La crónica del Sevilla-Getafe

El Sevilla es un híbrido que no hace ruido y rinde al máximo (1-0)

  • El cuadro de Lopetegui carga las baterías como puede y corre y corre sin desmayo para sacar tres puntos importantísimos frente al Getafe

  • Un gol de tacón de Rafa Mir le dio un triunfo a un equipo que no sufrió ni un solo susto de verdad

Los futbolistas del Sevilla felicitan a Rafa Mir tras su gol de tacón.

Los futbolistas del Sevilla felicitan a Rafa Mir tras su gol de tacón. / Juan Carlos Muñoz

Suma y sigue para el maravilloso Sevilla de Julen Lopetegui Agote. Tres puntos más para alcanzar los 44 frente a un Getafe que llegaba al Ramón Sánchez-Pizjuán después de derrotar al Real Madrid y de una buena racha de resultados y que no fue capaz de darle ni siquiera un solo susto real a Dmitrovic y los compañeros que se encargaron de protegerlo. Es la bendita realidad del partido desarrollado en el sevillanísimo barrió de Nervión y después otros, sobre todo los que no profesan su fe balompédica, le afearán a los que vestían de blanco el estilo, el gusto, la estética.

No hay más que acudir a las estadísticas, esos números que no siempre sirven para explicar el fútbol, para comprobar un dato bastante elocuente. El Sevilla fue capaz de dar 628 pases, de los cuales completó, es decir, se los dio al compañero, nada más y nada menos que 552. El Getafe no llegó ni a la mitad, pues concluyó con 310 y nada más que 230 fueron acertados. Ni el 50 por ciento en ambos apartados.

¿Qué quiere esto decir? Muy sencillo, que la pelota casi siempre estuvo en poder de los anfitriones y cuando esto sucede, pues es evidente que, salvo un error en la entrega, se minimiza muchísimo el riesgo de que el adversario, en este caso el Getafe, pueda hacerle sangre a Dmitrovic y los suyos. Sólo una pérdida de Koundé antes del 1-0 y un disparo de Aleñá ideal para que el fotógrafo pudiera captar la instantánea del lucimiento del portero serbio para su archivo particular fueron la producción visitante.

Después llegará la lucha contra los que estiman que eso es aburrido, que no correr riesgos no es la mejor manera para andar un camino con ciertas aspiraciones. Basta con mirar a la clasificación actual para desmentir a quienes así se manifiestan. 44 puntos, 44 nada más y nada menos, y sólo superado por un coloso que siempre tiene otro tipo de dádivas a su favor.

Todo eso sucedía, además, después de que los hombres de Lopetegui tuvieran que superar un montón de adversidades tanto durante la semana como en el propio partido en sí. Los casos de Covid-19, que ni se saben quiénes son y que, lógicamente, dejan mermado el físico de los protagonistas; las lesiones de Lamela, Suso, Delaney, Jesús Navas y Rekik, que, sean las que sean, también disminuyen el número de elementos para las elecciones de las piezas más adecuadas; y, por último, esa Copa de África que se ha llevado a Bono, En-Nesyri, dos titulares indiscutibles, y Munir hacia tierras camerunesas para que la plantilla aún esté más mermada en el recuento de los efectivos.

El inconveniente durante el juego fue el costalazo de Koundé antes del minuto 40 que lo dejó imposibilitado para volver después del intermedio. Ante eso, ¿cuál es el recurso de Lopetegui y su cuerpo técnico, además de pedir por activa y por pasiva que lleguen algunos futbolistas que puedan reforzar esa plantilla? Fácil, como los coches eléctricos, sean híbridos o no, los pone a cargar durante las noches, léase la preparación en la ciudad deportiva si se prefiere así, para que salgan por las mañanas, o a los partidos siguiendo con el símil tan actualidad en los coches, con todas las baterías cargadas.

El Sevilla se ha convertido en ese híbrido que apenas hace ruido, que se pone a circular y va dejando atrás una dificultad tras otra para consolidarse como el vehículo más fiable del mercado. Y es híbrido porque, en caso de necesidad, también sería capaz de recurrir al otro tipo de energía para doblegar a quien se le ponga enfrente. Pero mientras no llegan otros elementos para hacer más fuerte aún al grupo, sí es capaz de administrar las fuerzas para tener toda la autonomía que necesite, concretamente para los 96 minutos que estimó convenientes Martínez Munuera.

Prácticamente con los once disponibles, pues sólo se quedaba fuera de los más habituales Rakitic para que fuera esta vez Óliver Torres quien partiera como titular, además de Gudelj, Augustinsson e Idrissi, ya que el resto eran jóvenes que pueden aparecer por el filial, partía el Sevilla en esta cita contra el Getafe, pero, como dijo Bono en su día, mientras sean 11 futbolistas en pie no hay problemas. Lo que no cambió fue la filosofía de protegerse mediante la posesión e ir moviendo al rival de un lado hacia otro hasta sorprenderlo.

El Getafe de Quique Sánchez Flores se protegía con cinco futbolistas atrás y trataba de cerrar todos los espacios para impedir la progresión sevillista. No buscaba la recuperación arriba, prefería poner un muro en movimiento. Pero hasta eso es capaz de derribar este Sevilla y lo hizo en una irrupción made in Ocampos que desvió a la red Rafa Mir con su tacón derecho para que David Soria se acordara, siquiera un momento, de lo mucho que le debe a la entidad nervionense.

Fue la jugada que abrió la lata y con el paso de los minutos ya sería la definitiva. Hubo goles bien anulados por muy poco, algún disparo del Papu Gómez, uno de los dos muy ajustado al poste, y una última opción de Diego Carlos, que no llegó a un centro lateral que no entró directo por muy poco. No hacía falta nada más, Martínez Munuera consignaba en el acta de todo que el Sevilla, este Sevilla que no hace mucho ruido y que cuenta ya con 44 puntos nada más comenzar la segunda vuelta había ganado por uno acero. Lo hace aprovechando las energías que tiene, el combustible ideal para cada momento.

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