Sevilla-PSV | Crónica

Ocampos arruina a un Sevilla sin alma (2-3)

  • La absurda expulsión del argentino conduce a los sevillistas a un desastre futbolístico ante el PSV

  • Los locales se habían puesto con un dos a cero en su mejor día con Diego Alonso, pero después mostraron toda su insoportable vulnerabilidad

  • Así le hemos contado el Sevilla-PSV

Rakitic dirige la cabeza hacia el marcador electrónico con la mirada perdida.

Rakitic dirige la cabeza hacia el marcador electrónico con la mirada perdida. / Antonio Pizarro

Otra noche negrísima para el Sevilla 2023-24, para el Sevilla confeccionado por José María del Nido Carrasco, José Castro y Víctor Orta. El nombre propio negativo fue esta vez Lucas Ocampos, que arruinó todo el trabajo de los suyos por dos acciones impropias de un futbolista del más alto nivel. La segunda entrada está dentro de la lógica balompédica, pero lo que no se puede permitir es el aspaviento que originó la primera, la que, además, lo dejaba fuera de la cita que entonces era decisiva contra el Lens por acumulación de amonestaciones. Es increíble jugar ya con ese peligro y más en un futbolista propenso a no medir.

Ocampos, tantas veces ídolo para los seguidores nervionenses, se empezaba a cargar todo el trabajo de sus compañeros y, por supuesto, las ilusiones de quienes estaban en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán y sienten la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión. Era quedarse sólo con un futbolista menos, el marcador registraba un dos a cero a favor de los anfitriones y ya marcaba el electrónico el minuto 66. En teoría, no debía ser una tragedia deportiva si los locales eran capaces de mantener la calma, de manejarse con inteligencia sobre un campo de fútbol, pero eso es mucho pedir en un equipo que es un muñequito de pim, pam, pum. Que levante la mano el sevillista que no pensaba que aquello ya estaba irremediablemente perdido a raíz de esa doble tontería.

Este Sevilla es la viva imagen de una entidad absolutamente desquiciada y eso, quiérase o no, se traslada al terreno de juego, también por la incapacidad de quienes toman las decisiones trascendentales en el aspecto deportivo, lógicamente. El cuadro nervionense se derrumbó de una manera lamentable, los cuatro cambios propuestos por su entrenador, Diego Alonso, porque ya se había tenido que marchar antes Jesús Navas y su puesto lo había ocupado Juanlu, no sirvieron absolutamente para nada y todos se fueron retratando sucesivamente por su impericia. Bueno, a Óliver Torres no le dio tiempo.

El papel de los relevos

Pero fue una realidad que Nianzou quedó retratado en el último gol de los neerlandeses. El francés, que estaba fresquito físicamente, no fue capaz de perseguir siquiera a Vertessen en su carrera desde el centro del campo; pero qué se puede decir del remate de Rafa Mir con el dos a dos en el marcador. Corría el minuto 88 y el tirito del cartagenero se acercó al ridículo cuando el balón se le había quedado en una excelente posición con un dos contra uno junto a Sergio Ramos ante un defensor del PSV. Pero disparó flojito, como si lo hiciera un benjamín y extremadamente fácil para la felicidad del guardameta Benítez. Fueron Nianzou y Rafa Mir los dos que más se señalaron, pero la ayuda de Joan Jordán al resto de sus compañeros fue absolutamente nula. Nada, pero nada de nada, aportó el catalán en el centro del campo. También el partido de Juanlu fue discretísimo, sin capacidad para obstaculizar siquiera a Vertessen. De Óliver Torres ya quedó dicho con anterioridad, pocos minutos y no llegó casi nunca al balón.

El árbitro italiano Massa expulsa a Ocampos, en el césped, tras mostrarle la segunda amarilla. El árbitro italiano Massa expulsa a Ocampos, en el césped, tras mostrarle la segunda amarilla.

El árbitro italiano Massa expulsa a Ocampos, en el césped, tras mostrarle la segunda amarilla. / Antonio Pizarro

En el PSV sucedía justo lo contrario y tres hombres de su banquillo fueron fundamentales para la remontada de los neerlandeses. Vertessen, sobre todo, realizó un juego espectacular desde que salió para sustituir al lesionado Hirving Lozano, Saibari y Pepi fueron los autores de dos de los goles. El otro le correspondió la autoría a Gudelj, en propia puerta, porque si no le habría correspondido a Vertessen. La diferencia entre un banquillo y otro, incluido la participación de los entrenadores, fue sideral.

Un buen arranque

Sin embargo, la primera mitad del Sevilla, esta vez sí, le iba a dar argumentos a su entrenador, Diego Alonso, para sentirse orgulloso del juego de los suyos. Nada que ver, en absoluto, con el fútbol imaginario, para el técnico, claro, de San Sebastián. Esta vez sí hubo trabajo táctico, movimientos con el balón y sin él, e incluso goles, dos, aunque uno de ellos fue invalidado por una mano muy previa de Sow, que finalmente sería el autor. Más o menos como ya sucediera en Eindhoven, pero la regla a la que se acude algunas veces de que las manos tienen que ser inmediatamente previas al gol en el ataque se la debe haber sacado alguien de la manga.

Lo cierto es que ese tanto (39’) no subió al marcador, pero sí lo hizo un remate anterior (24’) de Sergio Ramos para que el camero celebrara por primera vez un gol desde su retorno al Ramón Sánchez-Pizjuán, parafernalia gestual incluida con beso al escudo y demás. Era la mejor manera de llevar algo de justicia al marcador, aunque éste tal vez se quedara algo corto con ese segundo tanto anulado a Sow y también con un remate al travesaño, muy cerca de la escuadra, de En-Nesyri en un cabezazo espectacular (41’).

El Sevilla había tenido llegadas suficientes para tener un colchón más mullido, aunque también sea justo reconocer que el PSV también pudo empatar en la jugada en la que se lesionó Hirving Lozano. El mexicano obligó a Dmitrovic a realizar un excelente paradón en la acción posterior al cabezazo a la cruceta de En-Nesyri (41’).

Detalles futbolísticos

¿Hubo razones futbolísticas para que éste sí fuera el mejor Sevilla desde que Diego Alonso se hiciera cargo de su banquillo? Fácil, el técnico uruguayo se apoyó esta vez en la coherencia tanto en la distribución de los peones como en la colocación de determinados hombres en sus posiciones ideales. Lo primero que llamaba la atención es la apuesta por todos los veteranos juntos, aunque son muchas las ausencias por motivos físicos y eso puede ser un eximente. Al cuarteto formado por Jesús Navas (38 años), Sergio Ramos (37), Fernando (36) y Rakitic (35), además de Dmitrovic (31) y Ocampos (29), se les unían también Acuña (32) y Gudelj (32). Los otros tres que restaban para completar el once, En-Nesyri, Sow y Lukébakio, se hallan en una edad magnífica, 26.

Pero a la hora de la verdad, cuando el balón echa a rodar, es cierto que este Sevilla con tantísimos años sí iba a tener un ritmo convincente tanto en la suma como en la resta. Lo hacía, además, con un dibujo basado en dos líneas de cuatro en la defensa y en el centro del campo para que Fernando uniera por el medio y Dmitrovic y En-Nesyri cerraran y abrieran la composición, respectivamente. Era un 1-4-1-4-1 muy versátil, con mucha movilidad entre las piezas y, sobre todo, con la misión para Rakitic y Sow, con la ayuda de Fernando por detrás, de cerrar por el medio cualquier intento de circulación del PSV.

Todo se iba a poner mucho mejor en el arranque de la segunda mitad, cuando En-Nesyri sí fue capaz de definir a la perfección después de un buen pase de Acuña desde su defensa. El marroquí aprovechó que tenía el balón botando para picar la pelota y eso colocaba al Sevilla en una situación muy ventajosa. Pero había que contar con que este equipo es capaz de arruinarse a sí mismo y lo hizo con las dos tarjetas amarillas a Ocampos, sobre todo con esa primera que es impropia de un futbolista con tantas batallas encima.

El resto fue un camino hacia el abismo más profundo. El Sevilla mostró toda su vulnerabilidad y se despeñó tanto dentro del terreno de juego como, tal vez, fuera de él. Este Sevilla, en general, es un muñequito de pim, pam, pum y parece que es incapaz de revertir la situación. Ojo, lo mismo lo peor está aún por llegar.

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