Ocampos, al rescate del Sevilla y de Lopetegui

Leganés - Sevilla | La crónica

Un gol a los seis minutos de la prórroga del argentino, que tuvo que salir, saca de un lío mayúsculo al equipo, cuyo nivel sin su grueso de titulares no le daba para ganar al Leganés

Ocampos es felicitado por sus compañeros tras su decisivo gol.
Ocampos es felicitado por sus compañeros tras su decisivo gol. / Chema Moya (Efe)

Una poderosa galopada de Lucas Ocampos cuando se cumplía el sexto minuto de la prórroga despejó el horizonte del Sevilla en los dieciseisavos de final de la Copa del Rey y meterá la bola del equipo de Nervión en el sorteo de los octavos. La eliminatoria a partido único ante el Leganés, equipo de Primera hasta julio pasado, se anunciaba espinosa, pero ni el peor agorero podría imaginar que la oposición de los pepineros fuera tan férrea y llevara tan al límite a un bloque, el de Julen Lopetegui, que volvió a evidenciar que se resiente mucho, mucho en cuanto los buenos de verdad dejan paso a la llamada unidad B.

Con Jesús Navas y Rakitic en Sevilla, tuvieron que salir Lucas Ocampos en el minuto 83 y Koundé en la prórroga para que los uniformados de rojo plasmaran su superioridad en la imponente nevera del Wanda Metropolitano. Antes, sólo Idrissi, en un tiro cruzado abajo (55’) puso en serios apuros al baqueteado guardameta Asier Riesgo. El resto fue un dominio más aparente que afilado, demasiado hueco. Tampoco es que el Leganés obligara a Bono a emplearse, pero ya en tramo final del partido, en sendas pérdidas de Óliver Torres y de Óscar Rodríguez, dos contras de los madrileños, sobre todo la primera, en la que Diego Carlos bloqueó un peligroso tiro de Rubén Pardo (76’), supusieron una amenaza para terminar de oscurecer el panorama copero a los sevillistas.

La primera parte que perpetró el plano y previsible equipo de Nervión fue similar a la de Linares, con la salvedad de que esta vez faltó esa falta al borde del área que iluminó de repente el oscurísimo juego, como ocurrió en Linarejos con el golpeo a la red de Óscar Rodríguez.

El Sevilla de Jesús Navas, Koundé, Acuña, Fernando, Ocampos e incluso el actual Rakitic es un equipo serio, de altos vuelos, como demuestra en la Liga. Pero sin ellos de golpe, el vuelo desciende varios estratos. En el glacial Wanda Metropolitano, por donde hubiera raseado el grajo. Lopetegui priorizó lo del martes en Vitoria y hasta cierto punto es lógico. Calibró si le daba de salida con un equipo plagado de suplentes y ni de lejos le dio para doblegar a un buen equipo de Segunda. Tiró del banquillo con timidez y a regañadientes ya en la segunda parte (Acuña y Óscar en el 69), dio otro giro de tuerca ya tarde con Ocampos y Suso en el 83 y tampoco le llegó. Y ya en la prórroga, con Koundé por Aleix Vidal, el francés por la derecha y Ocampos por la izquierda aprovecharon el desgaste de los pepineros y la calidad innata que atesoran, por supuesto, para un sometimiento por fin eficaz.

El intensísimo frío y la exigencia física del choque abrió los espacios en el tiempo añadido y en una jugada con la zaga del Leganés muy expuesta, Óliver Torres al fin sirvió un enorme pase al espacio –cuánto juega al pie este equipo sin visos de peligro...– para que la furia desbocada de Ocampos resolviera. El argentino se perfiló para cruzar con su derecha con comodidad.

Antes, la impotencia de los rojos fue clamorosa. Aleix Vidal jamás dio profundidad por el ala derecha, menos aún Rekik por la siniestra; sin Koundé en el eje de la zaga y con Gudelj por delante, la salida del balón desde atrás era misión exclusiva de Jordán, quien encima estuvo muy incómodo ante la acumulación de piezas que ordenó Pep Lluís Martí en la zona ancha bajo su dibujo 3-5-2.

Óliver Torres, el tercer medio de rojo, sí que mejoró en la segunda parte, cuando se abrieron más espacios. Y menos mal para el Sevilla, pues Lopetegui volvió a prescindir de Joan Jordán cuando el catalán, con el Sevilla más volcado tras el descanso, se estaba soltando. Su relevo, Óscar, volvió a entrar con las botas cambiadas, como en el mismo escenario el martes pasado.

Y de los tres de arriba, ni una buena noticia. Munir demuestra una y otra vez que no está cómodo arrinconado en la derecha.En la izquierda, Idrissi tardó en encarar a Bustinza y al fin apareció en el arranque de la segunda mitad. ¿Y De Jong? El holandés, cada vez más desmañado en los controles, personificó el desesperante juego sevillista.

Acuña mejoró a Rekik y Suso a Munir porque era imposible empeorarlos. Y Ocampos y Koundé le dieron al equipo el vuelo para salir indemne de la trampa madrileña. Lopetegui rotó, dosificó y calibró para ver si le daba. Ya sabe que, si quiere hacer algo en esta Copa, los buenos al campo.

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