La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El 'inquifatuo' de la Moncloa
La mujer del detenido por matar al sacerdote Carlos Martínez Pérez el pasado 16 de julio declaró ante la juez que su marido le envió un mensaje al teléfono reconociendo que acababa de cometer el crimen. En su declaración como testigo en el juzgado de instrucción 10 de Sevilla (que instruye el caso), la mujer del detenido y sobrina del vicario de San Isidoro precisó que el mensaje le llegó pasadas las 20:00 horas, poco después de que se produjera la muerte del presbítero, con el siguiente texto: "Tu tío se está desangrando en el portal, lo he matado".
En ese momento, la mujer creyó que se trataba de otro de sus tíos, por lo que mandó a sus hijos al domicilio que tiene éste en Triana. Al comprobar que la víctima no era él, se dirigieron a casa del vicario, encontrándose ya allí a los agentes de Policía. La mujer del presunto asesino también relató de manera tajante en su comparecencia que "en ningún momento recibió amenazas ni malos tratos físicos" por parte del detenido, que se encuentra en la actualidad en prisión provisional.
Además de este testimonio, otro testigo que es empleado de un taller cercano al lugar donde ocurrieron los hechos (en la calle Francisco Carrión Mejías) declaró en el juzgado que escuchó los gritos del sacerdote tras la agresión, según informó el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Este testigo, que aseguró que no escuchó insultos ni discusión previa al crimen, señaló que tras la agresión pudo ver cómo la víctima caía al suelo y el detenido huía del lugar en un turismo, tras lo que se dirigió hasta el portal y encontró al vicario en el suelo, por lo que llamó a la Policía y les proporcionó algunos números y letras de la matrícula del coche referido, lo que posibilitó su rápida detención por los agentes.
La juez que está investigando lo ocurrido está pendiente de recibir un informe de la Policía Científica sobre el análisis de los restos de sangre aparecidos en la camisa del detenido y en el arma encontrada, así como los resultados del informe forense psiquiátrico practicado al imputado.
José Eugenio Alcarazo Fernández está en prisión provisional comunicada y sin fianza. La juez le imputa un delito de asesinato. Durante su comparecencia ante la Policía, el detenido confesó el crimen y relató que cogió el cuchillo y fue al número 8 de Francisco Carrión Mejías, donde vivía el sacerdote, para asestarle varias puñaladas, añadiendo que el motivo que le llevó a tomar esta decisión fue que culpaba a la víctima "de los males de su matrimonio, debido a la influencia que ejercía sobre su mujer", de la que se encuentra en proceso de divorcio. No obstante, el imputado negó que se desplazara hasta Triana, donde fue detenido por la Policía portando aún el cuchillo, con la intención de matar a su mujer, sino que se trasladó hasta allí para "contarle en persona lo que había hecho", aunque previamente ya le había informado por teléfono de lo ocurrido.
En el atestado policial entregado al Juzgado "no consta ningún indicio" que lleve a pensar que la intención del detenido fuera acabar con la vida de su pareja. Posteriormente, el detenido compareció ante el juez de guardia, ante el que se acogió a su derecho constitucional a no declarar, tras lo que el juez ordenó su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza por un delito de asesinato.
Según las primeras investigaciones, el sacerdote Carlos Martínez Pérez recibió cinco puñaladas. Una de ellas le alcanzó en el pecho y resultó mortal, otras dos le causaron cortes profundos en la espalda, y tenía además otras dos heridas superficiales en los brazos, posiblemente debidas a un intento de defensa. El marido de su sobrina, José Eugenio Alcarazo Fernández, de 52 años, lo esperaba en el portal de su casa, en el número 8 de la calle Francisco Carrión Mejías, armado con un cuchillo de grandes dimensiones con el que presuntamente le atacó por sorpresa y lo mató.
El presbítero, de 75 años, murió prácticamente en el acto, desangrado en el rellano de su bloque, después de que la cuchillada del pecho le afectara órganos vitales. Acababa de decir una misa en el monasterio de San Leandro, donde era capellán, y se dirigía a su casa, a un paso de este templo.
El sacerdote tenía previsto oficiar otra eucaristía en la parroquia de San Isidoro, de la que era vicario -también oficiaba en las iglesias de San Ildefonso y Santiago-, pero quiso cambiarse de ropa antes. El padre Martínez entró en el portal y, cuando apenas había dado unos pasos, fue atacado por su presunto asesino. Éste había amenazado al cura en alguna ocasión anterior, que había llevado al sacerdote a plantearse presentar una denuncia contra él. Así se lo transmitió a un íntimo amigo. Según apuntaron algunos vecinos la misma noche del crimen, el presbítero animaba a su sobrina a que se separase.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios