De la gloria de Eindhoven al infierno de Balaídos: efeméride asomado al precipicio

El Sevilla desperdició los parabienes del destino en forma de derrota de Las Palmas y expulsión de Marcos Alonso para seguir en el abismo de su agonía: toca la unión para que resurjan el valor y la gallardía

¡Este Sevilla es la Casa del Terror (3-2)!

Juanlu, García Pascual y Kike Salas, cariacontecidos tras la derrota en Balaídos.
Juanlu, García Pascual y Kike Salas, cariacontecidos tras la derrota en Balaídos. / Lavandeira Jr.

10 de mayo 2025 - 19:32

Tal día como hoy, hace 19 años, el sevillismo vivió la mayor eclosión de su historia con la primera Copa de la UEFA, que el Sevilla conquistó en Eindhoven ganando al Middlesbrough. Fue el 10 de mayo de 2006 y aquello abrió las puertas de la gloria al sevillismo, que gozaría en un largo periodo de júbilo casi continuo con la consecución de hasta 11 títulos: cinco en una primera etapa hasta 2007 con Juande Ramos, otro en 2010 entre Manolo Jiménez y Antonio Álvarez, y cinco más entre el trienio mágico de Unai Emery (2014-2016) y las dos Europa Leagues de Julen Lopetegui y José Luis Mendilibar (2020 y 2023).

El regalo por la efeméride que abrió la espita de la gloria ha sido el desastre de Balaídos, donde el Sevilla desaprovechó los parabienes del destino en forma de derrota de Las Palmas frente al Rayo Vallecano el viernes por la noche y la expulsión de Marcos Alonso al filo del descanso y el empate de penalti de Gudelj que parecía cambiar el partido con el Celta.

De poder rememorar su gloria, el sevillismo pasó a masticar la hiel de verse abocado a una angustia que no supo parar el equipo. Un triunfo en Balaídos habría alejado todos los fantasmas del descenso de categoría. Pero la derrota y la forma en la que cayó, desperdiciando la ventaja de un futbolista más durante toda la segunda mitad y con groseros errores –de Peque y Saúl en el 2-1 y de Gudelj, el héroe del penalti, en el 3-1–, hacen aún más acerada la agonía a la que se condena el propio Sevilla.

El palo anímico de Balaídos para el cuerpo técnico, el vestuario y el sevillismo, en el día en que podrían haber conmemorado la histórica gesta de Eindhoven con un triunfo balsámico y salvador, fue durísimo, tremendo. Y ahora todos se ven abocados a hacer de tripas corazón y a enfocar el encuentro del martes contra Las Palmas, directísimo rival por evitar el descenso, como una final no ya por la gloria, sino por evitar el infierno. La propia supervivencia del club está en juego y mirar el calendario de unos y otros da más pavor.

Será una cita para la gallardía y la determinación. Una cita en la que todos deben sumar para sobrevivir, incluidos esos máximos accionistas cuya guerra ha traído esta dinámica fatalista. El Sevilla, este Sevilla, aún depende de sí mismo. Y todos deben enterrar sus egos en pro de la salvación colectiva.

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