Los resultados del Sevilla-Leganés

Si ésta era la mejor plantilla de la Liga... (0-3)

  • El Sevilla se hunde definitivamente con una actuación lamentable ante el Leganés que desnuda la planificación de Caparrós.

  • Los sevillistas, con un once muy bajito, fueron un verdadero pelele en manos del rival 

Braithwaite presiona a Marko Rog.

Braithwaite presiona a Marko Rog. / Antonio Pizarro (Sevilla)

Desastre del Sevilla en el epílogo de una temporada en la que lo mejor que se puede decir en clave nervionense es que ya sólo restan dos jornadas para su conclusión. El equipo de Joaquín Caparrós, la mejor plantilla de la Liga según el entrenador utrerano dicho no una sino un montón de veces cuando Pablo Machín era el técnico de los sevillistas, pareció un pelele en manos de un Leganés al que le bastó con tener orden... y físico. Porque el Sevilla no tuvo fútbol, tampoco posicionamiento táctico e incluso le faltó la estatura mínima que se necesita para jugar en Primera División. Claro que Messi es el más bajito de todos, igual que Xavi, incluso Banega, pero a ésos les brota al fútbol por sus botas, cosa que no sucedía con Roque Mesa, Rog y compañía.        
El hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. La frase de Aristóteles define de manera perfecta a los diferentes pronunciamientos de Caparrós cuando intentaba meterle una presión innecesaria a Machín durante la etapa del soriano como entrenador. El utrerano dijo una y otra vez que ésta era la mejor plantilla de la Liga, algo que con él en el banquillo no se sabe si seguirá pensando lo mismo. Claro que se trata de una frase absurda, innecesaria incluso, sobre todo cuando un tal Messi juega en un equipo del mismo campeonato, pero fueron tantas veces las que la repitió que sólo puede convertirse en un boomerang con el paso del tiempo. 
Sobre todo porque quien es el encargado de sacarle el máximo rendimiento a esos que integraban el mejor elenco de futbolistas del torneo es el propio técnico utrerano. Y no, claro que no era la más capacitada y eso quedó en evidencia, de nuevo, con el ridículo protagonizado por el Sevilla ante un Leganés al que le bastó con tener orden y físico para empequeñecer a los nervionenses hasta límites insospechados. Y ese aspecto, el del tamaño de los futbolistas, también merece un párrafo específico en el análisis de la cacareada mejor plantilla de la Liga. Caparrós sacó del equipo al Mudo Vázquez, no metió desde el principio a Gonalons y el resultado fue un once con Sergi Gómez como futbolista de campo más alto, con 1,85, y unos pocos de elementos en torno al 1,70. En el Leganés, por el contrario, sólo dos de sus once titulares estaban en esa franja mínima para practicar este deporte con cierta solvencia mientras que tanto Siovas como Mikel Vesga sobrepasan el 1,90 y En-Nesyri se acerca mucho a ese listón.
Los once a diferentes alturas. Los once a diferentes alturas.

Los once a diferentes alturas.

Por supuesto que el fútbol no es el baloncesto y, por tanto, la estatura no es lo único trascendente a la hora de la evaluación previa de los elementos con los que se afronta un litigio deportivo, pero lo que se vio en el arranque del partido era lo más parecido a un choque en el que se cruzan un equipo de juveniles de tercer año con otro que acaba de salir del cascarón de los cadetes. La diferencia en las disputas, en los conceptos, en todo, era siempre favorable a los visitantes, mientras los locales corrían como pollos sin cabeza en busca de balones a los que nunca llegaban.
Ya fue sumamente extraño que el Leganés no se pusiera por delante en el primer saque de esquina del que dispuso, dado que Braithwaite se quedó completamente en solitario delante de Vaclik después de que uno de sus compañeros le diera la pelota con un cabezazo previo. El danés remató alto con todo a su favor y después le pitaron fuera de juego, pero de haber marcado el VAR lo habría corregido todo por la legalidad de su posición.
El Sevilla había recibido un aviso serio, pero con Rog y Roque Mesa en la sala de mandos era diáfano que éstos iban a seguir llegando hasta que se consumara su debacle. Y llegó bien prontito. Promes trató de buscar a sus compañeros por el centro y éstos, en lugar de ofrecerse, estaban absolutamente descolocados. La irresponsabilidad del holandés fue rifar la pelota y a partir de ahí el desorden fue caótico. Gol de En-Nesyri con todas las facilidades y el hundimiento se comenzaba a fraguar.
Pero no se iba a quedar ahí la cosa, el Sevilla, en lugar de reaccionar, seguía siendo un verdadero desastre y a los 20 minutos recibía el segundo en un simple saque de banda lateral. Escudero lo desviaba en el primer palo, sin poder imponerse, cosas de la estatura, y Braithwaite recibía con todas las comodidades en el segundo para sentenciar el litigio por la vía de urgencia.
El resto ya se iba a convertir en el tradicional quiero y no puedo fruto de la impotencia más absoluta tanto de los once que vestían de blanco como de los integrantes del cuerpo técnico al completo, encabezado por Caparrós y completado por Gallardo y Marchena, los encargados de la confección de la mejor plantilla de la Liga, además de Antonio Álvarez, éste el convidado de piedra en semejante desaguisado. Pero si se sigue con el relato de los hechos ya pudo rematar la faena Óscar Rodríguez antes de que todos señalaran a Roque Mesa como uno de los males, aunque tal vez hubiera sido necesario darle la vuelta como un calcetín no ya al planteamiento del partido sino de toda la temporada entera.
Sin embargo, el Sevilla y, sobre todo, los sevillistas tenían que seguir pasando la vergüenza de verse desbordados por un Leganés infinitamente mejor trabajado. La siguiente solución de Caparrós y de sus ayudantes fue la salida de Promes para meter a Franco Vázquez y el Sevilla sí mostró algo de orgullo a pesar de que Juanfran pudo destrozarlo en los albores del segundo periodo. Después ya llegaría el último de Óscar Rodríguez para ponerle el punto final a una noche terrible para la mejor plantilla de la Liga, insisto siempre según Joaquín Caparrós Camino. Aristóteles no llegó ni a imaginar el fútbol, pero cuánta razón tenía con las palabras y los silencios...

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