Sevilla-Real Sociedad

El equipo de moda (3-2)

Reguilón da un pase ante Januzaj.

Reguilón da un pase ante Januzaj. / Antonio Pizarro (Sevilla)

El Sevilla tiene fútbol de sobra para espantar las dudas. El conjunto de Julen Lopetegui no sólo se impuso al equipo de moda del fútbol español, a esa Real Sociedad que llegaba al Ramón Sánchez-Pizjuán en busca del liderato, sino que desplegó un juego convincente, moderno, plagado de detalles que deben ilusionar a los suyos a pesar del varapalo sufrido el pasado jueves en Éibar. Por tener, los blancos esta vez tuvieron justo lo contrario a esa desgraciada tarde junto al río Deva, también sacaron el coraje para remontar un resultado que se les puso en contra demasiado pronto.

Porque si ya era complicada la cita contra esta Real de Odegaard y Oyarzabal, aún más cuesta arriba se colocaría sin romper siquiera a sudar. Minuto 4, Januzaj le roba un balón en el costado a Reguilón y le mete un pase milimétrico a Oyarzabal para que éste pusiera por delante a la visita. Menudo torito con el estado de crispación de todos los que sienten en sevillista después del sainete protagonizado apenas tres días antes.

Pero el fútbol no entiende del pasado y sí presenta oportunidades inmediatas para la reivindicación, para demostrar que este Sevilla de Monchi y de Lopetegui es un muy buen equipo y tranquiliza a quienes profesan la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión. Con Nolito de nuevo en el campo como titular y con Banega y Óliver Torres de interiores por delante de Fernando para tener el balón el mayor tiempo posible, los locales no se descompusieron para nada, pese a ese primer golpe.

El Sevilla no sólo reaccionó al castigo del 0-1, sino que le dio la vuelta al juego

Una vez repuestos del mismo, comenzaron a mover la pelota de un lado a otro para desesperación de una Real Sociedad mucho más acostumbrada a ser ella la que se apodera del esférico. Los vascos asistían perplejos a las asociaciones de todos los rivales hasta llevar el esférico a esas superioridades por las dos bandas, donde se desdoblaban tanto Jesús Navas como Reguilón para crear superioridades con los apoyos de Ocampos y Nolito.

Era un Sevilla vertical, punzante, herido en el orgullo por los dos golpes sufridos tanto el jueves como en el prólogo de este interesantísimo duelo. Pero no se quedaba ahí la cosa, también evidenciaba la tropa de Lopetegui una valentía increíble a la hora de ir a buscar, en desventaja en el marcador, a un adversario que también se caracteriza por manejarse de manera muy aseada a la hora de la creación. No importaba, Óliver Torres apoyaba en la presión, Banega también iba, Fernando barría, los laterales se anticipaban y hasta Koundé echaba una mano para que su escuadra se convirtiera en un acordeón cuando más apretado está.

Esa osadía del Sevilla lo condujo a recuperar siempre muy rápido y a darle al fútbol una profundidad tremenda. Pena para sus aficionados que De Jong chirríe algo en el aspecto técnico, aunque es seguro que la aportación del holandés en el plano táctico sí debe ser muy valorada por el cuadro técnico comandado por Lopetegui. Tal vez convendría cuestionar a los rivales sobre el trabajo que les proporciona el centro delantero, tal vez.

Nolito marcó un gol de mucha calidad para que los suyos volvieran a creer en sí mismo

Con semejante planteamiento, a nadie pudo extrañarle que las tablas volvieran prontísimo al electrónico del Ramón Sánchez-Pizjuán. Ni al cuarto de hora llegó el tiempo transcurrido entre el gol realista y ese empate de Nolito. Banega controló un balón donde más daño hace, Fernando percutió desde atrás como una verdadera bestia, los centrales y el lateral se cerraron de inmediato hacia la irrupción del medio centro, y ojo a ese detalle táctico, y la pelota fue a Nolito. El sanluqueño se reivindicó con un golpeo perfecto a la red.

Todo volvía a estar como había comenzado con un trascendental matiz. El Sevilla volvía a sentirse fuerte, su autoestima había subido varios puntos en la escala que mejor pueda medir esa variable anímica. Y ya el torbellino sería incesante para una Real no demasiado acostumbrada a tener que defender a una máquina de atacar así. La libreta del cronista no engaña. No eran ocasiones demasiado claras, pero sí llegadas continuas. Cabezazo de Ocampos, tiro duro del argentino, otro disparo alto de Nolito, un remate increíble de Koundé que hubiera sido un golazo, un cabezazo flojo de De Jong, otro chut de Nolito en pase raso de Jesús Navas y, ya en el añadido del primer periodo, una opción de Banega en la que tal vez debió buscar a un compañero...

Es verdad que jamás se puso en un mano a mano rotundo delante de Moyà, pero el Sevilla era una máquina de percutir y ni siquiera el tiempo de asueto la atemperó. Porque los hombres de Lopetegui salieron con más cuerda si cabe del vestuario y tanto llegaron que acabaron por ponerse por delante. Ya se había producido un intento previo, pero en el minuto 2 de este segundo acto, Ocampos aprovechaba una falta sacada con picardía para hacerle un engaño precioso a Monreal y lanzar un disparo propio del argentino, una verdadera bestia parda. El extremo, casi como si se tratara de un penalti en balonmano, localizó su latigazo en la cara del propio Moyà y éste no tuvo los reflejos necesarios para responder.

A partir de ahí el monólogo del Sevilla fue constante, sobre todo porque la Real cada vez arriesgaba más con sus cambios. Esta vez, sin embargo, Lopetegui sí iba a acertar con la ayuda desde el banquillo a través de Joan Jordán, que estrelló un balón en el poste, Pozo y el Mudo Vázquez. Tanto que estos dos últimos serían los protagonistas directos del tres a uno cuando todo era un ir y venir con opciones clarísimas delante de Moyà. El Sevilla tuvo que sufrir, incluso, con el 3-2, pero hubiera sido muy injusto un susto final para una máquina que empequeñeció al equipo de moda.

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