¿Quién fue León XIII? Un Papa con calle en Sevilla de triste recuerdo
El anterior Pontífice con ese nombre gobernó la Iglesia Católica durante casi 26 años y revolucionó el pensamiento social cristiano
Última hora sobre la elección del nuevo Papa
El nuevo Papa ha elegido llamarse León XIV. Robert Prevost, hasta ahora cardenal norteamericano, adopta este nombre asociado otras trece veces previas al papado y al que el callejero une a Sevilla donde tiene una calle dedicada al anterior pontífice llamado León.
La calle es muy conocida en Sevilla y de triste recuerdo, por ser en la que según establece la sentencia del juzgado de menores al Cuco, murió Marta del Castillo.
El piso de la calle León XIII ha tenido un papel central en la investigación del asesinato de Marta del Castillo, no solo por ser el lugar donde se cometió el crimen, sino también por su relevancia en las últimas líneas de investigación reabiertas por el juzgado.
Más allá de esta infausta historia en la ciudad, la calle dedicada al Papa de finales del siglo XIX merece repasar quién fue León XIII y por qué su papado ha pasado a la historia.
Vincenzo Gioacchino Pecci, quien pasaría a la historia como el Papa León XIII, nació el 2 de marzo de 1810 en Carpineto, una pequeña localidad al sur de Roma. Sexto hijo de una familia humilde, nadie podía prever que este hombre llegaría a convertirse en uno de los pontífices más influyentes de la era moderna, cuyo legado continúa vigente en la doctrina social de la Iglesia Católica más de un siglo después de su muerte.
Tras su elección en febrero de 1878, a la edad de 69 años y con una salud aparentemente frágil, muchos consideraron su pontificado como meramente transitorio. Sin embargo, contra todo pronóstico, León XIII dirigió la Iglesia durante casi 26 años, hasta su fallecimiento el 20 de julio de 1903, cuando contaba con casi 94 años. Durante este extenso período, transformó profundamente el papel del papado en el mundo moderno, estableciendo diálogos con gobiernos, defendiendo a los trabajadores y posicionando a la Iglesia ante los grandes desafíos sociales de la época.
Su formación académica fue excepcional para la época. Educado inicialmente en el colegio jesuita de Viterbo (1818-1824), continuó su formación en el prestigioso Colegio Romano (1824-1832) y culminó sus estudios en la Academia de Estudios Eclesiásticos (1832-1837). Esta sólida base intelectual marcaría su enfoque al frente del timón de la Iglesia Católica, donde demostró una notable capacidad para analizar y responder a los complejos problemas sociales y políticos de finales del siglo XIX.
El camino hacia el papado
Tras su ordenación sacerdotal en 1837, Vincenzo Pecci inició una brillante carrera al servicio de la Santa Sede. Como gobernador papal en Benevento (1838-1841) y posteriormente en Perugia (1841-1843), se distinguió por su capacidad administrativa y su compromiso con la justicia social. Una de sus iniciativas más destacadas fue la creación de un banco para ayudar a los más desfavorecidos, revelando ya su preocupación por las cuestiones sociales que marcarían su futuro pontificado.
En 1843 fue consagrado obispo y enviado como nuncio apostólico a Bélgica, donde permaneció dos años antes de regresar a Italia para hacerse cargo de la diócesis de Perugia. Durante los 32 años que estuvo al frente de esta diócesis, Pecci mostró un compromiso inquebrantable con la formación religiosa de sus fieles y fundó la Academia de Santo Tomás de Aquino en 1859, sentando las bases de lo que sería su posterior impulso al tomismo como filosofía oficial de la Iglesia.
En 1860, cuando el estado pontificio de Perugia fue anexionado a Cerdeña, Mons. Pecci se enfrentó a una legislación secularista que restringía la libertad religiosa. Su firme defensa de los derechos de la Iglesia y de los fieles católicos no le impidió, sin embargo, mantener relaciones cordiales con las nuevas autoridades, demostrando ya entonces su habilidad diplomática.
El cardenal Pecci fue nombrado camarlengo en 1877 y, tras el fallecimiento del Papa Pío IX, un cónclave de apenas tres días lo eligió como sucesor el 20 de febrero de 1878, tomando el nombre de León XIII.
El Papa de las encíclicas sociales
Si hay algo que define el pontificado de León XIII es su prolífica producción magisterial. Autor de aproximadamente 50 documentos, es conocido como "el primer Papa de las encíclicas", utilizando magistralmente este formato para difundir la enseñanza de la Iglesia sobre los más diversos temas que preocupaban a la sociedad de su tiempo.
Sin duda, su encíclica más trascendental fue la Rerum Novarum, promulgada el 15 de mayo de 1891. Este documento marcó el nacimiento oficial de la doctrina social de la Iglesia y valió a León XIII el sobrenombre de "Papa de los obreros". En un momento histórico marcado por la explotación laboral y la miseria de las clases trabajadoras, el pontífice alzó su voz denunciando tanto los abusos del capitalismo desenfrenado como los peligros del socialismo materialista.
La Rerum Novarum, considerada la 'Carta Magna del Trabajo', defendía la dignidad del trabajador y su derecho a un salario justo, mientras reclamaba mejores condiciones laborales y reconocía el derecho de asociación de los obreros. Este documento revolucionario sentó las bases para toda la posterior enseñanza social católica y continúa siendo un referente fundamental más de 130 años después de su publicación.
Otra de sus encíclicas fundamentales fue la Aeterni Patris (1879), donde propuso a Santo Tomás de Aquino como modelo para los estudios filosóficos y teológicos, impulsando una renovación del pensamiento tomista que tendría profundas repercusiones en la teología católica del siglo XX.
Un diplomático en tiempos turbulentos
León XIII demostró extraordinarias dotes diplomáticas durante un periodo especialmente complejo para las relaciones entre la Iglesia y los Estados. Tras la pérdida de los Estados Pontificios, el Papa quedó reducido al minúsculo territorio del Vaticano, pero esto no impidió que desarrollara una intensa actividad diplomática orientada a mejorar las frágiles relaciones con diversos Estados europeos.
Aunque las negociaciones con Italia no dieron frutos positivos, ni tampoco se lograron grandes avances con Francia, sí consiguió importantes éxitos en Alemania, donde logró poner fin a la Kulturkampf, la "guerra cultural" emprendida por Bismarck contra la Iglesia Católica mediante leyes restrictivas aprobadas principalmente en 1873.
Otro de sus éxitos diplomáticos fue el arbitraje en el conflicto entre Alemania y España por las Islas Carolinas, demostrando que, pese a haber perdido su poder temporal, el papado seguía siendo una autoridad moral respetada en el concierto internacional.
¿Cuál fue la contribución de León XIII al ecumenismo?
En el terreno ecuménico, el pontificado de León XIII supuso un avance significativo en las relaciones con las Iglesias Orientales. Su objetivo prioritario era lograr la reunificación con quienes se habían separado de Roma, y en 1879 celebró el fin del cisma caldeo y del cisma armenio.
Sin embargo, las relaciones con los anglicanos no siguieron el mismo camino positivo. En 1896, una comisión pontificia nombrada por León XIII para estudiar la validez de las ordenaciones anglicanas concluyó que no existía entre ellos una verdadera continuidad en la sucesión apostólica, decisión que amplió la brecha entre ambas confesiones.
¿Cómo contribuyó León XIII al desarrollo científico?
Lejos de la imagen de una Iglesia opuesta al progreso científico, León XIII mostró un vivo interés por el avance de las diversas ciencias y el conocimiento de la verdad. Una de sus decisiones más significativas en este ámbito fue la apertura de los Archivos Vaticanos en 1883, facilitando así la investigación histórica al permitir el acceso a documentos que durante siglos habían permanecido fuera del alcance de los investigadores.
Este gesto simbolizaba la actitud de apertura y diálogo con la modernidad que caracterizó su pontificado, buscando siempre la armonía entre fe y razón, entre tradición y progreso, entre los valores perennes del cristianismo y las legítimas aspiraciones del mundo contemporáneo.
El legado de un pontificado transformador
Cuando León XIII falleció el 20 de julio de 1903, a la edad de casi 94 años, dejaba tras de sí un papado profundamente transformado y una Iglesia mejor preparada para afrontar los desafíos del siglo XX. Su legado es inmenso y continúa influyendo en la doctrina y la acción de la Iglesia Católica en numerosos ámbitos.
Su defensa de la dignidad humana frente a las ideologías deshumanizadoras, su compromiso con la justicia social, su impulso al diálogo entre fe y razón, y su habilidad para situar a la Iglesia como interlocutora relevante en el debate público son aspectos que conservan plena actualidad.
La figura de León XIII emerge así como la de un pontífice que supo leer los signos de los tiempos y responder a ellos con sabiduría y prudencia, manteniendo firmes los principios esenciales de la fe católica mientras tendía puentes hacia el mundo moderno. Su pontificado constituyó, sin duda, un punto de inflexión en la historia de la Iglesia contemporánea y sentó las bases para el desarrollo posterior del magisterio social católico.
Aquel hombre frágil que muchos consideraron un papa de transición acabó siendo uno de los pontífices más longevos e influyentes de la historia, demostrando una vez más cómo los designios divinos superan frecuentemente los cálculos humanos.
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