Pedro G. Romero

Una simbiosis de fiesta y silencio

  • Artista y devoto de Caracol y de Wittgesntein, estudió ciudades imaginadas y llegó de la sierra a la sinuosa llanura.

EL 12 del 12 del 12, Israel Galván estrena en el teatro Real de Madrid Lo Real, una idea de Pedro G. Romero (Aracena, 1964). Nació en la primavera del verano del gol de Marcelino. Llueve en la ciudad y en La Norte, bar de la Alameda, abre su paraguas de tiempo del Sur. Tres topónimos alineados para traerle a Sevilla: Aracena, donde descubrió a Warhol, a Gurruchaga y vio Godspell; BUP en Alcaudete (Jaén); COU en Arahal, compañero de instituto de Pepa Gamboa. Y en 1983, con esos moldes, este rompemoldes compulsivo llega a Sevilla para estudiar Bellas Artes.

Con la siembra que en Aracena dejó un prohombre del Régimen (Florentino Pérez Embid) y en Alcaudete un profesor comunista (Gabriel Ureña) que impartía un seminario sobre surrealismo la tarde del 23-F, el paseante descubre el flamenco, "rojos y desclasados", en Arahal. Junto a la estatua de Caracol él colocaría otra de Wiggenstein. En el parque de la Alameda juega el actor Antonio de la Torre con su hija. "No he visto Grupo 7. Ni Blancanieves. La banda sonora es de Chicuelo, que ha hecho la música para Lo Real". El estudio que tuvo en Sánchez Arjona sale en Solas. "Cuando Ana Fernández abre la ventana y se ve el puente de San Bernardo".

Cruzamos Feria y por Ómnium Sanctórum le sale a este iconoclasta el capillita. "Me encanta la Semana Santa, no me pierdo ni una. Tengo grabado en tiempo real el recorrido del Gran Poder. Hice un cartel alusivo para Juana de Aizpuru". Más sutil es la siguiente asociación de símbolos. Es parroquiano de Mateo Ruiz, el mudo que sublima el bacalao en el bar decano de Palacios Malaver.

"Entras en el bar y parece Portugal, todo el mundo hablando confidencialmente. Me recuerda unas anotaciones que hizo Walter Benjamin cuando vino a Sevilla en 1927. Estuvo en el Alcázar y le sorprendió que en esa estructura de castillo dominaba una arquitectura de jardín. En una visita esporádica, dio con la clave de la ciudad, una simbiosis de silencio y fiesta". La calle Arrayán recuerda el nombre del cine de verano.

Pedro G. Romero es el primogénito de cinco hermanos, estela en la que le siguen un abogado cinéfilo, un vendedor de coches -"en la familia todos tenemos Mitsubishi, aunque yo no conduzco"-, un editor y Miriam, que trabaja en servicios sociales. Era asiduo del Avenida, el cine de verano de Pagés del Corro. "Le leí a Juan Goytisolo que en Argel, los situacionistas le habían puesto a las películas de chinos unos diálogos sobre la dialéctica hegeliana y la conciencia de clase ante el capital con kung-fú y a patada limpia".

El tiempo le llevó de las inmediaciones de la Catedral a extramuros, allende "lo que queda de muralla, donde se fueron los nuevos emigrantes". En la iglesia de Santa Marina resucita todas las mañanas. En el colegio de parecido nombre deja a su hija María, 9 años. "Se llamaba Padre Manjón y lo cambiaron en una votación. Huerta de Santa Marina le ganó a Tierra y Libertad. El Padre Manjón fue un revolucionario, todavía están los mapamundis que hacía en relieve en el suelo. O la frase que recuperó Valdelomar en su película: El que más da, más tiene; matemática de Dios".

Santa Marina es también el bar donde después de dejar a la prole se reúnen algunos de los padres. "Estoy con Ferlosio en que no hay que dejar que los padres pongan los pies en el colegio, pero el ampa aquí es punto y aparte". En la tertulia de padres coincide con su hermano David, editor de Almuzara, con el bailarín Israel Galván y sus amigos Antonio Molina Flores y Santiago Eraso, que defendieron respectivamente la capitalidad cultural 2016 de Córdoba y San Sebastián, causa que ganó la segunda y en la que Romero trabajará como comisario del proyecto llamado Tratado de Paz.

San Luis remite al Moscú sevillano tantas veces historiado por Nicolás Salas. "Tiene mal de archivo, tanta incontinencia verbal que como lo cuenta todo, en esa deriva siempre hay algo de interés". Una placa en homenaje al imaginero Ruiz Gijón, autor del Cachorro. Guitarras tendidas en tregua de sol en un balcón de Macasta. "El límite musical de la Semana Santa está en Wagner".

"Conocer he conocido a bastantes alcaldes, padecido a Monteseirín". Colaboró con Sevilla Imaginada en un proyecto del colombiano Armando Silva. Además del espectáculo de Israel Galván, trabaja en un catálogo para el museo Picasso de Barcelona y desde 1999 en el Archivo F.X. Representó a Cataluña en la bienal de Venecia. Imagina a Georges Bataille en una de sus tres visitas a Sevilla, génesis de su Historia del Ojo. El hombre sin coche fue a Stuggart, la patria de la Mercedes Benz, para acuñar monedas de la Macarena metida en un cajón. Icono mariano a este lado de la muralla.

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