calle rioja

Tres siglos y medio "con fama de santidad"

  • Personaje. Tras su muerte en 1679 empezaron a buscarse evidencias para hacer santo a Miguel Mañara, fundador de la Caridad. Una serie de avatares han ido postergando el proceso

Una imagen del Hospital de la Caridad.

Una imagen del Hospital de la Caridad. / juan carlos muñoz

Horas antes me pasé por las inmediaciones del Hospital de la Caridad. Entré en los jardines presididos por la estatua de Miguel Mañara (1627-1679), relativamente próxima a la de Mozart que esculpiera Rolando Campos. Una brizna de viento tapaba la cara del fundador del hospicio y hospital de la Caridad. Sólo se veían sus brazos sujetando a un pobre en el conjunto escultórico de Antonio Susillo, réplica del que se encuentra en el palacio de los Montpensier. Ese rostro tapado por el viento era una metáfora de la renuncia del yo de quien todo lo tuvo y a todo renunció.

Después de esa visión profética, premonitoria, en la que esos mismos brazos los he visto en los informativos llevando a supervivientes de los terremotos de Turquía y Siria, en la sísmica Anatolia, me vi sentado delante del retablo de la iglesia de san Jorge en la que todos los días 9 de cada mes se celebra una misa en recuerdo y tributo de Miguel Mañara. A mi lado tenía a dos personas a las que les concierne su imponente figura. José Manuel Flores (Sevilla, 1954) es uno de los 84 residentes de la que llama con propiedad "su casa", del hospicio y hospital fundados por Miguel Mañara, una institución que nació para dar enterramiento a los ajusticiados y ahogados en el cercano río Guadalquivir. José Ignacio del Rey (Sevilla, 1972), abogado, es uno de los más de quinientos hermanos de la Caridad, de la que el propio Mañara fue nombrado hermano mayor en 1633. En turnos mensuales, dedican su tiempo a "sus amos y señores los pobres", como les llamaba Mañara y dice la placa que se puede leer en la casa-palacio donde nació el 3 de marzo de 1627, el más pequeño de los diez hijos de una de las familias más pudientes de la ciudad. Un poderío al servicio de los pobres que está en la propia configuración del hospital, que comprende dos de las naves de las antiguas Atarazanas cuya cesión consiguió Mañara por una deuda que el rey tenía contraída con su familia. Así lo contó Felipe García de Pesquera, hermano de la Caridad y profesor de Derecho.

El Diccionario de la Lengua incluye nueve acepciones de la palabra Caridad. Me refiero a la vigésima edición, de 1987, cuando dirigía la Academia Pedro Laín Entralgo. La primera es "una de las tres virtudes teologales, que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos". La novena y última dice de caridad que es "la quinta ancla de respeto que han solido llevar los navíos en la bodega". Una definición náutica muy en consonancia con los problemas de cimentación que a la iglesia de san Jorge y al propio hospital le están acarreando las obras de las Atarazanas, el proyecto de Caixaforum dirigido por el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra.

En la referida placa se dice de Mañara que "murió con fama de santidad el día martes 9 de mayo del año del Señor de 1679". Ocho años antes, la ciudad de Sevilla vivió la canonización de Fernando III, a partir de entonces san Fernando. La causa de beatificación de Mañara lleva esperando tres siglos y medio en la fama de sus méritos.

José Ignacio del Rey ha estudiado jurídicamente un proceso lleno de avatares. El testimonio de José Manuel Flores y de tantos como él sería una prueba empírica de los milagros cotidianos generados por el legado de Mañara. Una causa que fue encontrando diferentes obstáculos: las desavenencias de Carlos III con el Vaticano tras la expulsión de los Jesuitas; el expolio de las tropas del mariscal Soult, que se llevaron obras de arte (nunca volvieron dos de los cuadros de la serie de la Misericordia de Murillo) y toda la documentación de la causa del fundador. Y finalmente, a mediados del siglo XX, cuando todo iba sobre ruedas, una portada del Paris-Match con este titular: "Van a hacer santo a don Juan Tenorio". El don Giovanni de la ópera metabolizó a Mañara, como si la estatua de Mozart hubiera absorbido a la de Susillo. Una leyenda llena de incoherencias (Mañara tiene dos años cuando surge el personaje) que se han llevado a la ópera, al teatro, a la novela y hasta al cine, con un burlador de Castilla (licencia geográfica) interpretado por Errol Flynn. El de 'Objetivo Birmania'.

El tributo a Mañara fue el cierre de las Jornadas Católicos y Vida Pública en su décimo sexta edición. Unas jornadas que empezaron con la conferencia del catedrático de Historia Medieval Manuel García Fernández sobre el legado de un rey santo (Fernando III). Tres jornadas dedicadas a cada una de las virtudes teologales. Se podría hacer una ruta espiritual: la Fe y su triunfo coronan el Giraldillo en el antiguo mihrab junto a la Catedral, en el 775 aniversario de la toma de Sevilla por las tropas cristianas; la Esperanza es el atributo principal de las dos Vírgenes con más devoción popular a una y otra orilla del río, Macarena y Trianera, cuyo puente de barcas fue sellado por el almirante Bonifaz; y la Caridad remite a uno de los grandes personajes del Siglo de Oro español. Un revolucionario que se convirtió en alfombra de los pobres, los ricos del Evangelio, los héroes de las novelas de Tolstoi, Galdós y Dickens, como escribe Trapiello en su último libro.

Mañara nace el año que muere Góngora y también tuvo su generación del 27 como la de los poetas reunidos en torno al poeta cordobés. Su grupo está en el retablo mayor: Valdés Leal, Pedro Roldán, Bernardo Simón de Pineda. En los cuadros de Murillo o la arquitectura de Leonardo de Figueroa. Un mecenas, sí, pero no como los Uffizzi, los Sforza o los Médicis en Italia, Mañara no quiere perpetuarse en el poder, sino ser el último, para cumplir lo que de la virtud que siempre le acompañaba dijo el Papa Francisco en la multitudinaria misa en Kinshasa, en su viaje al Congo: "antes que nada la caridad requiere ejemplaridad".

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