo y Berrocal. Conste en acta que este descubrimiento lo hice preparando el prólogo para el libro Poemario Esférico, del ingeniero y poeta Abel González Canalejo. Y la comprobación de la métrica balompédica la calculé una noche en la que el sueño se resistía a venir y lo atraje con estos atajos de duermevela.

Esas delanteras ya forman parte de la prehistoria, como los versos alejandrinos. Entre las rotaciones, los cinco cambios y los mercados de invierno, el fútbol se nos volvió prosaico, cosa de carrileros. Antes de despedirnos, Serrat me preguntó por Paco Gallego, el histórico defensa central del Barcelona que formó parte del mítico triángulo Rifé-Gallego-Eladio. Nacido en Puerto Real, salió de la cantera del Sevilla y a Nervión volvió tras ganarse el corazón de la afición del Camp Nou. Serrat es de esa quinta. Como cuarto defensa o como portero suplente podría integrarse en la zaga blaugrana, que por orden cronológico sonaría así en la megafonía del estadio: Eladio (1940), Sadurní (1941), Rifé (1942), Serrat (1943), Gallego (1944). Serían divertidas esas giras con el colchonero Joaquín Sabina y con el madridista Miguel Ríos.

Serrat y Sabina aparecen en la nómina de autores de Un balón envenenado, antología de Poesía y fútbol con selección de Luis García Montero y Jesús García Sánchez. De Sabina incluyen el himno del centenario del Atlético de Madrid, que después de la paliza del sábado al eterno rival habrá sonado por doquier, “ni merengues ni marrones / a mí me gustan las rayas / canallas de los colchones”. García Montero, que es del Madrid de los García, viudo de la muy colchonera Almudena Grandes, hizo del Kubala seleccionador para elegir de Serrat su poema Kubala, del disco Material sensible (1989). “Pelé era Pelé / y Maradona uno y basta. / DiStéfano era un pozo de picardía… /… Todos tienen sus méritos / a cada cual lo suyo, / pero para mí ninguno / como Kubala”. Y enumera en verso sus virtudes: “La para con la cabeza, / la baja con el pecho, / la duerme con la izquierda…”.

La delantera de la canción de Serrat, el alejandrino del semáforo, la recitó Luis García Montero el verano de 1994 en una mesa redonda que compartimos, organizada por José María Gutiérrez, en los cursos de La Rábida entre frescos de Daniel Vázquez Díaz y sueños de marineros. Además de ese poema, el director del Instituto Cervantes recitó la Oda a Platko que Alberti incluyó en su libro Cal y Canto, crónica de la final de Copa de 1928 que disputaron en el Sardinero el Barcelona y la Real Sociedad, y un poema de Leopoldo de Luis titulado Fútbol modesto. El comienzo de todo. Lo maravilloso del fútbol es que por abismales que sean las diferencias presupuestarias, son los mismos el número de contendientes, la duración de los partidos, las reglas del juego. Y probablemente en esas aguas abisales del fútbol suburbial, de barrio o de pedanía sigan existiendo los ataques de cinco delanteros con alejandrinos de pueblo, que suena a pan riquísimo.

Antes Serrat cuando venía a Sevilla se pasaba por Becerra y ahora para en Becerrita. De Enrique a Jesús. Todo sigue en familia. De la zona del primero conserva su afición a pasarse por Casa Moreno y encargarle a Emilio Vara las regañás y los lomitos. Tiene que estar en forma por si un día el mister lo convoca a reforzar el cuarteto Sadurní-Rifé-Gallego-Eladio. No hay poema más permeable en la memoria de un niño que la alineación de su equipo. O la del ajeno, porque mi amigo Diego Carrasco se sabe de memoria el equipo de la Unión Soviética que cayó contra España en 1964 con los goles de Marcelino y Chus Pereda. La delantera stuka y Kubala son duda para el Sevilla-Barcelona del domingo.

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