Los sociólogos del humor

Los Morancos repasan sus 30 años en los escenarios, aniversario que celebrarán con un espectáculo en el Auditorio Rocío Jurado, cantante que propició su primer éxito televisivo

Jorge y César Cadaval en el local de Triana del que el primero es socio.
Francisco Correal

21 de junio 2009 - 05:03

El cuarto y el quinto de los hermanos Cadaval Pérez. Jorge nació antes (Sevilla, 1960), pero César (Sevilla, 1963) actuó primero. Jorge fue a ver a su imperial hermano en un pub de la calle Calatrava que se llamaba Panecitos. "César trabajaba con otro que se llamaba Curro", recuerda Jorge. "Hacían una parodia del Palmar de Troya y yo estaba entre el público. De pronto salí haciendo de mormón. La gente tragó". Incluso los policías del cuartel de la Alameda, que estuvieron a punto de llevárselo esposado.

César y Jorge Cadaval se llevan tres años de diferencia, pero artísticamente son siameses. Inseparables. En su caso, sí hay dos sin tres porque lo primero que hicieron fue disolver el trío inicial. No son los inventores del ERE (Expediente de Regulación de Empleo): "El otro se fue solo". "Yo no sabría trabajar sin mi hermano", admite Jorge, pese a que han hecho probaturas en solitario. Si el humor no se cruza en su camino, Jorge se vería de veterinario y César, ganadero de reses bravas. Hasta en esta ficción de oficios inéditos son complementarios.

Hacen treinta años en los escenarios y lo celebran el próximo jueves en el Auditorio Rocío Jurado. Una mujer fundamental en su carrera. Juan Cadaval, su padre, los llevó un día a un festival benéfico en Chipiona, donde ella recibía una distinción. "Por Rocío y por Paco Cervantes, que trabajaba en Televisión Española, nos salió el Viva 85". Un especial de fin de año que fue comienzo de casi todo. Los catapultó. "Entonces no nos conocía nadie".

El mismo 85 en el que Gordillo ficha por el Madrid. "La ciudad nos recibió con las puertas abiertas". El humor tiene un trasfondo de sacrificio, de esfuerzo. "Mira, el gran éxito de los Morancos ha sido mantenerse", apunta Jorge. Nadie es profeta en su tierra y con ellos se cumplió la parábola bíblica. Sus comienzos en Madrid fueron surrealistas. "Fuimos a Los Canasteros, el tablao que fundó Manolo Caracol, para suplir a Los del Río. Allí descubrimos que ellos hacían nuestras parodias, pero cantando y bailando. No se lo reprochamos porque nos dieron la oportunidad".

Los Ketama eran sus guitarristas. Camarón iba a verlos cada vez que podía. Eran compañeros de local de la Paquera de Jerez, veían a Lola Flores. La charla tiene lugar en Bombete, un local de copas de Jorge junto al Hotel Triana que Ortiz Nuevo salvó de la piqueta y a una plaza presidida por un busto de Naranjito de Triana.

"A mí me gusta mucho el soul y el funky, me encanta Madonna, pero hay gente que parece que ha nacido debajo de la pata de la Motown". Jorge se rebela contra ese desprecio de lo propio. "El flamenco llena salas en Japón, en Holanda, y aquí lo cuestionamos". A favor de la gracia y contra el sambenito de graciosos. A César, como es más futbolero que su hermano -y más taurino: "Estoy de apoderado de un torero catalán"-, le han encargado el himno del centenario de la Federación Española de Fútbol. "Fui a La Ventana de la Cadena Ser y alguien me dijo que era un himno muy andaluz. No me lo tomé a mal, todo lo contrario, pero les dije que media España es Andalucía".

Jorge es mitómano de La guerra de las galaxias y no terminó de leer El niño del pijama de rayas. César devora biografías "porque soy muy cotilla". Le acaban de conceder el premio Príncipe de Asturias a los inventores del correo electrónico y el teléfono móvil. Aquí los siameses se separan. "Nos hace más dependientes y acaba con la imaginación" (Jorge). "A mí me parece una maravilla" (César). De hecho, el móvil de Jorge no suena una sola vez, el de César lo obliga a levantarse en media docena de ocasiones. Será su torero.

El paso del tiempo es una convención a la que no le dan demasiada importancia. Ha cambiado mucho el mundo en treinta años "pero la gente se ríe de las mismas cosas. Pasan los años, el alma no tiene edad". La principal novedad es la omnipresencia de la crisis. "La crisis lo fomenta todo. El esplendor de la picaresca coincide con la falta de alimento". Morancos igual a humor más sociología. Observadores de la realidad circundante, con personajes como la Omaíta que ya es como de la familia. "Hay mucha Omaíta en series españolas como Aída o Aquí no hay quien viva". Almodóvar se ha confesado incondicional del personaje. "Hay mucha gente que no lo dice porque le da vergüenza".

Chaves también se ha ido a Madrid, aunque él no ha firmado ningún contrato con la sala Windsor. "¿Sabes cómo le dicen a su sustituto en Triana? ¿A Griñán? El genérico, como los medicamentos que no tienen nombre".

En este yermo teatral que no sale de Lorca y los Quintero, no descartan aceptar en su momento uno de los retos más sugestivos de su carrera, la propuesta que Antonio Álamo, director del teatro Lope de Vega, les hizo para interpretar Esperando a Godot, del Nobel irlandés Samuel Beckett. Con público en la sala, como en los tiempos de Panecitos y el mormón ocasional. "El teatro", dice César, "es muy agradecido artísticamente, pero muy poco económicamente". Treinta velas en el Auditorio Rocío Jurado. En la Cartuja que en el 92 pisaron "más como sevillanos que como artistas".

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