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La falta de identidad

Las tiendas y bares emblemáticos que Sevilla perdió los últimos años

La Casa de las Especias, un negocio emblemático que cerró en José Gestoso tras 70 años. La Casa de las Especias, un negocio emblemático que cerró en José Gestoso tras 70 años.

La Casa de las Especias, un negocio emblemático que cerró en José Gestoso tras 70 años. / José Ángel García

La Alicantina ha sido el último nombre de una larga lista de cierres comerciales emblemáticos que se han sucedido en el centro de Sevilla desde comienzos de la pasada década. Una sangría que no cesa y que es aprovechada por franquicias y grandes marcas para ocupar los muy cotizados locales de esta zona de la ciudad, que con el tiempo ha ido perdiendo identidad, tanto en tiendas como en bares, hasta el punto de hacer del Casco Antiguo lo que muchos expertos califican como "parque temático", ideado sólo para gustos y hábitos del turismo. 

Cierto es que el Ayuntamiento -quizás un poco tarde- ha intentado poner freno a esta tendencia, motivo por el cual el Pleno aprobó la primavera pasada una ordenanza para proteger los establecimientos emblemáticos. A ella se podrán acoger los negocios que tengan un mínimo de 40 años de antigüedad, en los que se desarrolle una actividad "singular" o que se encuentren en locales que contengan elementos con valor histórico o patrimonial protegido. A cambio de dicho reconocimiento, el gobierno local contribuirá en campañas de publicidad y se beneficiarán de una línea de ayudas económicas.  

Esta protección llega después de que numerosos bares y tiendas, con mucha historia a sus espaldas, se hayan visto obligados a echar el cierre. Los motivos más comunes que llevan a sus propietarios a tomar tal decisión suelen ser el cambio de renta antigua por nueva, que junto a la subida de los alquileres hace imposible que el negocio resulte solvente; la jubilación de sus dueños y la falta de un relevo generacional por parte de sus descendientes a la hora asumir esta responsabilidad; y también el cambio de ubicación de su emplazamiento tradicional. 

Un bazar con mucha historia

El Bazar Victoria, una vez que se mudó a la calle Francos. El Bazar Victoria, una vez que se mudó a la calle Francos.

El Bazar Victoria, una vez que se mudó a la calle Francos. / Juan Carlos Muñoz

Dicho supuesto se produjo en el Bazar Victoria, una de las tiendas "de las de toda la vida" que desde 1914 permanecía en la calle Entrecárceles, en el lugar que hoy ocupan los salones expositivos de la Fundación Cajasol. Tuvo que abandonar este emplazamiento en 2015, después de la moratoria de 20 años que se le había dado a los alquileres de renta antigua y de que la entidad propietaria del edificio acordara otros seis meses más hasta que sus encargados buscaran una nueva ubicación. A tal acuerdo se llegó tras la gran campaña emprendida en Twitter bajo el lema #salvemosalbazarvictoria

El negocio reabrió no muy lejos de allí, en el número 28 de la calle Francos, en un local en excelentes condiciones pero sin el sabor añejo que tenía la tienda tradicional. Un cambio de ubicación que mermó las ventas, hasta el punto de que 20 meses después de permanecer en el nuevo establecimiento su entonces propietario, Rafael Díaz, se vio obligado a echar el cierre en mayo de 2017. Un negocio centenario, que había resistido a crisis y guerras, sucumbió a un cambio de emplazamiento. Díaz aseguraba que la pérdida de los seis escaparates de la calle Entrecárcles jugó en contra. Dejaron de llegar clientes. 

En el entorno de la Plaza del Salvador se han producido otros cierres no menos emblemáticos. Uno de ellos fue el de Uclés, referente, en su exquisita gama de productos, por sus perfumes y cuyo local ocupa ahora otro negocio tradicional, la Antigua Cerería del Salvador, que logró permanecer en este céntrico enclave tras abandonar su histórico establecimienot por el fin de la renta antigua. Entre los exclusivos artículos que vendía Uclés se encontraban los de la firma Carven. Su elegante decoración interior era legado de otra época. Puso fin a su actividad en diciembre de 2015, poco después de que falleciera su dueño, Guillermo Uclés

La Alicantina, cerrada por dos veces

La Alicantina, con su privilegiada terraza en la Plaza del Salvador. La Alicantina, con su privilegiada terraza en la Plaza del Salvador.

La Alicantina, con su privilegiada terraza en la Plaza del Salvador. / D. S.

La Plaza del Salvador ha sufrido desde entonces un importante cambio de piel, donde la pérdida del comercio tradicional ha dejado espacio libre a negocios de comida rápida. También se ha alterado la actividad hostelera de la zona. Tras la pandemia, las tabernas situadas bajo los soportales han instalado veladores en el espacio central de la plaza y se ha conocido por segunda vez (desde 2016) el cierre de La Alicantina. El primero se produjo después de que la dueña del local no renovara el contrato de alquiler con el anterior propietario del negocio, Antonio Palomino. Permaneció cuatro años sin funcionamiento, hasta que en 2020, en plena pandemia del Covid y estando en vigor las restricciones en la hostelería, Emilio Guerrero, empresario referente en el sector, lo reabrió.

Desde entonces no han faltado clientes en su interior y en las mesas altas colocadas en la terraza. Unos ingresos que, al parecer, no han sido suficientes para hacer frente a los gastos de arrendamiento de uno de los locales más cotizados del Casco Antiguo. Desde que acabó la Navidad permanece cerrado, sin que se conozca por ahora el futuro que tendrá un establecimieno que Ricardo Talent Andreu inauguró en 1922 como horchatería y en el que en 1929 (coincidiendo con la Exposición Iberoamericana) se comenzó a servir cervezas. En 1963 conoció un nuevo impulso por parte de Manuel Postigo (con su célebre ensaladilla). En 2001 se hizo cargo Palomino y en 2020, Guerrero. 

La desaparición de firmas hosteleras tradicionales se ha convertido en una constante los últimos años. A La Alicantina se añaden en el centro las de Enrique Becerra, que decidió poner fin a una actividad de cuatro décadas en la calle Gamazo (a escasos metros de la Plaza Nueva) y en pleno confinamiento por el Covid, en abril de 2020. Su propietario tomó esta decisión por temas de salud. Trabajaban entonces en el restaurante diez empleados. Más alejados del Casco Antiguo, también han sido sonados los cierres del Bar Citroen y La Raza, los dos situados a la entrada de la Plaza de España, emblema de la Exposición del 29 y del regionalismo. 

Dos emblemas del parque

El restaurante La Raza, que cerró la primavera de 2021. El restaurante La Raza, que cerró la primavera de 2021.

El restaurante La Raza, que cerró la primavera de 2021. / D. S.

Ambos negocios han sido objeto de procesos judiciales. En el primero cesó su actividad en abril de 2021, al fallecer el que fuera su propietario por aquel entonces, Benito González Yáñez. Sus descendientes decidieron cerrarlo tras la caída de las ventas por la pandemia (que había reducido la llegada de visitantes a un enclave tan turístico) y la sentencia del Supremo, que daba la razón a la administración local en cuanto al cese de la concesión de explotación a la referida familia. Se ponía fin, así, a 92 años de historia que comenzó con la Exposición Iberoamericana. Supuso dejar en la calle a diez trabajadores. Su concesión demanial volvió a licitarse el pasado abril. Según trascendió en aquel momento, los propietarios de Puerto de Cuba se encargarían de gestionarlo y de afrontar una nueva etapa en él. 

No muy diferente ha sido el devenir de La Raza, el otro negocio emblemático situado a la entrada del Parque de María Luisa. Cerró sus puertas en la primavera del año pasado, tras casi siete décadas en el mismo lugar. Se fundó en 1954 y durante esta trayectoria estuvo a cargo de varias generaciones de la misma familia (su último gestor fue Pedro Sánchez-Cuerda), que vio cómo perdía su establecimiento fundacional tras un litigio con el Ayuntamiento por idéntico motivo al del Bar Citroen: la extinción de los contratos de alquiler formalizados sobre bienes con anterioridad al 9 de mayo de 1985, conforme a la disposición transitoria tercera de la Ley de Arrendamientos Urbanos.

Meses después, sus instalaciones habían sido destrozadas, saqueadas y convertidas en refugio de indigentes. Corrieron la misma suerte que otros locales cercanos, como la antigua discoteca Apandau o Bandalai, también expoliadas. No ocurrió así con el Citroen al quedar tapiado. Tras salir de nuevo a licitación, dicho local ha pasado a manos del Grupo Abades, que plantea en su proyecto de puesta en funcionamiento una recuperación del edificio como fue concebido para la Exposición de 1929, cuando sirvió de sede del Pabellón de Informaciones. 

El recordado Fernando Rodríguez Ávila, en su desaparecida sastrería. El recordado Fernando Rodríguez Ávila, en su desaparecida sastrería.

El recordado Fernando Rodríguez Ávila, en su desaparecida sastrería. / Juan Carlos Vázquez

La pérdida de identidad que conlleva estos cierres supone una merma del valor añadido que aporta el trato individualizado que se prestaba en estos negocios, los cuales contaban con una clientela fidelizada. Una cualidad de la que podía disfrutarse en tiendas dedicadas a la confección de prendas masculinas, como es el caso reciente de Camisería Javier Sobrino (después de 36 años) y la pérdida irreparable con la muerte del sastre Fernando Rodríguez Ávila, especializado en trajes de elaboración muy compleja y legatario de una época en la que el buen vestir era rasgo común. Tal fue su importancia en el noble oficio de alfayate, que el Museo de Artes y Costumbres acogió el verano pasado una muestra en la que se recreaba su taller de confección y costura. En vida cortó más de 20.000 trajes hechos a medida

Especias, dulces y helados

La Fiorentina, una heladería artesanal que cerró sus puertas en 2020 tras 25 años de historia. La Fiorentina, una heladería artesanal que cerró sus puertas en 2020 tras 25 años de historia.

La Fiorentina, una heladería artesanal que cerró sus puertas en 2020 tras 25 años de historia. / D. S.

Otro gran vacío fue el que provocó el cierre de la Casa de las Especias, en la calle José Gestoso, después de más de 70 años de funcionamiento. Se abrió en 1932 para la venta de tripas de embutidos y especias para la carne. A lo largo del tiempo fue diversificando sus productos, dando cabida a los de cultivo ecológico y los relacionados con el cuidado de la estética. También fue famosa su amplia colección de inciensos. El fin de la renta antigua acabó con un referente de los negocios emblemáticos de Sevilla, como en su día lo fue también Casa Marciano, una tienda de ultramarinos fundada en 1928 que dejó de existir en 1991 en la calle Lineros. 

En el entorno de José Gestoso sobreviven Almacenes Pérez Cuadrado y Pichardo, dos negocios emblemáticos y singulares de la ciudad que resisten al envite transformador que ha experimentado la zona desde que se inauguraron las setas de la Encarnación, cuya Plaza Mayor, eso sí, es de los pocos lugares del centro (junto a la Plaza de San Lorenzo) donde aún se pueden ver por las tardes niños jugando. Un verdadero oasis. 

Y para terminar, nada mejor que endulzar la memoria. Hay quienes aún recuerdan el Café Central o la Confitería La Española, pero más reciente en el tiempo ha sido la pérdida de la heladería La Fiorentina, en la calle Zaragoza, famosa por su gran variedad de helados (más de 300 sabores), con creaciones propias como el de pestiño, piñonate, azahar, violeta o crema mediterránea. La crisis del coronavirus (con la bajada de clientes) y el alto coste del alquiler llevó a que su propietario, Joaquín Liria, tomara esta decisión en mayo de 2020, a punto de comenzar la temporada veraniega y cuando celebraba sus bodas de plata. 

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