Ya todo es Rocío en Coria del Río

Coria del Río emprendía hoy camino hacia la aldea del Rocío con más romeros que ningún año anterior

El Gobierno despliega casi 1.500 agentes en los caminos del Rocío en la provincia de Sevilla

Romeros de la Hermandad del Rocío de Coria del Río esperando el Simpecado
Romeros de la Hermandad del Rocío de Coria del Río esperando el Simpecado / M.G

Soledad lucía una bata color crema, con un pico de lunares en sus hombros y margaritas en sus sienes. Hablaba, con los ojos humedecidos, -intentando retener una lágrima que en Coria es difícil aguantar un martes de salida- de los días que llevaba preparando un nuevo camino. Nada en ella desentonaba. Las flores perfectamente colocadas, la bata rodeada por un bolso que parecía hecho a la medida de su cintura. Incluso su nombre era perfecto: pocas Vírgenes hay más devocionales para un pueblo que la Soledad de Coria del Río. La medalla colgaba en su pecho con más orgullo que cualquier galardón. Aunque, de buen seguro, para Soledad era más que eso.

Apuraba el café en Los Claveles, un bar a apenas dos minutos a pie de la Plaza de Nuestra Señora del Rocío, de donde emprende la Hermandad del Rocío de Coria sus pasos hasta el altar de la Virgen. Allí se amontonaban mesas repletas no solo de romeros, sino de trabajadores que, con algo de recelo, miraban como sus vecinos se iban, dejando a muchos de ellos de custodios del antiguo pueblo Samurái. No hay camino más duro que el de quedarse en casa.

A las 11 de la mañana iniciaban los romeros su camino

Pasaban las nueve y media de la mañana, y a tan solo unos metros se amontonaban los volantes, trajes de corto, bastones y cordones granate. El tamboril daba la señal. El simpecado de la Hermandad partía hacia la iglesia, arropado por sus romeros. Eran las diez de la mañana cuando inició una eucaristía en la que el reguero de gente era constante. Así, hasta que el campanario tocó las campanas de las once.

En la plaza de la Virgen ya no cabía un alma. Empezaba a apretar el sol, aunque –por suerte– el calor no era el de estos días atrás. No obstante, la cantidad de abanicos de papel azul que un establecimiento del pueblo había repartido a modo de publicidad minutos antes habían surgido efecto. Una buena publicidad, desde luego. Se escuchaba de nuevo el tamboril. Los nervios. Las prisas. El "vámonos". Los besos deseando buen camino, y los "te espero cuando llegues". Sumados a los tantos "rézale a la Virgen por mí" que se escuchaban en aquellos metros cuadrados que ocupaba la superficie de donde estaba emergiendo un nuevo martes de Rocío en Coria.

Francisco Jiménez, hermano mayor de la corporación, movía su sombrero de ala ancha desde un majestuoso caballo blanco. Era la forma más expresiva de acompañar los "¡viva la Virgen del Rocío!" que se arrancaban de su garganta. Al compás iban las palmas de los corianos, que se amontonaban al paso de la carreta de plata del simpecado. Tras ella salían los carretas de bueyes, perfectamente engalanadas. Este año son más los peregrinos que acompañan a la filial número ocho. En Sevilla ocupa el quinto lugar a lo que antigüedad se refiere. Además, está amadrinada por la Matriz de Almonte. Como dicen los hermanos: "ésta es la única ahijada que tiene". Y así data en los anales de la historia. Como se suele decir: "ahí es ‘na’" . Y es que el arraigo rociero del pueblo sevillano tiene siglos de historia. La hermandad tiene sus primeros documentos desde 1853. Precisamente la pasada romería era su 175 aniversario. Son ya 176 años de camino hacia la Virgen, y cada uno mejor que el anterior –al menos, en lo que afluencia respecta–.

Coria del Río: el paso de las Hermandades

Un grupo de peregrinas de avanzada edad iban animando el andar. Sus voces, ya algo roncas por el paso del tiempo, cantaban sevillanas al compás de sus palmas. ‘Se nota mucho la diferencia entre las sevillanas de ida y las de la vuelta. Las de ida siempre son alegres, las de vuelta suelen ser más meláncolicas’, nos comentaba la –aparentemente– más joven de aquella reunión, que nada tiene que envidiarle a más de un veinteañero.

Mientras tanto, la barcaza de Coria seguía su curso natural de estas fechas. Montequinto y Ronda esperaban para cruzar hacia Coria, siguiendo así la tradición que se iniciara ya hace años por Dos Hermanas de cruzar el río, evitando así conocer el camino de gran parte del aljarafe sevillano. Al llegar hicieron lo propio: rezaron y prosiguieron. Sin embargo, allí ya todo era Rocío. Ya no solo los de Coria sonaban a sevillana y olían a romero, ahora eran muchos más los llegados hasta el pueblo que, por curiosidad o por amistad después de tantos años, se mezclaban entre ellos para compartir un rato de convivencia antes de que sus caminos se separen de nuevo, aunque para volver a verse en la misma línea de meta.

Un pueblo entregado a la romería y a su Virgen. En sus calles cuelga una gran lona donde se puede leer ‘Coria: paso de Hermandades’. Vía arterial de muchos de los romeros que buscan llegar hasta la aldea.

A lo lejos se disipaba Coria. Ya van para el Rocío. Mi mirada pudo divisar de nuevo a Soledad. Sus lágrimas ya no pudieron retenerse más. Su emoción era contagiosa, y es lógico: este año cumplía 76 caminos. Y, aunque diga que es el último, ella va a la Virgen con una petición: salud para volver. Buen camino a todos.

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