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Hostelería

El cierre de La Alicantina deja un vacío en la Plaza del Salvador de Sevilla

La Alicantina, en la Plaza del Salvador.

La Alicantina, en la Plaza del Salvador. / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Reabrió en mayo de 2020, en plena pandemia, y ha cerrado pasadas las recientes pascuas de Navidad. La Alicantina, el popular establecimiento de la Plaza del Salvador, ha vuelto a echar el cierre. Las dificultades a las que se enfrenta el gremio de la hostelería en la actual coyuntura, entre ellas la selección de personal y los elevados alquileres de ubicaciones especialmente cotizadas como es este caso, han influido en una decisión que deja libre un local tradicionalmente ligado a la actividad hostelera. 

La Alicantina ha sido uno de esos negocios que han dado y dan para escribir un libro, más allá de la fama de su ensaladilla, los champiñones a la brasa y los crujientes picos. Doña María de las Mercedes se tomaba el aperitivo en la Alicantina tras orar ante las sepulturas de sus padres en la cripta de Pasión. Solía acompañarle Eduardo León, presidente de la Caja Rural, que salía de su casa de la calle Cuna en cuanto lo avisaban para estar junto a la madre del rey Juan Carlos. No hay cofrade del Amor y Pasión o hermano del Rocío de Sevilla que no haya pasado por este bar en algún momento de su vida. La Alicantina es patrimonio de la infancia de varias generaciones de sevillanos.

El empresario Emilio Guerrero hizo en la Alicantina en 2020 lo mejor que se podía hacer: mantener la esencia de un negocio singular, digno de catalogación, incluido el azulejo de los vinos de Maestro Sierra, y tratar de enriquecer el negocio con lo mejor de su experiencia previa al frente de La Isla, en el barrio del Arenal, y en la propia Alicantina como cliente. 

El local, que ha cumplido el centenario, comenzó funcionado como horchatería en el año 1922 de la mano de Ricardo Talent Andreu. Ya tenía ese mismo nombre, que decidieron mantener los siguientes protagonistas de la historia, aunque el uso fue bien distinto. Ya avanzado el siglo XX, el local adquirió gran fama de la mano de Manuel Postigo. Tras la jubilación de Postigo, el local, ya gestionado por otro hostelero, cerró y fue cuando Gerrero se hizo cargo del local, lo cual era todo un desafío por estar entonces vigente las restricciones a la hostelería. Es el tercer cierre que sufre el legendario establecimiento.