Un sevillano en Texas

El tuteo

  • En EEUU, se cree denigrante usar el término de empleado para el que realmente lo es.

Cuando yo vivía en España, en los tiempos de Dios guarde a usted muchos años el tratamiento de don era universal, al menos en la expresión escrita. A veces iba precedido por Sr.. Así, el recibo de la luz se le mandaba tanto a un albañil como a un grande de España dirigido al Sr. D. (aunque en el caso del grande fuera a su vez precedido por Ilmo., o Excmo., etcétera.) Verbalmente, más o menos todo el que llevaba corbata y sombrero era llamado don. Por supuesto el usted era de rigor entre desconocidos o como muestra de respeto a superiores o a las personas mayores. A veces la práctica llegaba a términos exagerados. Por ejemplo, mi padre usaba el usted cuando se dirigía al suyo. 

 

Pero viene la Democracia. Se acabaron las clases. Todos éramos iguales. El don desapareció  para no volver (¿sería por decreto gubernamental?). Recuerdo que, en mi primer o segundo viaje a España después de la Transición, un subordinado (muy querido, por cierto) en el bufete donde trabajaba antes de radicarme en este país no se atrevió a tutearme pero desde luego me apeó el don. Pero observé que tuteaba a los abogados jóvenes en el mismo bufete. Hay dos grupos que, curiosamente,  me tratan siempre de usted. Uno lo componen los que atienden a mis llamadas a través de la línea telefónica internacional del Banco de Santander (me figuro que bajo órdenes severas) y el otro los mexicanos hijos de españoles que juntamente con su "licenciado" para allí y para acá han heredado y conservan esta forma de dirigirse a cualquier persona ajena a su entorno familiar o de amistad.

 

Porque ésta era la costumbre. Tú se reservaba para los familiares, los novios, los amigos. Los niños y adolescentes se tuteaban entre sí. Los profesores de Primaria tuteaban sus discípulos (no viceversa) y este tuteo terminaba cuando el estudiante llegaba a la Secundaria.

 

El Diccionario de la Real Academia considera que "con su uso" (el tuteo) "se borran todos los tratamientos de cortesía y respeto". Parece ser que en tiempos de la monarquía (anterior a la actual), el rey Alfonso XII tuteaba a todo el mundo (se lo autorizaba el protocolo). A mí, personalmente, me parece que era una ordinariez.

 

Este tema del tuteo ha sido tratado por el Marqués de Tamarón en su obra El guirigay nacional y por don Fernando Lázaro Carreter en su El dardo en la palabra. El Marqués de Tamarón considera que el tuteo era la forma de tratamiento entre comunistas y fascistas en los años 30 y durante nuestra Guerra Civil. Con ello trataban de demostrar que ellos pertenecían a una clase distinta de las demás. Lázaro Carreter se sintió halagado al principio cuando notó que sus alumnas le tuteaban. Se sentía volver a su juventud. Más tarde, y después de estimar que el tuteo "está pavorosamente extendido", lo critica duramente y piensa que el tuteo indiscriminado "desmantela la propia intimidad". Aquí da en el clavo. Para mí, los jóvenes de hoy, para su desgracia, desconocen la dulce transición de la formalidad del usted a la deliciosa intimidad del amoroso tú en las relaciones sentimentales. Ha habido en esto del tuteo una gradación que se ha podido apreciar en el curso de los años. Lo que empezó, a partir de 1975, como un acto de rebeldía político-social contra las viejas estructuras en las relaciones humanas es para los nietos de los que rompieron los antiguos cánones meramente una afirmación psico-social, cuando no un absoluto desconocimiento del antiguo tratamiento fruto del progresivo empobrecimiento del lenguaje que usan a diario

Curiosamente, y casi al mismo tiempo que la Transición política española, un fenómeno parecido tuvo lugar en EEUU. De la noche a la mañana (es un decir) desapareció el respetuoso Mr. (Mister) y la gente empezó a llamarse por el nombre propio. Todos los días recibo invitaciones a comprar, toda clase de cachivaches, dirigidas a dear (querido) Eugenio. Estas invitaciones vienen de firmas comerciales o individuos perfectamente desconocidos. Lo mismo ocurre con las llamadas telefónicas. De pronto, un  desconocido me llama Eugenio y se queda tan campante.

 

Como es natural, la causa de esta invasión a la propia intimidad no cabe achacarla a un surgir democrático o a un colapso de las clases. EEUU ha sido democrático por más de doscientos años y se supone que las clases no existen.  La razón hay que buscarla en un falso sentimiento de que el uso del tradicional mister incorpora a la expresión tanto oral como escrita una fría rigidez que hace imposible una relación amistosa.

 

Este fenómeno viene íntimamente asociado al abandono de términos claros y precisos ("al pan, pan y al vino, vino") que se ha venido observando tanto en España como en los Estados Unidos. Se trata de evitar nombres y designaciones que puedan sugerir niveles de inferioridad. Por ejemplo, aquí, en EEUU, se prefiere llamar a la persona que siempre se ha designado como employee (empleado) associate (asociado) o team member (miembro del equipo). Falsamente, se cree que llamar empleado al que lo es es denigrante. Por otra parte, en España ya no hay viejos ni ancianos ni criadas (si es que aun existen) Son gente de la tercera edad o empleadas del hogar. A mí estas expresiones me parecen de  una cursilería atroz.

 

Y en ésa estamos. Vivir para ver... y oír.

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