Calle Rioja

Un río lleno de mercurio

  • Anuncio. El verano llega mañana a la ciudad de la primavera, el mercurio estalla en los termómetros, que lo recibe con escenas de pesca y carriles-bici pintados por Van Gogh

Una chica asomada al río

Una chica asomada al río / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

YA es pasado el maratón de Sevilla y con pinturas de Sorolla anuncian el de Valencia. Correr en verano en Sevilla no es de cobardes, como decía Rogelio, de la estirpe de Filípides, aunque fue Esquilo el auténtico soldado de Salamina. Correr en Sevilla en verano es de temerarios. Hay dos enemigos, el calor y la monotonía. El primero ha llegado. La segunda nunca se va. Está en todas las agendas, como el instinto en ese poema maravilloso de Jesús Tortajada, poeta y procurador, el oficio al que ha vuelto Mariano Rajoy.

La pasarela de la Cartuja sigue tan estilizada como el primer día. Una ciclista habla por el manos libres, “tengo calabacines para toda la semana”. Son las nueve de la mañana y hay gente comprando en el burger New York junto al Auditorio Rocío Jurado. El carril-bici por la Avenida de los Descubrimientos es verde, pero a la altura de la calle Charles Darwin se vuelve amarillo girasoles de Van Gogh. Nieve de primavera tardía.Entra y disfruta de las mejores vistas de Sevilla, pregona el gimnasio del club de Remo junto a la Biblioteca Felipe González Márquez. Dicen que el titular de la misma todavía no ha puesto los pies en ella. El librero era Guerra. Como las aves que van para Doñana, los remeros de países nórdicos anidan en la dársena del Guadalquivir, en el río de mentira con agua de verdad que canalizó el ingeniero Mariano Palancar para librar a la ciudad de las crecidas del río. Un hombre vestido de cazafantasmas le da de comer a los patos. El cuá cuá es la onomatopeya de la mañana fluvial. Se llena la ribera de pescadores provistos de sombrillas. Uno debió pescar una buena borrachera y utiliza su mochila como almohada para dormir la mona. Murakamis de occidente corren en ambas direcciones.

El relevo generacional produce curiosas paradojas. Dos hombres de edad provecta, que perfectamente podían ser abuelos, hacen ejercicios abdominales, intentan llegar con la punta de los dedos a la de los pies, cabeza, tronco y extremidades, ¿se seguirá estudiando así el cuerpo humano? Cómo hemos cambiado, que cantaba Presuntos Implicados en la plaza Sony de la Expo, letristas del mensaje de Charles Darwin, el padre del evolucionismo. Porque Cómo hemos evolucionado es muy difícil de trasladarlo al ritmo musical. Uno de los hipotéticos abuelos ha superado un obstáculo pisando un tronco de árbol, como el ugandés Aki-Bua en los Juegos Olímpicos de Munich 72. En la misma explanada, dos jóvenes que perfectamente podían ser sus nietos están sentados, se pasan un porrito y tamborilean la letra de un rap.

Mañana llega el verano. Lo anuncia la portada de la revista Mercurio, el indicador de los termómetros. Y hasta en el número monográfico que la revista Litoral dedica al Humor. Una pareja corre por la avenida Álvaro Alonso Barba. No fue un maratoniano, sino un eclesiástico y metalúrgico de Lepe que inventó el método de los cazos para la explotación de la plata. Murió en Potosí. ¿Dónde si no? Prohibido bañarse. Es más fácil escribirlo que cumplirlo. Pasa con las leyes en estas bodas de oro del mayo francés.

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