ropa usada 1.260.000 kilos en nueve meses

Lipasam tiene el servicio externalizado en una empresa de reciclaje El Ayuntamiento obtiene a cambio una compensación anual de 700.000 euros y varias acciones sociales

Una mujer introduce una bolsa con ropa en un contenedor de la calle Marqués de Paradas.
Una mujer introduce una bolsa con ropa en un contenedor de la calle Marqués de Paradas.
Alberto Fraile

08 de diciembre 2015 - 05:03

Más de una tonelada de ropa durante los primeros nueve meses del actual sistema de recogida de residuos textiles. Entre marzo y noviembre, la UTE Sevilla Textil ha recogido de los contenedores repartidos por la ciudad y de los puntos limpios un total de 1.259.597 kilos de ropa usada. El Ayuntamiento gana a cambio del contrato cerca de 690.000 euros al año. Se trata del modelo que implantó el anterior gobierno municipal de Juan Ignacio Zoido hace un año tras vencer el convenio de Lipasam con la organización Humana, responsable de la recogida entre 2010 y 2014.

Los excesos de ropa en los armarios no son un problema. Desde marzo se han instalado en las calles 385 contenedores que recolectan aquellas prendas en desuso. El compromiso acordado eleva la cifra hasta las 400 unidades y 55 más en dependencias municipales como centros cívicos o deportivos. La encargada de gestionar los residuos es la UTE (Unión Temporal de Empresas) Sevilla Textil, conformada por Energías Medioambientales de Pinilla Trasmonte, S.L. y Meditex Reciclaje, S.L., dos empresas de reciclaje con sede en Madrid que se reparten el 70% y el 30%, respectivamente.

Entre marzo y noviembre, la compañía ha recogido 1.247.022 kilos de los contenedores y 12.575 kilos de los cuatro puntos limpios de la ciudad: Las Jacarandas, Los Pinos, Los Naranjos y Los Olivos. Los meses en los que más cantidades se han recogido en la vía pública han sido octubre y mayo, con 206.576 y 198.338 kilos, coincidiendo con el cambio estacional. La temporada alta para la recogida de ropa se desarrolla precisamente a partir de estos meses, cuando se produce el cambio de armario con la llegada del frío y del calor.

La inquietud entre los sevillanos reside, en este caso, en el destino que tiene la ropa. A diferencia de otros residuos como el vidrio, el plástico o el cartón, el vínculo afectivo que suele existir con los textiles es diferente. La intencionalidad con la que los usuarios se desprenden de la ropa varía desde la ayuda a los más necesitados hasta la única y mera preocupación por el medio ambiente. Sin embargo, la información es escasa y las entidades no disponen de una web operativa y actualizada que especifiquen el proceso y la gestión de lo recolectado. La imagen corporativa de los contenedores, donde aparece el nombre de Lipasam junto al de la UTE, crea, además, confusión entre los ciudadanos. Su fin no es esencialmente solidario aunque el contrato obliga a una compensación anual y a realizar varias acciones solidarias. El acuerdo firmado en noviembre de 2014 externaliza el servicio de recogida de ropa y acuerda con la empresa la instalación, el mantenimiento y la reposición de los contenedores durante cuatro años. Un contrato que se encuadra en lo establecido por el artículo 101 de la ordenanza de Limpieza Pública y Gestión de Residuos Municipales: Lipasam podrá establecer un sistema para la recogida selectiva de los residuos textiles y de ropa.

La UTE da empleo en Sevilla a ocho operarios y a un técnico. El proceso que se lleva a cabo se inicia con la recogida del material textil de los contenedores y su almacenamiento en una nave de Alcalá de Guadaíra. Allí se agrupa y se traslada a la planta de clasificación ubicada en Madrid, donde se procesa a mano y se agrupa. En una primera revisión, se valora su posible uso como prenda de vestir, se divide por temporada o talla, y se esteriliza. De lo recolectado, entre un 40% y un 50% se destina a mercados de segunda mano, según explica Jesús Aparicio, ingeniero técnico industrial de Energías Medioambientales, con sede en Alcorcón. Toda la ropa apta para volver a entrar en circulación se exporta a países como México, Marruecos, Chile o Rumanía. Allí, tiendas y mayoristas se hacen con los grandes embalajes y se les pierde el rastro. Por contra, aquellos residuos que no pueden volver a utilizarse como vestimenta, casi el 60% restante, se destinan a usos industriales, como la obtención de fibra a partir del punto y la lana, útil para el sector del automóvil; o la fabricación de trapos de limpieza con prendas de alto contenido en algodón. Dentro del uso fabril, se destina en torno a un 10% a la valorización energética, proceso por el cual se incineran los residuos a modo de combustible para generar energía; y, finalmente, un escaso 5% acaba yendo al vertedero por estar contaminado y por tanto, inutilizable.

La estimación anual de la empresa madrileña es de 1,5 toneladas de ropa, aproximadamente a 2 kilos por habitantes y año. "En Sevilla no sabemos si vamos a llegar a estas cifras debido a las condiciones climatológicas", asegura Aparicio, quien destaca la buena acogida que ha tenido la implantación de los contenedores en la capital. "Han gustado y se han integrado; apenas tenemos vandalismo", añade. Un negocio, el de la ropa, que evita que grandes cantidades de residuos textiles acaben en el vertedero con el consecuente perjuicio para el medio ambiente al reducir la emisión de CO2. El cuidado del planeta es una de las motivaciones más comunes para deshacerse de la ropa, pero también pesa, y bastante, la solidaridad del usuario para que sean los más necesitados los que reciban la ropa a coste cero.

El Ayuntamiento obtiene a cambio 684,970 euros anuales por parte de la unión de empresas, según lo estipulado en el acuerdo. El canon fijo por prestar el servicio asciende a 10.003 euros; por cada contenedor instalado aportan 1.457 euros; y los 12.000 euros restantes incluyen la realización de campañas de concienciación para la recogida de residuos que debe impulsar Lipasam. El fin social, fijado en una cláusula, debe quedar materializado en las mejoras presentadas por la empresa. Estas acciones se deben ejecutar a año vencido bajo supervisión municipal. Las actuaciones solidarias incluyen 600 euros en juguetes o un cheque por dicho valor en cada campaña; poner a disposición de organizaciones sociales 2.000 kilos de ropa por valor de 4.500 euros; y entregar a comedores una ayuda de 4.500 kilos de alimentos por valor de 5.000 euros.

Con el servicio externalizado, al Ayuntamiento no sólo no le cuesta dinero, sino que saca tajada por el tipo de contrato que puso en marcha el PP. En la licitación no faltaron algunas suspicacias. El servicio se sacó a concurso hasta en dos ocasiones. Una primera, en 2013, que tuvo un presupuesto a coste cero donde primó el fin social frente al económico, lo que facilitó que las ONG pudieran también pujar junto a empresas privadas. Este procedimiento lo anuló la Comisión Ejecutiva de Lipasam el 31 de julio de ese año. En 2014 se volvió a licitar la recogida de ropa, pero esta vez con un precio de salida de 684.970 euros y un claro predominio de los criterios económicos y técnicos. Este cambio de condiciones dificultó que organizaciones esencialmente con espíritu solidario pudieran acceder a la oferta.

Las alternativas a los contenedores son varias en la ciudad. Múltiples entidades, parroquias y hermandades se encargan de manera habitual de recoger ropa. Sobresale Madre Coraje, una de las organizaciones que mayor esfuerzo destina a esta labor. En lo que va de año han recibido 295.000 kilos según apunta la gerente de la ONG en Sevilla, María José Herrera. El material textil que recogen lo venden en los mercadillos solidarios a precios asequibles que oscilan entre los 60 céntimos y los 6 euros. Hay cuatro en la provincia y gracias a lo recaudado financian proyectos de cooperación en Perú y Mozambique. La entidad facilita la entrega de prendas a quienes no pueden pagar el precio simbólico. Además, realizan talleres y cursos de sensibilización. Sevilla, a diferencia de ciudades como Cádiz o Málaga, no tiene contenedores de Madre Coraje en la vía pública, aunque sí dispone de cinco depósitos callejeros en suelo privado. Herrera señala que son varias las entidades que derivan peticiones de ropa a Madre Coraje, como Cáritas o Cruz Roja. Pero lo que más llama la atención, indica Herrera, es que también atienden las demandas que llegan desde el área municipal de Bienestar Social. "Es paradójico tener estas peticiones cuando el Ayuntamiento (el servicio externalizado) recoge miles de kilos", añade.

Junto a Madre Coraje, destaca Cáritas Diocesana. Aunque existe la extendida teoría de que la organización católica recoge ropa, lo hace sólo en las parroquias, que se encargan de la distribución y, en ocasiones, la venden en mercadillos para financiar proyectos solidarios. En casos muy específicos, Cáritas sí recoge ropa usada en su sede de Triana. Según apunta la entidad, están trabajando en un posible proyecto general para instalar puntos de recogida en zonas estratégicas a través de una empresa de inserción social. Cáritas tiene actualmente contenedores en Córdoba, Zamora, Huesca, Teruel y Valencia. A estas opciones se une también Humana Fundación Pueblo para Pueblo, que a pesar de no tener activo el convenio con Lipasam, mantiene aún contenedores en la calle. Su página web los cifra en 30, aunque desde el Ayuntamiento aclaran que se retiraron todos cuando terminó el contrato. Según fuentes municipales, en caso de que haya alguno en el viario público "se puede deber" a algún movimiento de mobiliario por vandalismo. Buena parte de esta ropa termina, en su caso, en dos tiendas que tienen en la ronda histórica y en la calle Feria.

La posición de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) es evidente. Advierte de no dejar la ropa en cualquier contenedor y conocer antes el destino de la misma para evitar posibles entidades piratas. Desde la estructura regional del organismo, su presidente, Juan Moreno, hace un llamamiento, además, a los ayuntamientos para que tengan implantado un sistema integral que sea claro y se controle su funcionamiento: "Falta mucha transparencia".

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