Ni izquierdas ni derechas
Puntadas con hilo
A pesar de la crisis que castiga a muchos sevillanos, no se percibe en la calle ningún gran apego ni rechazo manifiesto a los principales partidos. Sí mucho hartazgo y una desconfianza que crece.
Aalgunos les sorprende que la situación de crisis social que vive la ciudad no haya dado ya pie a alguna gran movilización. En cualquier conversación de barra de bar o tertulia de parque se masca el rechazo que provoca la corrupción, la del caso Bárcenas y la del escándalo de los ERE de la Junta de Andalucía, y se siente el dolor del desempleo y los desahucios. Luego se mira alrededor y la vida sigue y fluye en las terrazas de veladores, en los centros de ocio y las calles comerciales que parecen convertirse en un refugio donde aparcar las penas y las malas noticias. Y entonces suelen surgir otras conversaciones, las de los baches y los parches de alquitrán, las de las calles llenas de cacas de perro o las de las multas de tráfico. Pero, curiosamente, ni en las más trascendentes ni las más domésticas de estas conversaciones se observa una especial inquina contra el político responsable de turno. Son todos iguales, suele ser la coletilla final de muchas de estas discusiones.
El ciudadano está harto y sin fuerzas para pelear por el bien común cuando se las ve y se las desea para batallar por el suyo propio. Y dos años han sido más que suficientes para perder la ilusión depositada en el nuevo gobierno municipal, por ir a lo más cercano. El PSOE, el principal partido de la oposición, dice que la ciudad está dormida y está buscando la fórmula para zarandearla. Pero el reto se presenta complicado. Basta volver a una de esas tertulias callejeras para comprobar que los debates sobre la confrontación política y el tira y afloja que la Junta y el Ayuntamiento utilizan para justificar la falta de proyectos reales en Sevilla interesan poco o nada a la mayoría. Y si es cuestión orgánica de partido, cada vez menos, pues el desapego a la clase política no mengua. Los discursos sobre regeneración suenan todavía a ciencia ficción.
Y esto hace que una gran mayoría de sevillanos no se crean ni a los de izquierdas ni a los de derechas. Y que tampoco sientan ningún apego por unos u otros. Muchos de izquierdas que votaron a Zoido no lo volverían a hacer hoy, ni siquiera algunos que se identifican con el PP. Y lo mismo ocurre al revés. Saber qué ocurriría en estos momentos si hubiera una cita con las urnas es difícil. Algunos sondeos internos que barajan los partidos apuntan al desgaste del PP, lógico, y a una caída más o menos sostenida del PSOE. Y dejan entrever que IU podría subir si se renueva y que los grandes beneficiados de este hartazgo serían partidos minoritarios como UPyD, una formación sin ideología clara ni sin líder visible, a excepción de Rosa Díez a nivel nacional. Una formación que, por su propia maquinaria interna, no elige a sus candidatos hasta meses antes de la cita con las urnas y que aglutina a un votante urbano y descontento que huye de las grandes siglas y que, por convicción, se resiste a dejar de votar. El partido magenta ya logró concejales en Utrera o Espartinas a base de este tipo de votante harto y desconfiado al que le da igual ya la izquierda o la derecha, sólo quiere mejorar y que su entorno mejore.
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