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El torero que asustaba al miedo

  • Puerta toreó en muchas ocasiones sin haberse recuperado de la cornada anterior.

En los últimos años ha luchado con su habitual valor extraordinario contra los problemas de salud que arrancaron con una diabetes severa. Diego Puerta, con modestia, no presumía de ese palmarés sublime que es su hoja de servicios en el toreo, donde apuntó una valor natural excelso, gracia, una honradez patente y una entrega sin límites. Con más de cincuenta cornadas, en la última entrevista concedida, se apretaba el muslo derecho y decía: "-¿Ve?, apenas tengo músculo. Aquí -apretaba con el índice su pernera- tengo un agujero que sale por el otro lado. Y el otro muslo está igual". Dolores que no traslucían en su semblante. Era Diego Valor, el Espartero del siglo XX, el hombre que asustaba al miedo e inquietaba en los portones a sus compañeros antes de hacer romper cada paseíllo.

Diego Puerta, sobre las cornadas, explicaba que "los toros avisan cuando te van a coger. Lo que pasa es que a mí me avisaban y me volvía a poner en el mismo sitio donde me decía el toro 'ten cuidao, que te doy'. La verdad es que fueron más de cincuenta cornadas, entre las grandes. Pero a mí eso no me importaba. Me gustaba que el aficionado saliera contento de la plaza y por eso muchas veces me arrimaba demasiado. Me ponía en un sitio difícil, en el que los toros suelen coger y herir".

De la cornada, esa medalla al valor que tantos sinsabores le hizo vivir, Diego Puerta decía: "La cornada no es nada. El mérito está en arriesgar. Cada vez que me cogían los toros yo salía más enfadado en la siguiente corrida y me arrimaba más. Parece que las cornadas me daban más valor. Siempre lo he dicho: la cornada no duele. En el momento, no. Por lo menos, yo no lo sentía". En este sentido, recordaba lo que supuso una auténtica hazaña que todavía se recuerda: "En Zaragoza me pegaron una cornada en los testículos. Vaya, que los cogí los dos de las rodillas. Me curaron. Y a los dos días salí con la herida sangrando a torear en mi despedida, en Sevilla. Me eché un analgésico y en el quinto toro -era un mano a mano con Paco Camino- sangraba hasta por las piernas".

Diego Puerta, al escuchar la palabra miedo, llegó a encogerse de hombros "¿Miedo?... No. Es que yo no sé lo que es el miedo. Yo le perdí el miedo al toro. El único miedo que he tenido en mi vida ha sido el miedo a hacer el ridículo".

Una de las virtudes que tuvo es rechazó ofertas millonarias para reaparecer, un hecho que tuvo su origen en la promesa que le había hecho a su esposa: "En Bilbao, en el 74, le dije a Manolo Chopera que me retiraba. Por la tarde corté tres orejas y volví a decir: 'Manolo, este año me retiro'. Y llamé a mi mujer y se lo dije. No se lo creía. Y no quise volver porque quería dejar un recuerdo bueno para los aficionados". En cualquier caso, al cumplirse sus bodas de oro con el toreo, dejaba como titular: "Daría hasta el último euro por volver a empezar". Y con la responsabilidad habitual que tenía se refería a su faceta como ganadero, en la que se encontraba a gusto, si bien no quería anunciarse en la plaza de Sevilla porque "eso son palabras mayores".

Triunfador en los ruedos, el veterano maestro presumía fundamentalmente de su éxito familiar: "Lo mejor, sin duda, mi familia. Tener los hijos que he tenido -Guadalupe, Rocío, Diego, María Dolores, María José y Pedro-, una docena de nietos y mi mujer, a la que le tengo admiración".

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