No hay lápices en la calle San Gregorio

EL Consejo General de Hermandades y Cofradías está en el número 26 de la calle San Gregorio, frente al palacio de Yanduri donde nació el poeta y premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre. Junto al puesto de mando de los cofrades está la oficina provisional del hotel Alfonso XIII mientras duran las obras del edificio de Espiau. Y la clínica dental Puerta Jerez que comparten la ortodoncista Marta Bobadilla Ochoa de Aspuru y el cirujano bucal David Gallego.

Dientes afilados. Es lo que dicen las malas lenguas que abunda entre bastidores del Consejo cada vez que suenan tambores de pregonero. En la calle San Gregorio no se pregona, se bisbisea en los cafés. Está en el itinerario del circuito turístico de los coches de caballos. En esta calle sería muy difícil encontrar el lápiz rojo con el que el Arzobispado pretende validar con criterios pastorales la idoneidad de los pregoneros de una ciudad donde cambiaron los titulares de la diócesis y la alcaldía.

Cuesta encontrar un lápiz porque cerraron la librería Babel y la papelería Vitruvio. La primera se ha trasladado a la calle San Fernando, Via Apia de la cofradía de los Estudiantes tan unida a Juan Moya García y Juan Moya Sanabria, único caso de padre e hijo que pregonaron la Semana Santa con la que se familiarizaron desde los balcones de la plaza de la Contratación. Se alquila torre de Babel: 70 metros cuadrados. Se fueron todos los libros. En el interior sólo quedan dos carteles de Fiestas Primaverales: el de 1919 que firma Barreira, y el de 1946 que pintó Baena. Este último corresponde a la Semana Santa y Feria del año anterior a la visita de Evita. El pregón de 1946 lo pronunció Luis Morales Oliver, catedrático de Filología Románica. Los pregoneros por lo general no saben latín. Todos sabemos griego.

En San Gregorio desembocan las calles Roldana y Mariana Pineda. Dos mujeres de bandera. La calle más explícitamente vinculada con los pregones, más que calle plazuela, es la que lleva el nombre de Antonio Rodríguez Buzón. Su pregón, en 1956, el año de la invasión de Hungría y el boicot español a los Juegos de Melbourne, es el único que acabó con el pregonero a hombros de sus enfervorizados incondicionales.

Bajo el nombre del pregonero, señales de tres posadas: los hostales Van Gogh y Picasso y el hotel Zurbarán. Es muy socorrido el recurso a los pintores para la nomenclatura hotelera: también los tienen Rubens, Murillo o Dalí. Por su vida bohemia, a los pintores les cuadran mejor los hostales que los hoteles donde suelen terminar las copias de sus cuadros. El pregón de Semana Santa es un mapa de sentimientos. Frente al Consejo de Cofradías y Hermandades está la sede del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía por cuya puerta pasan cofradías de turistas todos pertrechados con planos de la ciudad. El tráfico, casi siempre precedido por un coche de caballos, va lento, a ritmo de funeral. Cinco señoritas de Avignon recién escamondadas salen del hostal Picasso mientras algunos funcionarios desayunan junto a Vitruvio.