La previa: Día de reencuentros y posicionamientos

Sevilla - Levante

El sevillismo está citado a la hora del almuerzo, pudiendo ya comer y beber en el estadio, con el juego ofensivo del equipo y la Junta de Accionistas en su exigente lupa

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Lopetegui golpea el balón con la zurda en un entrenamiento del Sevilla.
Lopetegui golpea el balón con la zurda en un entrenamiento del Sevilla. / A. Pizarro

Fue el ya lejanísimo 1 de marzo de 2020, hace más de año y medio, cuando el Ramón Sánchez-Pizjuán se pudo llenar por completo sin restricciones ningunas. Fue el primer día de un mes de marzo que traía consigo una trampa escondida que nadie podía imaginar, la pandemia del Covid-19 de la que ahora sale la sociedad mundial. Y se jugó, también en hora inusual, a mediodía, un Sevilla-Osasuna que se saldó con victoria local in extremis, gracias a un gol sobre la bocina de En-Nesyri. Nervión pareció por momentos un manicomio, como si hubiera una sinergia de intuición de la locura que estaba por llegar apenas un par de semanas después. Hubo ánimos y gritos de desaprobación del respetable, pitos a Lopetegui, emoción con la igualada a dos de un Osasuna con un hombre expulsado, y explosión final de júbilo. Todo en uno. Luego llegó el gran apagón.

Hoy, más de un año y medio después, el Ramón Sánchez-PIzjuán abre todas sus puertas, graderíos y galerías a todos sus abonados, que ya podrán incluso comer y beber en el estadio. La hora fijada por LaLiga, desde luego, invita a ello, dado que la preponderancia de las televisiones, las regaderas del parné, de llenar la parrilla sin respetar las costumbres sociales impedirá la tradición de almorzar en familia y luego acudir al fútbol. Tradicionalismos al liberalismo salvaje, sí, hombre...

Pizarra.
Pizarra.

El partido será el del reencuentro colectivo de la afición del Sevilla, con anuncio oficial de la sección más radical del estadio, los Biris Norte, de que hoy sí volverán a animar de forma coral y coordinada –ya lo habían hecho, pero sin esa sanción oficial, en un brindis a la libertad de cada cual–. Y será también el de los posicionamientos del sevillismo ante los dos asuntos que preocupan al aficionado de a pie y también a los que tienen grandes paquetes accionariales: el juego del Sevilla de Lopetegui, en particular sus problemas creativos en la fase ofensiva, ya que atrás es un seguro; y la Junta de Accionistas del próximo martes, tras el nuevo órdago de Del Nido, aliado con los Americanos, y la respuesta firme del grupo de Castro, tras su acuerdo con los Accionistas Unidos, el sevillismo de base, que votará más contra unos que a favor de otros, en un gesto de lo más sevillista...

Todo eso se pondrá sobre el tapete a las dos de la tarde, con máximas que rondarán los 30 grados y que invitarán a los aficionados a dar buena cuenta del refresco y el bocata a la sombra de las galerías de un estadio que ambos frentes accionariales han prometido dejar en el olvido para levantar otro. El estadio, la cantada bombonera, como arma arrojadiza... Y sobre las viejas gradas, un sevillismo que no termina de creerse lo que ve, tanto en lo futbolístico como en lo accionarial.

El debate es doble, en esa doble vertiente que quizá sea hija de la recurrente exigencia que se autoimpone un sevillismo nunca satisfecho, siempre inquieto y con gesto agrio. Es su forma de ser. Y la demuestra de forma apasionada cuando le tocan los costaditos, tanto para animar a su equipo como para poner los puntos sobre las íes. A ver qué dice hoy el sevillismo inquieto que lo mira todo con lupa.

De trasfondo, pues un partido más de la Liga, ese campeonato que con retranca dijo Lopera tras su visita al Gran Poder que es más endeble que otros años mientras que Lopetegui lo elogia continuamente al referirse a cada uno de los rivales que va tocándole en liza a su equipo. Y hoy toca el Levante, que anda con problemas en la faceta ofensiva, más o menos como el Sevilla esté o no esté En-Nesyri. Lleva varios partidos sin marcar el conjunto granota y en el debut de su nuevo técnico, Javi Pereira, no rompió la mala racha. Enfrente, el Sevilla de Lopetegui, el equipo que gana, o no pierde, y aburre, el del club del debate constante.

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