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El Sevilla de la prosa muy barata (0-0)

  • Ni rastro del pregonado fútbol a tumba abierta de Sampaoli ante el Villarreal, que recetó al Sevilla su propia medicina con una presión asfixiante. Sergio Rico agarra con su actuación un punto que sabe a gloria.

Apenas ocho días después de esa bella oda al fútbol de ataque, el Sevilla escribió una infumable obra en Villarreal, con una prosa barata, barata, trufada de tantos errores que si no acabó en drama fue por la fantástica actuación del hombre que quizás acometía el partido con el ánimo más decaído, Sergio Rico. Si los sevillistas se trajeron un punto, valiosísimo a tenor de lo que merecieron unos y otros, fue por las manoplas del guardameta sevillano en cuatro intervenciones que ponen en valor su progresión, tan en entredicho por las noticias surgidas en los días previos desde la selección española y desde la propia secretaría técnica del club de Nervión.

Tanto glosar el divertidísimo disparate que fue el Sevilla-Espanyol, tanto remitir al fútbol en sepia para encontrar precedentes a ese fútbol a rienda suelta, tanta expectación para ver esa apuesta valiente, temeraria incluso, y resulta que a Jorge Sampaoli le salió la vena más prosaica en El Madrigal.

Por lo pronto, el entrenador argentino recuperó a Rami y Kolodziejczak para componer una defensa de cuatro. Con los laterales muy ofensivos, pero de cuatro al fin y al cabo. Con N'Zonzi entre los zagueros y cuatro mediapuntas que intercambiaban sus posiciones con frecuencia. Vitolo partía de la derecha, Sarabia de la izquierda, Kiyotake era el que más corría por los pasillos interiores y Franco Vázquez era el que más enganchaba con el punta, Vietto. Pero el cuarteto jugaba a las permutas constantes. También corrieron lo suyo para echar una mano a N'Zonzi en el repliegue. Y todo ese despliegue de los teóricos creativos menoscabó el juego ofensivo. Se hartaron de correr persiguiendo la pelota, más que tejiendo juego.

El problema surgió unos metros más atrás, en la zona de gestación del juego. Lo que obsesiona a Sampaoli, justo eso, fue lo que ejecutó ayer a las mil maravillas el Villarreal. Fran Escribá no les pudo echar en cara nada a sus chicos, que se dejaron la piel y el alma para destapar las carencias sevillistas en su pretendido juego de toque desde atrás.

Poco a poco, los amarillos fueron perfeccionando su acoso y derribo ante los zagueros blancos, empeñados en triangular en zonas de riesgo para acabar enviando la pelota fuera o, lo que fue peor, perderla con el equipo mal posicionado o saliendo.

En la atribulada tropa de Sampaoli, el único que lo vio claro en la primera parte fue N'Zonzi. Él sí salvó esa presión con precisos pases de lo que cruzan líneas y originan conatos de fuego. Pero sus compañeros más adelantados perdieron el balón una y otra vez. Kiyotake, al primer toque; Franco Vázquez, enredándose con la pelota; Sarabia sólo acertó a dar un pase limpio, habilitando a Vietto ante Asenjo. Era el minuto 11 y ya se vio que el delantero argentino está hoy a años luz de lo que exige ser la punta de lanza de este Sevilla.

Hasta Vitolo se vio envuelto en esa confusión. En ese oleaje que provocó la agitación con la que jugó el Villarreal. El canario apareció por todos lados y por ninguno. En la segunda parte, se erigió en pretendido organizador cuando vio que N'Zonzi, más atrás, no salía de la maraña.

Cada uno con sus defectos para acabar en lo mismo. En una prosa baratísima. Ni rastro de esa poética propuesta con la que desembarcó Sampaoli. Ni una jugada hilada desde atrás culminada arriba. Ni un solo tiro a portería. De nada sirvió a Sampaoli recurrir a Ben Yedder por Kiyotake a la hora de partido. Con lo que el Sevilla puso sobre la hierba, sólo podía aspirar a lo que se trajo. A un punto. Por eso le debe saber a gloria.

Ni siquiera el hecho de que el Villarreal llegara al último cuarto de hora con el carburante muy justito hizo que el Sevilla atinara a buscar los tres puntos en buena lid. Respiró más por el cansancio ajeno que por la propia pericia para salir de la tormenta. Ayudó también el aplomo que puso Iborra en esos 15 minutos finales.

De momento, el Sevilla de Sampaoli no es mejor que el que cruzó toda la pasada Liga sin ganar fuera de la mano de Emery. Ayer fue pura palabrería. Una prosa baratísima, con lo que han costado sus escritores.


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