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obituario

Muere Margarita Prieto, documentalista del Centro de Documentación Europea de Sevilla

  • Organizó de la nada una estructura de trabajo y una forma de proceder como jamás he visto en mis más de 30 años de vida académica

Margarita Prieto.

Margarita Prieto. / D. S.

Ríanse de internet. Margarita Prieto (20 julio de 1946 / 10 de septiembre de 2022) tenía una cabeza que ya la hubieran querido en Silicon Valley. En una época en que la red aún no era herramienta de pleno uso en la investigación universitaria, el acceso a la documentación generada en el plano comunitario europeo resultaba esencial. Y para eso el Centro de Documentación Europea de Sevilla contó, como documentalista, con una joven gallega que hizo época, que ganaba amigos con su trato y que ayudó a muchos de nosotros en nuestro trabajo.

El Centro, creado en 1982, fue una iniciativa pionera y puntera. Aquel año San Juan Pablo II visitaba Sevilla por vez primera, se produjo el triunfo del PSOE de Felipe González en las elecciones generales y se celebraba el Mundial de fútbol en nuestro país. En el origen del Centro de Documentación Europea concurrió un grupo de personas que marcó su impronta y su devenir. De entre ellas nombraré a dos. Por un lado a Ricardo Franco, el personaje irrepetible de Vespa roja con visera que fue recordado con tanto afecto en el responso de hace unos días y al que no se ha rendido el homenaje que en justicia merecía. Por otro lado a Margarita Prieto, la antítesis profesional de Ricardito (como ella lo llamaba cariñosamente). Ambos se nos fueron a la Casa del Padre con la luna llena.

Margarita representó una línea de continuidad que hizo del Centro ser lo que hoy es. Organizó de la nada una estructura de trabajo y una forma de proceder como jamás he visto en mis más de treinta años de vida académica. Cuando alguien precisaba un documento, ella tomaba nota en un pequeño papel; podía uno irse con la tranquilidad de saber que, con voz firme y a la vez cálida, en breve recibiría una llamada de Margarita poniendo aquél a su disposición. No había documento que se le resistiera, por complejo que fuera el acceso a la fuente. Con esas raíces el Centro así creció y extendió su labor allende la universidad para prestar una labor impagable a la sociedad: empresarios, abogados, administraciones, etc.

Ello se explicaba por la entrega, la puntualidad y la rigurosidad de la persona a la que ahora despedimos. Margarita proyectó en su labor su manera de ser y de estar en la vida: seria en el trabajo (¡qué ejemplo para todos!) y entrañable en lo personal. Fue una muestra de tantos servidores públicos que consagran su vocación a la sociedad y que hacen a ésta mejor sin querer reconocimiento a cambio. A lo que aunó sus pasiones personales (era una mujer enormemente culta) y su devoción por su familia: sus hijos y sus nietas, por las que se desvivía (¡qué gran excusa para sus frecuentes visitas a Paris!); como una de ellas proclamó en el responso, fue la mejor madre y la mejor abuela. La sonrisa que la invadía cuando se le preguntaba por ellas traslucía la limpieza de corazón y la bondad natural que hacían de motor de su vida.

En uno de nuestros últimos encuentros le pregunté si era consciente de que, en Sevilla, había dejado de ser Margarita Prieto para convertirse en la madre de Joselito Laguillo. La risa franca y los ojos alegres fueron su respuesta de orgullo. Así manifestaba lo que siempre quiso ser: una mujer para los demás. Descansa en paz Margarita y gracias por haber estado en nuestras vidas.

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