Atlético de Madrid-Sevilla FC | Crónica

Un poco de amor propio (1-1)

  • El Sevilla se rebela en la segunda mitad para lograr un triste empate ante un Atlético en chanclas.

  • Los blancos, pésimos hasta el descanso, jugaron como si apenas les fuera nada.

Despedida casi total de la Liga de Campeones y en peligro la sexta plaza, que se jugará contra el Athletic en el Ramón Sánchez-Pizjuán en la última jornada. El Sevilla sacó un punto de su visita al Wanda Metropolitano por la sencilla razón de que tuvo algo de amor propio tras el intermedio, pero la cruda realidad de la situación para la escuadra que ahora dirige Joaquín Caparrós es que la pretemporada vuelve a estar en peligro y que dar un salto de calidad en Europa sería prácticamente un milagro, pues ya deberían fallar sus dos rivales con sendas derrotas, ni siquiera un empate.

Ésa es la peligrosa posición en la que se halla sumido este Sevilla sencillamente porque la confección de su plantilla se ha confirmado como una auténtica estafa en las dos últimas campañas. No hay ni un solo aficionado a la causa nervionense que no pensara de semejante forma cuando se arribó al intermedio en el Wanda Metropolitano, justo donde un año antes había caído de manera estrepitosa en la final de la Copa del Rey.

El Sevilla era incapaz, hasta entonces, de inquietar siquiera a un Atlético de Madrid en chanclas, a un adversario que aprovechaba los momentos previos para homenajear a Diego Godín y que en el descanso ponía sobre el césped a todos los equipos de lo que ellos llaman la Academia, es decir, su cantera. Era evidente que allí nadie se tomaba en serio el litigio más allá de estar pendientes de lo que pudiera suceder en Anoeta para saber que el segundo puesto estaba garantizado para los anfitriones.

¿Y qué papel jugaba la escuadra, aunque fuera de todo menos beligerante, de Caparrós a la hora de tratar de estropear la fiesta? Un rol muy triste, sin duda, porque los sevillistas, con Gnagnon de partida en el lateral izquierdo a pesar de estar en el banquillo Aleix Vidal y Escudero, éste afectado por un virus, y de no contar en los partes oficiales como lesionado Arana, fueron un verdadero esperpento hasta el intermedio.

El Sevilla salió al césped de ese estadio que invita a jugar al fútbol como si no le fuera nada en ello, como si las opciones que tuviera para alcanzar la Liga de Campeones fueran nulas. Y no, hay que recordar que en caso de haber sabido ganar hubiera llegado a la última jornada metido en un triple empate con el Valencia y el Getafe a la espera de un fallo mínimo por parte de ambos. Era un equipo tremendamente triste, que reflejaba fielmente que la confección de sus plantillas en las dos últimas campañas se ha acercado a una auténtica estafa. Porque el gasto en las mismas debería darle para una imagen mucho más combativa de la que evidenció en ese primer acto.

Incapaz desde la misma confección del once hasta de sobreponerse al paso de los minutos, el Sevilla era una caricatura de equipo. No es que el Atlético tuviera una infinidad de ocasiones de gol, tampoco las necesitaba y los hombres de Simeone no jugaron esta vez con la mínima intensidad que se les exige. Está claro que el rival les había exigido menos esfuerzo que lo que tal vez les demande el profesor Ortega en cada entrenamiento en la ciudad deportiva de Majadahonda.

Pero con ese mínimo esfuerzo les sobraba para irse al parón del juego con un gol de ventaja cuando Koke se recorrió más de 30 metros sin que ningún sevillista fuera capaz de hostigarlo siquiera. Fue un balón que estuvo a punto de perder Thomas cerca de su área y la desorganización defensiva de los hombres de Caparrós condujo a que se convirtiera en una contra incapaz de ser parada. Tampoco el peligro era real, no se crea, pero bastó con un inocente disparo de Koke para que el balón tocara en Kjaer y se convirtiera en el uno a cero.

Era el merecido castigo para un equipo sin sangre, incapaz de pelear por los objetivos que les marcaba a los suyos el actual entrenador y el máximo responsable de la confección de la plantilla, aunque ahí cabría meter también al presidente del consejo de administración, José Castro, que en los tiempos de vacas gordas, cuando el equipo con Machín peleaba por los primeros puestos de la Liga, alzó su mano para arrogarse también algún mérito en esa construcción del elenco de futbolistas.

Afortunadamente para el orgullo de quienes sienten en sevillista todo iba a variar, siquiera ligeramente, en el segundo periodo. Bastó con un cambio, con la entrada de un lateral, aunque no sea zurdo, como Aleix Vidal por un central, que fue Kjaer el señalado, para que el Sevilla fuera ya más coherente y al menos peleara por ganarle metros a un Atlético cada vez más de fiesta conforme se iban conociendo los goles de la Real Sociedad al Real Madrid. Pero eso debe importarle a Simeone y aquí se trata de analizar ese paso adelante de los discípulos de Caparrós.

El Sevilla, al menos, evidenció sobre el césped algo de amor propio y comenzó a acercarse hasta Oblak, aunque tampoco demostrara ni mucho fútbol ni tampoco físico para ello. Porque el arranque del segundo acto tampoco había sido nada prometedor, con una llegada de Thomas y un regalo increíble de Roque Mesa a Griezmann que tuvo que ser salvado por Gnagnon en última instancia.

Más o menos por ahí comenzó a cambiar la tendencia del juego. El Sevilla comenzó a mandar sin que estuviera nada claro si era por méritos suyos o por deméritos del adversario. Pero tampoco debe importar mucho eso, lo cierto es que Sarabia, con la misma fortuna que Koke en su remate, fue capaz de empatar en un centro del Mudo Vázquez que fue desviado por Montero hacia su portería.

Entonces sí pudo cambiar totalmente el decorado, ya que apenas cuatro minutos más tarde los mismos protagonistas coincidieron previa aparición de Ben Yedder para que el madrileño fallara un gol clarísimo ante la salida de Oblak. El Sevilla había tenido la gran oportunidad de reengancharse a la pelea por la Liga de Campeones, pero no fue capaz de materializarla y, pese a la mejoría de su imagen, que pasó de ser paupérrima a digna, aunque triste, deberá afrontar la última jornada con más miedo que ilusión. Porque la posibilidad de un nuevo verano de previas tal vez está más cerca para esta plantilla tan mal parida que la opción de alcanzar la cuarta plaza. Eso se dirimirá el próximo sábado y entonces se contará, esta vez se trataba de alabar el amor propio, porque de fútbol, físico y otras cuestiones, esta plantilla...

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