Inmeros en la vorágines de este no parar que vamos a ver qué consecuencias tiene en el físico de los jugadores, el Sevilla llega al centro geográfico de la piel de toro con el ánimo reconfortado por su triunfo en Rennes. Una victoria que no sólo sirvió para regocijo de la tesorería, sino que le sacó de ese amago depresivo que provocaron las derrotas con Chelsea y Realísimo. Lo de hoy es otra cosa, es como pasar del lujo al prosaicismo de lo doméstico.

Espera con la guardia alta y un puñado de bajas el equipo revelación del curso pasado, pero que no parece haber mantenido ese nivel. Lo que pasa es que el Getafe puede que ande pasando por una bajada en su curva de nivel, pero sólo está a tres puntos de su rival de hoy. Cierto es que jugó un partido más que el Sevilla, pero tampoco es cuestión de minusvalorar su andadura actual. La tropa de Bordalás es dura de roer y en esta sabatina tan atractiva tendrá mucho que decir.

Y la incógnita que puede llegar a ser inquietante para su clientela es la de qué Sevilla aparecerá por el Coliseum Alfonso Pérez. Estaremos ante el equipo que se mueve a gorrazos por Europa o al más dubitativo de la LaLiga. Esa es la cuestión, pero de lo que no cabe duda es de que tras su aplastante discurrir por la Champions puede salir a escena más liberado mentalmente, que hasta febrero no vuelven las luminarias de la primera competición mundial interclubes.

Y de aquesta guisa llega el reencuentro del Sevilla con LaLiga y como es natural lo hace con su entrenador llenando de elogios al equipo rival. Lopetegui se mueve igual ante el Chelsea o el Bayern que ante el Huesca o el Getafe. A todos colma de elogios y de piropos, lo que engrandece a los suyos en caso de triunfo y los disculpa si tocan bastos. Esperemos que en esta cita, tan crucial para el definitivo asalto a los áticos de la tabla clasificatoria, la moneda caiga de cara.