El Sevilla de Lopetegui busca una especie de confirmación, una manera de autoconvencerse de que está capacitado para estar arriba a la espera de que llegue otra oportunidad ante los grandes, donde sí hay que reconocer que ha salido por peteneras pese a las buenas intenciones, más que nada en el Camp Nou ante el Barcelona, puesto que la visita del Real Madrid a Nervión dejó un sabor de boca agridulce en una afición que esperaba ver a un equipo más arrojado. El rival también juega, está claro, y ese día el equipo merengue le administró al Sevilla su misma medicina para desmontar sus intenciones.

Así, como la comparecencia del tercero en discordia, el Atlético de Madrid, está a la vuelta de la esquina, igual que el paso por la casa de otro rival directo, Mestalla, o el primero de esos dos derbis apasionantes que siempre brinda el fútbol en esta ciudad, al proyecto de Monchi y Lopetegui le queda algo así como terminar de tranquilizar a su gente ante un rival como el Getafe, un enemigo incómodo, que exigirá un esfuerzo continuo y también jugar con cabeza.

El ordenado bloque de José Bordalás, un técnico del que se llegó a hablar como inquilino del banquillo del Sánchez-Pizjuán desde el momento en que le mojó la oreja al Sevilla de Caparrós y lo superó en la clasificación –hay que recordar que acabó la Liga quinto–, amenaza la aparente tranquilidad de un equipo que en esta semana ha salido vencedor de sus dos anteriores citas en este mismo escenario.

Gracias al vilipendiado De Jong, incluso objeto de burlas por su falta de gol ante el Barcelona en las redes sociales por el afán de cierto sector de la afición por reclamar minutos para Dabbur, el Sevilla llega más tranquilo a esta cita. Los tres puntos que sumaron su cabezazo en los minutos ya de nerviosera ante el Levante han normalizado el proceso de desarrollo en el que se encuentra el proyecto en la actualidad.

La previa

La victoria sobre el Dudelange es otra historia por el nivel del rival, pero también había que sacar adelante ese compromiso y no siempre son las cosas tan fáciles como se pintan desde fuera.

Como le gusta recitar a Lopetegui, en la exigente Liga española cada partido es una conquista y todavía no ha aparecido el rival que regale algo a sus enemigos. Por eso, aunque parezca sencillo y casi obligado por el presupuesto y la inversión realizada de la que siempre que puede habla el presidente, el proyecto se encuentra en un momento del proceso y de su desarrollo adecuados. Bien colocado entre sus iguales y sin perder de vista a gran distancia a los grandes, lo normal en esta época del año a la espera de que el rigor de otras competiciones (la Copa y la Europa League cuando se endurezcan de verdad) pongan a prueba de verdad si la empresa puede aspirar a cotas mayores reservadas a los tres clubes histórica y pragmáticamente dominadores del fútbol en nuestro país.

Pero para eso hay que esperar a que haya enfrentamientos directos con ellos. En los dos primeros se ha pinchado en hueso, pero la tropa de Simeone está a la vuelta de la esquina. Mientras, el Sevilla tiene que ganar a los rivales de su Liga. Y de momento, el Getafe está entre ellos.