La crónica del Lille - Sevilla

El Sevilla desarrolla un peligroso ejercicio de funambulismo (0-0)

  • El equipo de Lopetegui, a pesar de desarrollar una primera parte con un fútbol algo más valiente, suma su tercer empate consecutivo ante el Lille y no es capaz de encauzar su clasificación para los octavos de final

  • A los sevillistas transmiten que les falta un punto de ambición y fueron empeorando con los cambios

Rakitic salta arrugado con el central Fonte.

Rakitic salta arrugado con el central Fonte. / Yoan Valat | Efe

Tercer empate consecutivo para el Sevilla en la Liga de Campeones, dos de ellos lejos del Ramón Sánchez-Pizjuán y la sensación inequívoca de que el Sevilla de Julen Lopetegui Agote se pasea por una cuerda muy fina, de la que igual que puede salir airoso también está a un tris de despeñarse al vacío. No se trata de menospreciar a los adversarios, que indudablemente tienen su valía, como bien se encarga de repetir en sus comparecencias el técnico vasco, entre otras cosas porque el Lille es el actual campeón de la Ligue 1, pero este equipo tan poderoso a la hora de la teoría, de analizar sus elementos en el mercado veraniego, transmite la sensación de ser incapaz de dar un paso adelante y esto puede penalizarlo seriamente en esa Liga de Campeones que siempre se fía como el objetivo de todo durante el curso.

El Sevilla fue incapaz de salir airoso de su cita en Lille a pesar de haber desarrollado un juego convincente en el primer periodo. Algo extraño en él, fue capaz de protagonizar ocho acercamientos hasta la portería francesa, cuatro de ellos con disparos entre los tres palos e incluso contabilizaba un 60 por ciento en la posesión del balón sin especular en exceso con él, es decir, utilizándolo para progresar y no para ese gilifútbol que muchas veces llega a desesperar a la hinchada de las escuadras que lo protagonizan.

Pero el balance final cuando todos se fueron a respirar a los vestuarios de ese maravilloso Stade Pierre Mauroy era de una duda que corroía los adentros de quienes pudieran sentir en sevillista. El Sevilla, su Sevilla, había sido incapaz de traducir en el marcador esa aparente superioridad y tampoco se puede achacar nada en esta ocasión a la veleidad del fútbol como juego, al azar vaya. Los blancos no habían sido capaces de ponerse por delante porque tampoco lo habían buscado muy de verdad.

Suso, uno de los que más peligro creó del Sevilla, ante el central Djallo. Suso, uno de los que más peligro creó del Sevilla, ante el central Djallo.

Suso, uno de los que más peligro creó del Sevilla, ante el central Djallo. / Yoan Valat | Efe

Sólo en la oportunidad del minuto 20, cuando Djallo sacó entre los tres palos un disparo de Rafa Mir había estado muy cerca el Sevilla de ponerse por delante en el marcador. Pero también sería conveniente precisar que todo tuvo lugar por un regalo de Grbic increíble en el saque de puerta. El guardameta cedido por el Atlético de Madrid le dio la pelota al delantero cartagenero y éste intentó definir a la primera con un disparo con el interior del pie, como mandan los cánones, pero la pelota se dirigió al sitio que tapaba el central Djallo, que era uno de los que estaban por allí para salir con la pelota jugada desde atrás.

Fue la más diáfana, aunque también el portero se iba a lucir en una rosca de Ocampos que parecía dirigirse al fondo de la portería. Lo demás fue más apariencia que otra cosa. Porque Suso fue incapaz de convertir en oro lo mucho que parecía generar desde su costado. Varias veces progresó de fuera hacia dentro e incluso una vez la tuvo en su pierna natural, algo extraño en el gaditano, pero siempre se iba a quedar en el uy, sin la precisión necesaria para que Michael Oliver lo hubiera tenido que contabilizar en su acta.

Sí, el Sevilla había estado mucho mejor que en otras ocasiones en la primera mitad, había sido capaz de dar un pasito, en diminutivo, sin excederse, hacia delante, pero tampoco era suficiente para haber golpeado a un rival que estaba cargado de dudas y que no lo obligaba a emplearse a fondo en la línea de atrás, donde, por cierto, cabe destacar el partidazo de Diego Carlos durante los 93 minutos que duró el litigio. El brasileño estuvo soberbio tanto en el perfil derecho como en el izquierdo, cuando se lesionó Rekik, y fue el mejor futbolista de la escuadra nervionense sin ningún género de dudas.

La cuestión es que después de ese prometedor primer periodo se esperaba que el equipo de Lopetegui fuera capaz de dar un paso adelante después del intermedio para saborear su primer triunfo esta Liga de Campeones. Nada más lejos de la realidad. Cada cambio que iba haciendo el vasco parecía empeorar a los titulares y, sobre todo, en el caso de los más veteranos, del Papu Gómez y, sobre todo, Rakitic, ya fue digno de una reflexión más profunda.

Porque el papel de ambos fue muy perjudicial para el resto del colectivo. Siguiendo el orden de su comparecencia en el terreno de juego, el argentino estuvo más tiempo haciendo malabarismos para no caerse que jugando de verdad; el suizo, mientras, metía la pata en su primera acción cuando le recriminó a Augustinsson que se la diera a medio metro en lugar de al pie cuando la pelota era suya si la hubiera peleado siquiera lo mínimo.

El caso es que los dos lastraron al Sevilla hasta el punto que ya en la recta final los franceses incluso llegaron a ilusionarse con la posibilidad de ponerse por delante, algo que no fue factible fundamentalmente por el ejercicio de solvencia desarrollado por un Diego Carlos sublime que hacía buena a la pareja que tuviera en el centro de la zaga, ya fuera Rekik o su compatriota Fernando.

Pero la producción ofensiva del Sevilla iba mermando conforme dejaban de incorporarse elementos al ataque. Paradigmático resultaba la cantidad de centros laterales que se produjeron sin que no hubiera un posible rematado a diez metros a la redonda. Le sucedió a Suso dos o tres veces, incluso en alguna ocasión en la que tal vez debió ser más valiente para disparar, también le pasaba Rakitic cuando trató de conectar con Rafa Mir sin ni un punto de opciones de rematar siquiera y le fue sucediendo a todo el que lo intentaba.

La sensación transmitida por el Sevilla al final fue que está jugando con fuego, que lo mismo puede clasificarse para los octavos de final, cada vez con menos opciones de ser primero y de tener un cruce venturoso, que hasta puede quedar cuarto si no es capaz de enderezar el juego y los resultados para ir de verdad por la clasificación. Ésa es la auténtica realidad del grupo a día 20 de febrero de 2021, porque el futuro sólo lo pueden predecir quienes lo ven desde una bola de cristal.

De momento, como se analiza sólo que sucede, la realidad es que este Sevilla, en la Liga de Campeones, deja una sensación de vacío entre los suyos, que incluso el equipo transmite cierto conformismo sin rebelarse de verdad. Un ejercicio de funambulismo, en definitiva, en el que el artista debe llegar a la otra orilla, aunque para hacerlo debe poner muchísimo más empeño.

 

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