La senda de los almohades
A falta de autoridad, un vigilante dio el 'chupinazo' de apertura de Puerta Jerez, con más expectación mediática que real y fin de trayecto laboral para los trabajadores
Los primeros bolígrafos de recuerdo los cogen los trabajadores que han participado en la construcción de esta estación. Un Metro muy metropolitano, a juzgar por la procedencia de estos currantes. Antonio García Aguilar, 38 años, es de Coria del Río y vive en Almensilla. Carmelo González, 46 años, es de Camas, con grado de oficial encofrador de primera. A los primeros viajeros, simpáticas azafatas les regalarán una bolsa con la leyenda Próxima parada: Sostenibilidad, pero Carmelo sabe cuál será su próxima parada. "He estado trabajando en la estación de Puerta de Jerez cuatro años y medio. Lo malo es que ya se ha terminado y mañana tendrá que ir a la oficina del Inem". El mismo trayecto que les espera a Antonio Calderón, de Mairena del Aljarafe, y Rafael Ibarra, de Castilleja de la Cuesta, cinco de sus 57 años dedicados a hurgar en las entrañas de la tierra.
A falta de autoridad, un vigilante indica la apertura de la puerta y las escaleras mecánicas. "Ya pueden pasar". Hay una autoridad simbólica: el busto de Emilio Castelar esculpido por Echegoyán. Con una frase lapidaria de quien fuera presidente de la primera República que parece más propia de Abraham Lincoln: "El genio de la palabra emancipó la esclavitud".
El hotel Alfonso XIII es el nuevo pabellón Tierras de Jerez: su distinguida clientela tiene en la puerta una estación de tranvía (Metrocentro) y una estación de Metro, el hueso más duro de roer para la tuneladora, con el nombre de Puerta Jerez. Ángel Delgado, 64 años, pasará a los anales como el primer ciclista que entró por la boca del Metro de Puerta Jerez. "Vengo en bicicleta desde los Gavilanes expresamente para la apertura", dice este rebobinador, sevillano de Gerona, como Kiko Veneno. Mete la bici en el Metro y se bajará en la estación de La Plata, "a veinte metros de mi casa".
Al viaje iniciático se ha apuntado Antonio Parrilla, que muy cerca de allí, cruzando el puente, imparte sus lecciones de filosofía en la Casa de las Columnas, entre Betis y Pureza. Rompe una lanza a favor de la Sevilla subterránea. "He bajado a todos los infiernos y todos me han decepcionado". Puerta Jerez. Metro y tranvía por donde ya no pasan autobuses. La plaza que acoge el palacio de Yanduri donde nació Vicente Aleixandre, el poeta sevillano que obtuvo el Nobel de Literatura, y donde instaló su cuartel general Francisco Franco Bahamonde el 6 de agosto de 1936 cuando toda España bajaba a unos infiernos nada metafísicos.
"Estaremos a 16 metros de profundidad". En Puerta Jerez coge el Metro José Manuel Rodríguez Hidalgo, arqueólogo que conoció el subsuelo perforado por la tuneladora. "Trabajé en las catas previas al aparcamiento y en los trabajos de la calle San Fernando, cuando se documentó que el cauce del Tagarete había sido desviado por los almohades. Aquí encontramos restos de la muralla árabe".
Bullicio de colegialas. Siete adolescentes. Marta y Charo son hermanas. 14 y 13 años. Son alumnas del colegio Ribamar, en la calle Fabiola. Y cogen el Metro hasta San Juan Alto. "Antes nos llevaba mi padre en la moto". Dicen que han ganado en tiempo y en seguridad. En la bolsa de promoción hay un libro de poemas titulado Paisajes, una edición venal con motivo de la Semana de la Movilidad que se inició ayer hasta el próximo día 22. De la generación del 27 hay poemas de Villalón, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Emilio Prados, Alberti. Ninguno de Vicente Aleixandre, poético vecino de la nueva estación, junto al edificio Cristina y el Coliseo que los Gómez Millán salvaron del derribo.
Es la primera estación de la consejera Rosa Aguilar. Puerta de Córdoba en la puerta Jerez. La ex alcaldesa califal que llegó al Gobierno andaluz como consecuencia de la caída de naipes desencadenada con la marcha de Chaves de la Junta el 3 de abril, un día después de que se inaugurase la línea 1 del Metro de Sevilla.
Con tanto retraso, se acumulan las inauguraciones en Sevilla. Como suele ocurrir, hay más periodistas que usuarios. Personal del Metro ayuda a las personas a sacar las tarjetas. Las máquinas tienen cambio, monedas recién salidas de fábrica, euros relucientes. Este alcalde está haciendo añicos las estadísticas: llegó a la alcaldía un siglo después de la muerte de Castelar, su mandato multiplica por diez la duración de aquella República y antes de él, Alfredo el Magnánimo, no había euro ni Metro. Pero había Morapio, objetará el filósofo Parrilla.
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