Caparrós, la mano que prende la hoguera

El derbi Sevilla FC

Antes de que el utrerano desempolvara su manual añejo y su Sevilla cavara la trinchera en la media luna, pidió arrojo para explotar su arsenal arriba

Joaquín Caparrós celebra a su modo la victoria en el derbi.
Joaquín Caparrós celebra a su modo la victoria en el derbi.
Juan Antonio Solís

14 de abril 2019 - 07:25

No podía ser de otra forma. Con los miocardios desbocados en la grada, en el banquillo. Con el equipo convirtiendo el borde del área en una trinchera cuando el Betis tocó zafarrancho con Joaquín a la derecha y Tello a la siniestra. Con la emoción a flor de piel. No concibe la victoria Joaquín Caparrós de otra forma. Porque su historia jubilosa está cincelada así, a golpe de espuelas atrás y a golpe de martillo arriba.

El Betis tuvo una puesta en escena más aparente. Se movió con más confianza en su plan. Pero el colmillo que no tuvo Jesé lo tuvo Munir en la primera ocasión clara que disfrutaron los blancos. Y ese diente afilado de los anfitriones en la hierba es el mismo que enseña Caparrós moviéndose en su área técnica como un león enjaulado.

Plantarse en su duodécimo derbi con el enorme bagaje de sus 503 partidos dirigidos en Primera –Sevilla, Deportivo, Athletic, Mallorca, Levante, Granada, Osasuna– le dio al utrerano tablas de sobras para adaptar su manual a su arsenal. “Los equipos de Joaquín, aparte de la garra, juegan”, resaltaba en el antepalco Monchi, paladeando ya la importantísima victoria. Y así fue. Mandó apretar arriba y aprovechar el tuya-mía en las bandas, con Sarabia, el Mudo, Escudero, Navas y los puntas, Munir y Ben Yedder, descolgándose desde dentro hacia fuera para arrastrar y crear espacios.

Hubo mucha calidad en la apertura a la derecha tras el robo del Mudo en la izquierda para que Munir lo encauzara todo; también hubo muchísima calidad en la contra que Ben Yedder, Munir y Sarabia aprovechan para responder a otro golazo, el de Lo Celso; y hubo fe y colmillo para seguir buscando las debilidades del Betis, aun con 2-1, para que Franco Vázquez sacara su distinguida zurda a pasear en el 3-1.

Ya con el 3-1, con Joaquín intimidando por su zona predilecta y Tello dejando claro que huele más a pólvora que nadie en este Betis, fue lógico que aflorara el Caparrós añejo, el del cuchillo entre los dientes. El que pareció impulsar a Banega a esa aparatosa, pero necesaria, falta que le hizo a Joaquín. De concesiones, ni una.

Joaquín Caparrós fue capaz de voltear su primer derbi en el Manuel Ruiz de Lopera, en noviembere de 2001 (1-3); no perdió en Nervión ninguno de sus cinco de Liga, aunque empató los cuatro primeros y ganó el quinto; fue capaz de jugar en Heliópolis sin aficionados de rojo, ante un Betis sensiblemente superior en potencial, y llevarse los tres puntos con aquel gol de Antoñito, que en realidad fue de Marcos Vales.

Sólo mordió el polvo con aquel zurdazo ajustado al palo de Ricardo Oliveira, que fue excepcional pero hizo daño por varios: acabó con el entrenador entregando el testigo a Juande.

Ayer, la mística de Caparrós volvió a prender la llama. Su proverbial capacidad para contagiar la pasión con que vive estos partidos únicos encontró además un indeseado empujón anímico desde que anunció lo que anunció en Valladolid. La Champions se le empezó a ir hace 14 años en un febril derbi en la avenida de La Palmera y esa misma Champions se acerca en lontananza. Y quitándole a Quique Setién de la solapa la medalla de ser imbatible en los derbis.

Otro derbi sin carroña para los carroñeros

Los medios que se alimentan de carroña lo tienen cada vez más crudo. La tendencia de los últimos duelos de rivalidad sevillana han concentrado los focos en la hierba. En el espectáculo que brindan ambos equipos bajo esa natural pasión desbocada. Fue un canto al fútbol aquel 3-5, incierto hasta la última jugada, también el 2-2 de la penúltima jornada de la pasada Liga, y aunque el duelo de septiembre pasado tuvo un perfil más bajo, ayer, de nuevo, ambos mostraron el perfil más bello y noble de este deporte.

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