La vida vivida como una hermosa ópera
metrópolis · La Corza
Afueras. Un barrio de gente humilde con diferentes fases llevadas a cabo por una arquitectura de autor: Aurelio Gómez Millán primero; en los años 80, Aurelio del Pozo y Luis Marín de Terán, los arquitectos del teatro de la Maestranza
Quien llega a La Corza no se quiere ir. Ésta es la historia de varios hechizos y deslumbramientos de quienes llegaron a una barriada construida sobre unas huertas de una aristócrata que en su última remodelación lleva el sello de los arquitectos Aurelio del Pozo y Luis Marín de Terán, los autores del teatro de la Maestranza. En el estudio de su proyecto 1982-1986, una obra que duró lo que una legislatura, insistían en el papel dominante de las cajas de escaleras.
José Pizarro Álvarez nació en Osuna y un día de los años 70 pasó con unos amigos en coche por la Carretera de Carmona. "Me atrajo la visión variopinta de puertas, ventanas y persianas cuya policromía a la luz de aquel atardecer semejaba un encendido arco iris", escribe en la introducción del libro La Corza. Recuperar su identidad (Historia inacabada de mi barrio).
Le impresionó tanto el barrio que en el curso 83-84, en pleno frenesí de las obras de Del Pozo y Marín de Terán, eligió el colegio público Antonio Álvarez, donde estuvo catorce años dando clases de Lengua. Una de las alumnas fue su hija, Sonia Pizarro Bermejo, que después eligió el camino de la Filología Alemana y ayudó a su padre a elaborar el libro resultado de una fascinación. El profesor de Lengua murió antes de verlo publicado. El entonces alcalde Juan Ignacio Zoido vino al barrio a presentarlo y un parque lleva el nombre del profesor José Pizarro.
Gabriel Díaz López entra en el bar Borja y pide un café y el Diario de Sevilla. Es viernes y ha cumplido 86 años, más de la mitad vividos en esta barriada de La Corza a la que llegó en 1971 como párroco de la iglesia de Nuestra Señora del Reposo. "La barriada estaba aislada, era todo campo". Lo dice quien nació en la Avenida, en una casa de vecinos que había frente a la parroquia del Sagrario, a dos pasos de la Catedral. "Mi padre era guardia civil, estaba destinado en Aznalcázar y mi madre vino a dar a luz a la casa de mi abuela".
El cura llegó a La Corza desde la Isla del Arroz. Sus padres trabajaban en la calle San Gregorio para una marquesa, ella de cocinera, él, el futuro guardia civil, de mayordomo. "Allí se conocieron". Rafael, el dueño del bar Borja, tiene puesta la televisión. Quizás tanta información sobre Cataluña la asocie este sacerdote con la muerte de su padre, que falleció de un infarto cuando siendo cabo primero participaba en un cursillo en Sabadell.
Don Gabriel, como le llaman muchos vecinos, tuvo un hermano torero, El Marqueño. Fue aprendiz en la Pirotecnia Militar y ejerció el oficio de tornero metálico. "Por las mañanas tenía el mono de tornero y por las tardes me ponía el uniforme de cura".
A Soledad Pérez Castañeda le dieron a elegir entre tres barrios cuando tuvo que abandonar la casa de vecinos de la calle Lumbreras: entre Nervión, Sevilla Este y La Corza, eligió esta última porque le cogía más próxima la Alameda. "Cogía el 2 y ya estaba en la Macarena", dice su hijo Juani, Juan José Leyton Pérez. La suegra de Sole, María Mejías Silva, es la gitana que aparece en el monumento funerario de Joselito que esculpió Benlliure. El torero también quería volver a la Alameda, así por lo menos terminaba el poema de Rafael Alberti, que rotula una calle próxima a La Corza: "Que pueda, Virgen, que pueda / volver con sangre a Sevilla / y al frente de mi cuadrilla / lucirme por la Alameda".
El libro de los Pizarro, padre e hija, da cuenta de los planes de ordenación urbana de 1945 y 1963, de las riadas de 1948 y 1961, la del Tamarguillo. En 1949 se funda la peña sevillista -Rinat Dassaev llegó a ser vecino de La Corza-, en 1959 la peña bética. "Yo soy sevillista", dice el hijo de Sole, "y voy más a la peña sevillista. Y la peña bética está siempre llena de sevillistas". La asociación de vecinos lleva el nombre de León Felipe. "Domingo Paella Gratis", se lee en un cartel. El 15 es la ruta del escultor Navarro Arteaga. Sale de la plaza de Jerónimo Hernández, vulgo Rialto, donde está la estatua del cantaor y tabernero Pepe Perejil. Y junto a una parada en la esquina de Avenida Alcalde Manuel del Valle con la Carretera de Carmona, cerca de una muy concurrida churrería Menta y Chocolate, se llega paseando a la plaza donde está la parroquia Nuestra Señora del Reposo, con una imagen de la Virgen que ha esculpido también Navarro Arteaga.
Pepín es el nombre familiar de José González. Ya está jubilado como empleado de Telefónica. Desde el Tiro de Línea se vino a vivir a la barriada de Las Naciones. Cuando ésta no tenía parroquia, dice que "los que estábamos comprometidos con la Iglesia veníamos a la iglesia de La Corza". Al poner fin a su etapa laboral, ahora va a misa a Las Naciones, pero los días que puede se acerca a la iglesia de La Corza para arreglar su jardín. Apunta a modo de catálogo: olivos, limoneros, un ficus benjamina. El jardinero por la mañana, el cura por la tarde.
El bar Borja es la Asamblea de las Mujeres. El hombre está dentro. Rafael Freaza, que se multiplica en cafés y tostadas sobre un mostrador con una caja de vino Señorío de Melvín, nació en La Corza, corceño auténtico. Antes tuvieron el bar de Eugenio, también conocido como el del gallego, por la procedencia de su padre, llegado de un pueblo de Pontevedra llamado Traspielas.
"La abuela soy yo", dice Belén Márquez. La abuela de Triana, una niña de siete meses a la que mece en el carrito su hermana Ana María Márquez, la mujer del dueño del bar Borja. Las dos nacieron en Gines. Belén tiene 54 años y llegó a La Corza con 14 después de una crianza en Sanlúcar de Barrameda. Triana, centro de atención de todas la asamblea, es hija de un padre de La Corza y una madre de Las Naciones que se conocieron en el colegio. "Soy bordadora de oro, por si lo quiere poner", dice Belén, la abuela de Triana. El nombre del bar Borja es por el hijo de Rafael y de Ana María, que está casado con Eva. El padre Gabriel devuelve el periódico al mostrador después de repasarlo con sabia parsimonia y Belén va a su casa para traerle al periodista un ejemplar del libro de José Pizarro y su hija Sonia.
Florentina nació en 1974 en el barrio. Está en el paro, cosa bastante frecuente en La Corza. "Mucho parado, pero muy tranquilo", dice Belén. "También hay gente que se levanta temprano para trabajar todos los días", dice Ana Belén, que no suelta la correa del perro Tyson, al que no le pierde la vista Triana, la reina de la escena. Esta joven cruza todos los días la Carretera de Carmona para limpiar una casa en el edificio Metrópolis. "Tiene piscina y todo", dice la bordadora.
Ángeles Sevillano López nació en el número 101 de la calle Pureza, con dos años se vino a La Corza "y tengo 84". En su familia debe ser una tradición, porque su padre, Miguel Sevillano, nació en Marchena y con dos años ya estaba su familia en Triana. "Si le cuento la historia de mi padre, va a necesitar usted el periódico entero". Como Susana Díaz, Ángeles también es hija de un fontanero municipal que vivía en Triana. "En La Corza hicieron al principio viviendas para trabajadores del Ayuntamiento, y mi padre pidió una. El agua de las casas la habían puesto por arriba y no corría. Mi padre la puso por abajo".
Todas las tardes abre la parroquia Alfredo Morillo, el joven párroco. El colegio donde fue profesor de Lengua el historiador de La Corza es ahora el Centro de Educación Especial Virgen de la Esperanza, al que traen en autobuses a alumnos de toda la ciudad. A la hora del recreo, profesores y monitores salen con ellos para dar un paseo por la plaza y sus alrededores, alejados del ruido y el gentío.
Después de Gabriel Pérez han pasado bastante párrocos, pero él sigue siendo vecino de la calle Alonso de Solís, nombre de un obispo gaditano. Fue cura obrero, tornero y sacerdote, sin alardes, en un barrio en el que el cura José Antonio Casasola se encerró el 31 de marzo de 1976 en la parroquia con cincuenta obreros de Roca. Cuando José Pizarro consiguió la plaza en el colegio de La Corza, su llegada coincidió con la Velá en la plaza de Begí, nombre abreviado del sabio andalusí Abu-Omar Alnuill Ben-Omeya. Un regalo inesperado.
Las vecinas hablan de las diferentes fases que ha conocido la barriada de La Corza. Uno de los primeros proyectos integrales lo firmó el arquitecto Aurelio Gómez Millán. El barrio limita entre la Carretera de Carmona, antesala del puente sobre el ferrocarril que separa los polígonos industriales Store y Calonge, y Las Huertas. Sole, la nuera de la gitana que acompaña a Joselito en el paseíllo eterno de Mariano Benlliure, tiene 91 años y se fue a vivir a un piso más adaptado a sus necesidades en San Jerónimo, con su hija Angelines y su yerno Manolo, que trabaja con su hijo en una empresa de montaje de ferias. Soledad Pérez Castañeda vuelve con la imaginación todos los días a la Alameda, como Joselito con su cuadrilla en el poema de Alberti. Muchas viviendas son de renta antigua con opción de compra. Fases diferentes, pero un mismo color crema y ese hechizo del atardecer con un encendido arco iris que atrapó en sus aulas al profesor de Lengua.
Campaña para maquillar la ciudad ante el 29
El Patronato Municipal de Casas Baratas acometió la primera fase de un grupo inicial de sesenta viviendas, dentro de un proyecto en una finca de Amate y en una propiedad de la Marquesa de La Corza, origen del nombre de la barriada. El plan preveía acoger a los chabolistas que afeaban la ciudad durante la celebración de la Exposición Iberoamericana de 1929. Algo parecido a lo que se hizo en vísperas de la Expo 92 con las chabolas que estaban a un lado de la SE-30 y se intentó sin conseguirlo -después lo haría la promotora de las viviendas de Torneo- con las que estaban junto a la torre de los Perdigones. La Corza es hija de tiempos precarios y acuciantes. En 1945 se hizo una nueva fase para acoger a gente sin vivienda tras la explosión de un polvorín del Cerro del Águila. tras la riada del 61, 300 familias fueron alojadas en Las Huertas.
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