En cualquier sociedad de consumo, la mejor manera de curar una depresión es salir de compras. Estrenar zapatos, un traje, darse un capricho... es la mejor manera de llenar otra vez la bandeja de las ilusiones. En el caso del fútbol, las victorias y los goles son la fórmula ideal para acabar con una crisis y eso es precisamente lo que busca hoy el equipo de Pablo Machín.

Y es curioso que ya pasó el Sevilla por esta situación allá por septiembre y los escenarios, la verdad, se parecen mucho. Hoy es el Slavia de Praga y entonces fue el Standard de Lieja el que cortó de raíz una depresión de aúpa tras dos derrotas que habían dolido a la afición y habían empezado a levantar dudas ante el Betis en Heliópolis y frente al Getafe –ojo a ese Getafe ahora– en Nervión que fue limpiada de un plumazo ante los belgas. Aquello, con la primera explosión de Ben Yedder, y lo que vino inmediatamente después una mañana en el Ciutat de Valencia ante el Levante marcó el despegue de un Sevilla colosal que llegó a tocar el cielo con incluso dos lideratos en la Liga (en las jornadas octava y decimotercera), que llevaron a pensar a los mismos que ahora se tiran de los pelos que se podía luchar por el título de Liga.

La Previa.

Como siempre, los extremos hacen mucho más ruido que los términos medios y por eso los profesionales tratan de aislarse de todo esto, aunque no siempre es fácil. Los nervios empiezan a aparecer, se contagian de fuera hacia dentro y desde dentro hacia afuera y entre todos se va cociendo un caldo en ebullición que puede salpicar en cualquier momento.

Es verdad que el Sevilla de Machín tiene hoy las condiciones ideales para calmar las aguas y apaciguar los ánimos de todos, afición, prensa, propios gestores del club... Un rival europeo que potencialmente no debe inquietar más que lo que no sea un equipo incómodo y físico, un partido ante su afición, un arbitraje también europeo... aunque, sobre todo, lo que más tiene a favor el Sevilla es una plantilla confeccionada con un presupuesto de más de 200 millones de euros que ha demostrado que puede dar un rendimiento mucho mayor que el que ha ofrecido en los dos últimos meses.

Y ese potencial donde se agranda de verdad es en Europa. En competiciones continentales, salvo en la Champions y con determinados rivales, un equipo como el Sevilla está capacitado para golear, no a cualquiera, pero sí a muchos adversarios. Por algo los números son así de potentes: el Sevilla ha ganado los siete partidos europeos que ha disputado en el Sánchez-Pizjuán esta temporada, con 24 goles a favor y sólo uno en contra. Además, en el presente torneo ha firmado sus mayores goleadas en el Viejo Continente de su historia, precisamente ante el Standard de Lieja poniendo fin a la anterior crisis del equipo de Machín (5-1) y superándolo después con un 6-0 al Akhisarspor turco.

La afición se conforma con un simple gesto y está dispuesta a dar el empujón necesario, pero el Slavia puede convertirse en un equipo muy correoso y está latente el peligro de que cualquier despiste atrás de una defensa que no anda muy fina destape la caja de los truenos y el ambiente se le vuelva en contra a un Pablo Machín que, como siempre, es la figura más débil toda en esta historia. Sus acciones ya se miran con lupa y la disposición táctica del equipo, su elección de jugadores... son llevados a examen cuando antes no era así.

Pero es lo que tiene ganar o no ganar. Para el Sevilla es hoy una obligación hacerlo.