El puente que unió la ciudad y borró un barrio
Metrópolis | Barriada Laffitte
Nostalgia. El 23 de junio de 1968, Franco inauguró el puente del Generalísimo (hoy de Los Remedios). Las obras empezaron en 1965, certificado de defunción de un barrio que empezó al abrigo del sueño cerámico de unos indianos de Francia
ÉSTE es un viaje a Macondo muy cerca del pabellón de Colombia de la Exposición Iberoamericana de 1929. Las vistas siguen siendo las mismas: la torre Norte de la Plaza de España, los pabellónes de Chile, Estados Unidos y Argentina del 29, el Costurero de la Reina. La única novedad es la Biblioteca Infanta Elena de los arquitectos Cruz y Ortiz. La misma vista, pero el barrio ya no existe. Es posible que la barriada Laffitte haya sido una de las que han tenido una vida más corta, apenas un cuarto de siglo. Vida corta, vivencias intensas.
Su certificado de defunción fue el inicio de las obras del puente de Los Remedios en 1965. “La demolición fue inmediata. Iban desalojando las viviendas y las máquinas detrás. No como en el Vacie”. Lo cuenta Francisco José González de los Ríos (Sevilla, 1951), vecino del barrio entre sus cuatro y sus catorce años, historiador del mismo en un libro que es una obra coral en la que hace de detective y antropólogo.
El puente del Generalísimo lo inauguró Francisco Franco el 23 de junio de 1968. Se trajo a Sevilla a todo el Gobierno y en plenas elecciones francesas un mes después del mayo del 68 dejó a Sevilla sin ese aire afrancesado del apellido Laffitte, originario de Oloron, pueblo enclavado en los Pirineos. Sólo quedaba el apellido Ferrand del escritor que da nombre a unos jardines y que ganó el premio Planeta el mismo año que Franco inauguró el puente que acabó con el barrio.
Quedan algunos vestigios del barrio, más sentimentales que materiales. Algunos ladrillos de cerámica en la tapia que separa a la Tabacalera. El mismo año 1965 que desmoronan el barrio llega al mismo la cofradía de las Cigarreras. El picudo rojo se cargó lo que Francisco José llama “la palmera de mi abuela”. Su familia vivía a dos pasos del río, “en verano el polvo, en invierno el barro, vivíamos como salvajes”. Hay que cruzar el puente para encontrar otra huella del barrio: la firma de Laffitte en la cerámica de los bancos de Albacete, Ciudad Real,Madrid, Tarragona y Vizcaya de la plaza de España.
Julio Lafitte Castro había ganado mucho dinero con el comercio de Indias; vivía entre Cuba y Cádiz hasta que ese negocio empezó a decaer. En 1895 compra los terrenos donde pondría la fábrica de Cerámica Laffitte-Los Remedios. La saga continuó con José Laffitte Romero, tercero de sus hijos, nacido en el segundo de sus tres matrimonios. El vástago era amigo del pintor Gustavo Bacarisas y se llevó la fábrica de cerámica a la calle San Jacinto, que después se llamaríaManuel Carriedo y Carlos Marx para recuperar el nombre tradicional.
La familia de López González de los Ríos estuvo siempre vinculada a la cerámica. “Mis padres se conocen en la fábrica”. Su madre nació en una vivienda de alquiler situada junto al convento de Los Remedios, hoy Museo de Carruajes y sus primeros años de vida los pasó en Talavera de la Reina, donde la familia se fue siguiendo la estela de Manuel Martínez Romero, padrastro del abuelo del autor del libro. Regresan en 1920 en la edad de oro de la cerámica, con los preparativos de la Exposición de 1929.
La fábrica tenía como domicilio social el número 88 de la calle Juan Sebastián Elcano, que era una de las fronteras del barrio.Los actuales jardines Manuel Ferrand y Manuel Arellano, separados por la calle Pierre de Coubertin, se correspondían con los llamados Patios de Santa Matilde y de Santa Cecilia donde se repartía buena parte del vecindario. Entre ambos patios, un benefactor de la época, don Otilio, abrió un colegio, la Escuela Parroquial con un aula de niñas donde enseñaba la señorita Loli (Dolores Casado) y otra de niños bajo la batuta de Manuel Gamero, su marido, ambos procedentes del barrio de la Barzola. Don Otilio abrió otro colegio junto a un asentamiento del Tejar del Mellizo. Le encargó las clases a Gamero y para sustituirlo llamó a un joven estudiante de Derecho llamado Francisco Baena Bocanegra. El después afamado letrado llegó a Sevilla en 1954 y cuenta en el prólogo del libro que lo primero que conoció de la nueva ciudad fue “el barrio de Laffitte, ejemplo de convivencia y solidaridad”. Maestro interino en 1959, le dio tiempo a crear un aula de adultos para personas que no sabían leer ni escribir y un equipo de fútbol en un campo “con porterías reglamentarias”.
En los primeros años veinte, la Inmobiliaria Los Remedios se interesa por los terrenos de la Cerámica Laffitte. De la vorágine laboral previa a la Expo del 29, con hitos como la inauguración en 1926 del puente de Hierro o de Alfonso XIII, se pasó a la parálisis de la guerra. La fábrica acogió las baterías antiaéreas de tropas italianas y alemanas.
Era una población heterogénea. El núcleo originario, personal vinculado a los oficios de la fábrica: albañiles, cerrajeros, carpinteros. “Mi madre vivió allí porque mi abuelo era capataz, pintor ceramista y químico”. Después llegaron personas procedentes de otros desalojos. “Lo más curioso”, dice el historiador del barrio, “es que esta zona la pensó Queipo de Llano para familias pudientes, pero tuvo que acoger a personas sin hogar”. En el barrio vivió Manuel Laguna, último presidente de la Diputación Provincial predemocrática y concejal por la UCD en el primer Ayuntamiento democrático. Su padre era contable de Laffitte y en el libro aparece en la foto del relevo como presidente de la Diputación por Mariano Borrero Hortal, yerno de Carrero Blanco, que daba nombre a una calle limítrofe con la antigua barriada que ahora se llama Avenida Presidente Adolfo Suárez. La que llega hasta la portada de Feria. Los vecinos de La Fiste, nombre popular del barrio, tenían que cruzar el puente de San Telmo para ir a la Feria del Prado “y cuando nos fuimos traen la Feria al barrio”. La mudanza del alcalde Juan Fernández en 1973, el año del atentado a Carrero Blanco.
Francisco José nació en la Huerta de Santa Ana, terrenos del conde de Tarifa situados entre los puentes Juan Carlos I y Reina Sofía que dan salida a los pueblos de la Ribera y el Aljarafe. Los diez años que vivió en Laffitte fueron su década prodigiosa. Ya casi nada es lo que era. Los terrenos del Náutico estaban sin terminar. Los actuales del Mercantil estaban ocupados por una tierra de labor que regentaba José Guillén, más conocido como el Colorao. Siguió su pista el autor del libro en Gelves, su pueblo natal, y descubrió por amigos y parientes a un tipo sensible, amigo del músico Abel Moreno. En las pistas del Labradores estaba el cine San Telmo, donde Francisco José entraba gratis “porque mi tía Amparo era la taquillera y un primo proyectaba las películas”.
En 1965 salieron un total de 1.136 vecinos. La vida con nombres y apellidos de la barriada Laffitte. El mismo número que le dieron en el registro del Gobierno Civil a Francisco José cuando fue a inscribir la Peña Bética Rafael Gordillo del Polígono de San Pablo, que cumple cuarenta años de historia. “El libro lo presentamos en la peña y vi a gente que no veía desde que dejamos la barriada en 1965”. Francisco José se casó con una sevillana de Santa Catalina. Tienen tres hijas: Noelia María, Alicia y María Victoria. La más pequeña quiso casarse en las Cigarreras, pero no le fue posible. Es consejera del Betis. Entre los lugares que frecuentaban los vecinos de Laffitte, además de la Mercería de Marcelino Tovar, Ultramarinos Martín Antón, el bar Toro o la Carbonería Los Remedios, aparece el cine Los Remedios (hoy un bingo), construido por el empresario y presidente bético Benito Villamarín.
Baena Bocanegra llegó a Los Remedios en 1954 y Francisco José en 1955. El primero hizo carrera como brillante jurista reconocido en academias de numerosos países; el segundo continuó el negocio familiar del hormigón y abrió un polvero en Triana. La barriada Laffitte unió sus destinos en un libro que es un viaje en el tiempo a un espacio que borraron del mapa las máquinas de un puente superesdrújulo, el del Generalísimo. Francisco José vio que se iban muriendo las personas mayores y quería que los que vinieran después supieran que los vecinos de Laffitte sí vieron la playa debajo del asfalto –la piscina Los Remedios era conocida como La Playa– y cuando se jubiló, se fue a una playa de Almería y en un portátil fue anotando vivencias y recuerdos.
Laffitte es para el vulgo La Fiste. “Igual que Rogelio le decía Pepe a Hadgibegic”, cuenta este bético que viajó al Macondo de su infancia. Como después se fue a vivir al Polígono San Pablo, que debe su nombre a la Hacienda San Pablo que regentaba Ildefonso Marañón Lavín, ahora está escribiendo las historias de ese Polígono. “Ya terminé los libros de los barrios A y B y estoy con el C”.
Juan Sebastián Elcano: vuelta al mundo y al barrio
El libro se titula ‘Barriada de Laffitte’, con el subtítulo ‘Su origen, su historia, su gente...’ Su autor, Francisco José López González de los Ríos, recopiló un amplísimo material fotográfico del barrio y las vicisitudes de los vecinos: imágenes de la primera comunión de aquella generación de desterrados. La charla con el autor es en el bar Las Mercedes, que abrió en 1961, el año de la riada del Tamarguillo. Desde hace diez años, lo regentan Gemma Esteban y Raúl Fernández. Uno de los personajes más curiosos del barrio de Laffitte fue Antonio Martín Martínez, al que conocían como El Negri. Procedente del Tiro de Línea, practicó el motociclismo. Murió por las heridas sufridas en un circuito de Vigo. Aparece en el libro en un podio junto a Salvador Cañellas y Santiago Herrero, piloto que también falleció tras un accidente en la isla de Man. El barrio de Laffitte era un cuadrilátero delimitado por la tapia de Tabacalera, la orilla del río, Virgen de Luján y Juan Sebastián Elcano. Este vasco de Guetaria fue de los 18 supervivientes que en septiembre de 1522 volvieron de dar la vuelta al mundo de cuya partida se celebra el quinto centenario. Una enfermedad le salvó de la batalla de Filipinas en la que murió Magallanes y del convite con encerrona del rey de Cebú que acabó con la vida de 27 tripulantes.
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