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Tradiciones

Las naranjas de Sevilla que endulzarán el paladar de Carlos de Inglaterra y Camila

Entrega de naranjas amargas del Alcázar al embajador británico / Juan Carlos Muñoz

Pocas citas en el Alcázar de Sevilla logran tal éxito de convocatoria. Televisiones, radios y periódicos no han querido perderse este miércoles la entrega de las naranjas a la Embajada británica en España para elaborar la mermelada que endulzará el paladar del nuevo rey de Inglaterra y de su esposa Camila Parker Bowles (a la que, según Wikipedia, desde 2022 ya se le puede llamar Camila del Reino Unido). Se mantiene así la tradición recuperada hace un lustro por el que fuera alcaide del palacio mudéjar, Manuel del Valle, y que en esta ocasión conoce un nuevo periodo tras la muerte de Isabel II el pasado septiembre. 

En esta ciudad de ancladas tradiciones (aunque algunas sean de anteayer por la tarde), la entrega de las naranjas del Alcázar va camino de convertirse en otro de los ritos sevillanos dignos de ser retransmitidos en directo. No le faltan ingredientes para ello: diplomacia, belleza paisajística y por qué negarlo, el interés que suscita en los medios todo lo relacionado con la casas reales, especialmente con la que más noticias acapara: los Windsor

Fue hace cinco años cuando el recordado Manuel del Valle (alcade de Sevilla en la década de los 80) decidió recuperar una tradición que se había perdido. Lo hizo siendo el máximo responsable del Alcázar. De antiguo, de sus jardines se recogían las mejores naranjas para elaborar la mermelada a la que era tan aficionada Su Graciosa Majestad, a la que incluso se la llegó a ver en alguna ocasión guardando un sandwich con tan exquisito aperitivo en sus famosos bolsos de Launer London (accesorio inseperable de la monarca y que quedó asociado de por siempre a su imagen). 

La logística diplomática

Antonio Muñoz y Hugh Elliot, con el bote de mermelada y las naranjas amargas del Alcázar. Antonio Muñoz y Hugh Elliot, con el bote de mermelada y las naranjas amargas del Alcázar.

Antonio Muñoz y Hugh Elliot, con el bote de mermelada y las naranjas amargas del Alcázar. / Juan Carlos Muñoz

Aquella recuperación supuso entablar conversaciones con el cónsul británico en Sevilla, Joe Cooper (un inglés de piel rojiza y perfecta habla andaluza); y el embajador en España, Hugh Elliott (cuya altura deja pequeño a cualquiera que se le ponga a su lado), quienes facilitaron los medios para llegar al mismísimo Buckingham Palace

Desde entonces, muchos responsables de mantener esta tradición han cambiado. Manuel del Valle falleció en plena pandemia y como alcaide del Alcázar se encuentra Román Fernández-Baca. También ha cambiado el regidor de la ciudad, cuyo primer edil desde enero de 2022 es Antonio Muñoz (con un estilismo, por cierto, de clara evocación inglesa) y, por supuesto, los destinatarios del producto que se elabora con los cítricos sevillanos: los reyes de Inglaterra, donde el trono lo ocupa desde el pasado otoño Carlos III, quien será coronado el próximo mayo y al que muchos aún recuerdan por haber sido marido de la malograda Lady Di

La que sí se mantiene en el cargo es la directora del palacio en activo más antiguo de Europa, Isabel Rodríguez, que explica a los medios todo el proceso desde que se recogen estos frutos tan valorados en las islas británicas hasta que llegan al paladar de tan distinguidos comensales. En esta ocasión, se han recogido 30 kilos de naranjas, todas del entorno del Cenador de Carlos V. Se envían a la Embajada británica en Madrid. Una vez allí, su máximo responsable se encarga de elaborar la mermelada siguiendo las indicaciones de una receta casera de su madre Julia. 

"Un secreto de Estado"

El bote de mermelada elaborado por la Embajada británica en España con naranjas amargas del Alcázar. El bote de mermelada elaborado por la Embajada británica en España con naranjas amargas del Alcázar.

El bote de mermelada elaborado por la Embajada británica en España con naranjas amargas del Alcázar. / Juan Carlos Muñoz

Lograr que Hugh Elliott desvele algún detalle de este proceso resulta un cometido imposible. Por más que se le pregunte, pocos datos aporta. Se limita a explicar que se emplean varios ingredientes y que en un momento de la elaboración se llegan a hervir. Poco más, ya que desvelar la receta ante los periodistas es como hacerlo con "un secreto de Estado". 

Eso sí, Elliot asegura que Carlos III de Inglaterra ha heredado de su madre el gusto por la mermelada de naranja amarga, la cual se envasa en la embajada con bote propio y con etiqueta donde no falta la procedencia de la materia prima: naranjas del Alcázar de Sevilla, todo un sello de calidad en tierras inglesas. El año pasado, por cierto, algunos de estos botes fueron enviados al Ayuntamiento para su degustación y como muestra de agradecimiento. El alcalde da testimonio de su sabor exquisito. 

La tradición conoce, así, una nueva etapa con el reinado de Carlos III. Habrá que esperar unos meses para saber si a Camila también le agrada este manjar o es de otros gustos culinarios. Ha de recordarse en este punto que la mermelada de naranja amarga no sólo se emplea en la repostería, sino también en platos salados. 

Dos visitas al Alcázar

A Carlos y Camila no les resulta ajeno el origen de los cítricos (también se les ha enviado limones, pues de sobra es conocida la afición de los Windsor por los combinados con ginebra). En 2011 recorrieron los jardines del Alcázar en una visita institucional a Sevilla, en la que el entonces Príncipe de Gales quedó fascinado con el arte mudéjar. El primogénito de Isabel II había estado previamente en este palacio durante el banquete de la boda de la infanta Elena. 

Por dichos senderos pasó cerca del naranjo de Pedro I, el ejemplar de esta especie que se considera el más antiguo de la ciudad y del que se quiere hacer una copia genética. Según apunta el alcalde, una leyenda asegura que quien toca sus hojas "no se divorcia". Indudablemente al padre de Guillermo y Enrique (que ha protagonizado su peculiar Brexit con la monarquía inglesa) esta oportunidad le llegó tarde. En 1995 ya estaba separado de Diana y ríos de tinta se habían vertido sobre el drama vivido por "la princesa del pueblo". No había naranjo que parara aquello. Ni mermelada que lo endulzara. 

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