PRÁCTICAMENTE un decenio sin doblar la rodilla ante Osasuna, el debut del Sevilla en LaLiga esta noche junto al Sadar da un sobrado pie a la ilusión de que las cosas no se tuerzan. Una pena que no cuente aún con el concurso de Isco a pesar de que tuviese a sus hijos matriculados en Sevilla desde hace mucho. Y es que a qué tanta demora en fichar si, según él, la suerte estaba echada y nada mejor que jugar en el sitio que deseaba.

Todo entra en el cupo de brindis al sol que todo recién llegado usa, pero tiempo habrá de que verle demostrar sus condiciones de pelotero caro. Y es que lo que importa ahora es la cita de esta noche en Pamplona ante la tropa de Jagoba Arrasate. Esa racha de imbatibilidad que el Sevilla luce ante los rojillos ha conseguido mandar al baúl de la memoria aquellos enfrentamientos de principios de siglo en los que tantas chispas saltaron en la yerba y en la banda.

Aquellos rifirrafes con Webó, Josetxo, Bakayoko o Morales en la cancha y los de Cristóbal con Ziganda en los banquillos pasaron a la historia. Lo de ahora es un claro ejemplo de supremacismo sevillista, pero que llega envuelto en ropajes de inquietud por la carga de desconocimiento que lleva aparejado todo debut. Es este Osasuna-Sevilla la campana de salida para un curso tan apasionante como todos y se trata de despejar la incógnita creada por una pretemporada rara.

Parte el Sevilla con la inquietud que supone a ver si se nota o no la ausencia de los dos fundamentos que tuvo el equipo en retaguardia. Además, desconocemos cuál será su caudal de fútbol, sobre todo cuando se demora la presencia de lo que se ha acogido como piedra filosofal que convertirá en oro el cobre. Se alza el telón liguero en este viernes de agosto y será en Pamplona, tantas veces campo de Agramante convertido en rodeo a favor de querencia sevillista.