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La hora de reprogramar el PGOU

  • El despertar de la construcción es una buena noticia en una ciudad que afronta retos como poner en carga casi 5.000 viviendas o decidir dar a esos suelos otros usos más acordes a las necesidades

Antonio Muñoz muestra planos del PGOU.

Antonio Muñoz muestra planos del PGOU. / Juan Carlos Vázquez

El modelo de ciudad que recoge el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Sevilla fue diseñado en 2006, pero el sentir de la comisión municipal que sigue su desarrollo es que el documento sigue siendo válido una década después. Y más ahora que la construcción parece que empieza a despertar de su letargo. A Antonio Muñoz, el delegado que ha cogido las riendas del urbanismo en el gobierno de Juan Espadas, hablar de hacer borrón y cuenta nueva en el PGOU le parece un comentario demasiado frívolo, pues considera que basta con adaptar el documento y poner deberes a una comisión de seguimiento que algunos pensaban que había dejado de tener sentido, pues en el anterior mandato sólo se reunió dos veces. Las mismas que se ha reunido en lo que va de éste, en el que, además, se ha renovado. La clave está en fijarse metas a medio-corto plazo, menos filosofía y más pragmatismo. Y, para ello, Muñoz ha optado por constituir mesas sectoriales, con amplia participación, a las que se les pedirá que elaboren un dictamen con medidas concretas. ¿Qué se puede hacer en materia de urbanismo en la ciudad? ¿Cómo y cuándo?

De entrada, la intención es buena y el momento favorable. La reactivación del sector es una gran noticia en una ciudad que, a pesar de la mejoría experimentada en los últimos meses, cuenta todavía con casi 5.000 viviendas que están listas para ser edificadas pero cuyos promotores aún no han pedido la licencia de obras. Proyectos congelados, a veces no sólo por problemas de financiación, cuya reactivación asume ahora como reto el gobierno municipal. Esta mejoría del sector no es para nada atribuible a su gestión, sino a una nueva coyuntura económica en la que la iniciativa privada está respondiendo muy bien. Y, por ello, su papel es también contribuir en esta nueva tendencia. ¿Cómo? Por ejemplo, desatascando los muchos expedientes que se acumulan en la Gerencia de Urbanismo. Algo se ha hecho en el último año y medio, pero se ve que no es suficiente si los proyectos visados por el Colegio de Arquitectos son bastantes más que las licencias de obras autorizadas. La Administración necesita ser más ágil y en eso asegura que está trabajando el gobierno del PSOE, que quiere simplificar los trámites para que se puedan hacer, por ejemplo, de forma telemática. Ya han reforzado los servicios técnicos para aminorar los tiempos de espera y están interpretando el silencio adminisitrativo en positivo, esto es, si no te han contestado en equis días, licencia autorizada.

Todos estos asuntos por resolver demuestran que Sevilla no es lo competitiva que debería ser. Y ahora que soplan otros aires, los que dirigen el urbanismo en la ciudad se enfrentan a varios retos.

El primero es cambiar la programación. El PGOU contemplaba la construcción de 65.000 viviendas de nueva planta y a día de hoy sólo han sido edificadas unas 11.000, la mayoría de ellas de promoción pública. En los últimos meses se ha solicitado licencia para construir 900, pero quedan pendientes cerca de 5.000 que no se sabe cuándo se iniciarán. Y es aquí cuando surge una reflexión en el marco de esa comisión de seguimiento del PGOU: si hay que reprogramar, porque evidentemente no se han cumplido los plazos acordados para construir este parque de viviendas, ¿no sería conveniente desclasificar esos suelos? ¿Qué quiere decir esto? Pues que si un promotor ha tenido unos años para construir viviendas y no lo ha hecho ni tiene previsto hacerlo en breve, se podría clasificar esos terrenos urbanizables con otro uso más acordes a las necesidades actuales.

Una propuesta muy de izquierdas y un debate interesante que debe ser abordado ahora por el gobierno municipal. Un gobierno que llegó con el reto de darle uso también a 13 millones de metros cuadrados de suelo para actividades productivas. Es verdad que en los últimos meses se ha avanzado significativamente la tramitación urbanística que hará posible el desarrollo de importantes proyectos privados de calado, como la próxima planta de aerogeneradores en el puerto de Sevilla y las diversas actuaciones anunciadas en el Airbus en San Pablo y de Tablada. Pero el resto se reduce a centros comerciales, como el de Palmas Altas o el de la Torre Sevilla, a los que se suma el futuro desarrollo urbanístico del muelle del Batán, donde la locomotora es el proyecto Sevilla Park. Sin contar con los nuevos hoteles proyectados en una ciudad que, paradójicamente, no quiere estar vinculada exclusivamente al comercio y la hostelería.

La Sevilla ideada por Espadas era más ambiciosa y pretendía tener también su reflejo en el PGOU. Sevilla sabe promocionarse en los mercados turísticos, lo está demostrando con nota alta, pero en otros ámbitos no hace los deberes para atraer a profesionales y empresas que se instalen aquí. Marketing urbano se llama. El Ayuntamiento -se le criticaba al anterior gobierno de Zoido- debe facilitar que los empresarios locales puedan ampliar e internacionalizar sus negocios y lograr que Sevilla sea atractiva. En el sector aeronáutico este camino se ha emprendido con éxito. Pero hay que buscar otros. El de la biotecnología o la agroalimentación están señalados en el PGOU, como el de las nuevas energías. El concejal Antonio Muñoz tiene otro empeño: le gustaría que parte de esos suelos productivos los ocuparan emprendedores que no necesitan ni quieren subvenciones y trabajan ya con el mercado europeo, el norteamericano e incluso el asiático.

Ya sean empresarios con corbata o con zapatillas de deporte, el reto del gobierno municipal es reflejar en el PGOU una foto de la ciudad en movimiento y aprovechar el cambio de tendencia. Cuando la crisis deja de ser un argumento recurrente, la pelota está en sus manos.

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