La muerte de Cuqui, un fracaso del sistema
El crimen de Pino Montano revela la necesidad de establecer protocolos asistenciales para personas dependientes y con enfermedades mentales
La víctima también sufrió malos tratos el año pasado y estuvo en una casa de acogida sólo una semana
La muerte violenta de María del Carmen A. S. J., de 67 años, a quien todo el mundo en Pino Montano conocía por el sobrenombre de la Cuqui, supone el fracaso de todo un sistema de protección de las personas dependientes, de las que sufren enfermedades mentales y de las que padecen la violencia machista. Porque todo experimentó la víctima del crimen de Pino Montano a lo largo de su vida.
Nació con una deformidad en las piernas que le impedía caminar y se veía obligada a desplazarse en una silla de ruedas. Sufría un trastorno mental que nadie se encargó de tratar y que estaba completamente descompensado. Y, en el último año de su vida, también padeció los malos tratos a manos de una de sus parejas, un ciudadano marroquí de 37 años con el que todavía tiene un juicio pendiente.
La Cuqui pasó una semana en una casa de acogida para víctimas de la violencia machista, hasta que un juez decidió que no siguiera en ella porque, cuando declaró, dijo que no era pareja del presunto maltratador. Algunos vecinos aseguran que la extorsionaba, la violaba y le propinaba palizas. El caso es que María del Carmen dejó la casa de acogida y volvió a su casa, donde la madrugada del pasado jueves fue asesinada presuntamente por su sobrino político, un hombre de 43 años que la asfixió, supuestamente estrangulándola con una sábana. Luego, este hombre hizo una foto al cadáver y se la envió a su hija, que fue la que avisó a la Policía.
Cuando llegaron los agentes, uno de ellos se coló en la casa, un piso bajo del bloque 8 de la calle Corral de los Barquilleros. El salón da a la calle y siempre podía verse en continuo desorden. “Cuando tenía las crisis de su enfermedad, se ponía a romper cosas y las tiraba al suelo. Y allí se quedaban y las podía ver cualquiera que pasara”.
Ahora, en los últimos días, aseguran algunos vecinos que era cuando se había puesto a ordenar y limpiar la casa, coincidiendo con la llegada del que terminaría siendo su verdugo. Los servicios sociales acudieron numerosas veces a la vivienda, la Policía otras tantas, pero ni siquiera la denuncia por malos tratos sirvió para que alguna autoridad decidiera sacarla de allí, a pesar de que era evidente que esa mujer no podía vivir sola.
María del Carmen tenían una pensión importante. Había vendido de cupones, tenía una discapacidad y también era viuda. Pero era una persona completamente dependiente. Una vecina que la atendía con frecuencia se lamenta de haber oído a algunos vecinos criticarla una vez muerta y decir que era una persona muy conflictiva. “Ninguno de ellos hizo nada por ayudarla. Cuando pasaban por la puerta de su casa y la veían en completo desorden, ¿por qué nadie la ayudaba?”, se pregunta esta mujer, que apunta a que la víctima de este crimen era una persona de gran corazón, aunque admite que insultaba a diestro y siniestro cuando se encontraba en alguno de los brotes de su enfermedad.
La Cuqui se convirtió en “la gallina de los huevos de oro” de muchos tipos de baja estofa del barrio. Se desplazaba en un carrito eléctrico que se averió. Tuvo que sustituirlo por una silla de ruedas manual y necesitaba ayuda para moverla. Fueron muchos los que se prestaron a empujar el carro a cambio de dinero, que en muchas ocasiones utilizaban para comprar droga en la plaza próxima a su casa. Ella no bebía ni se drogaba. Sólo fumaba.
Uno de estos aprovechados fue un ciudadano marroquí de 37 años, al que conoció en la primavera de 2020. Pronto el hombre se instaló en la casa. La extorsionaba, le robaba los teléfonos móviles para revenderlos y le sacaba todo el dinero que podía. También la violaba y le pegaba, sostienen los vecinos, que la convencieron para que presentara una denuncia después de una paliza en la que le rompió el brazo. También decía que se la llevaría a Marruecos. La Policía detuvo al presunto autor de estos malos tratos, pero la Cuqui sólo estuvo una semana en una casa de acogida. Volvió a su hogar y a su vida habitual. Hasta que por allí apareció su sobrino político.
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