El reto de Lopetegui: la renovación del ideario

Sevilla FC

El debut en la Champions avisa al Sevilla sobre la caducidad de su idea de fútbol-control, archiconocido, con futbolistas que echaron en falta el ritmo competitivo

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Lopetegui se dirige a Kulbakov ante Delaney y Montiel al término del Sevilla-Salzburgo.
Lopetegui se dirige a Kulbakov ante Delaney y Montiel al término del Sevilla-Salzburgo. / Antonio Pizarro

El Sevilla es uno de los equipos españoles que mejor se ha reforzado gracias a su política de hormiguita y a la gestión de Monchi y su departamento de fútbol. La ejemplar forma en la que el club y su dirección deportiva han campeado el temporal del mercado estival más rácano, complejo y austero que se recuerda ha sido objeto de todo tipo de elogios. Y la propia entidad ha presumido de ello, gracias a ese esfuerzo y a esa gestión encomiables en tiempos de mohína que, afortunadamente, parecen dar paso a la normalidad. La plantilla sevillista tiene ahora más fondo de armario, usando la metáfora más habitual para describir las opciones que tiene a mano el entrenador a la hora de elegir a sus piezas.

Con dos futbolistas por puesto en un plantel de 24 jugadores –22 en la Champions por la única representación canterana de Jesús Navas– y una competitividad interna garantizada a priori, ya sólo queda que el rendimiento ratifique ese buen trabajo. Sin embargo, en el primer partido de nivel el Sevilla de Julen Lopetegui también ha mostrado su reincidencia en un problema que ya le dio disgustos la temporada pasada.

El Salzburgo se presentó en Nervión con una plantilla que no supera los 23 años de media –la del Sevilla es de 28– y futbolistas juveniles en el campo, de similar edad que los que horas antes habían jugado la Youth League. Y enfrente se encontró a un equipo de veteranos de mil batallas, al que dio un soberano repaso táctico y técnico que no terminó en escarnio precisamente por la inexperiencia y la candidez del rival. El análisis simplista y acomodaticio podría quedarse en el rigorismo dispar y asombroso de Aleksei Kulbakov.

Pero no fueron sólo los tres penaltis que decretó a favor de los austríacos en apenas media hora. Bono tuvo que emplearse a fondo para evitar un disgusto mayor. Y, sobre todo, la forma en la que el Sevilla tardó más de una hora en cogerle el pulso al partido debe hacer meditar a Lopetegui, que se perdió en guerras absurdas con el árbitro, al que abordó tras el encuentro, cuando ya nada tenía remedio.

El partido fue casi un calco al que supuso la eliminación de la Champions ante el Borussia Dortmund la temporada pasada. Lopetegui sacó a su vieja guardia, sin ningún refuerzo de los elogiados fichajes en el once. Y ésta comenzó el partido siendo fiel a un estilo ya archiconocido y estudiado por los rivales que casi logra ponerse por delante en el marcador para encauzar el partido para jugar a que no pasen muchas cosas, como sucedió en la ida de los octavos de final de la pasada Liga de Campeones. Pero luego ocurrió lo mismo: manoseo en la salida del balón, pérdidas ante la presión determinada y valiente del rival, incapacidad para frenar las rápidas transiciones, un mediocampo absolutamente desbordado y un ataque aislado y desasistido.

La única diferencia fue que el Salzburgo no contó con una furia desatada e inclemente como Haaland y por ahí se libró el equipo de Lopetegui del escarnio. Pero el aviso está claro.

Curiosamente, el guipuzcoano se quejó en la previa de que únicamente desde el sábado ha podido entrenar con toda su plantilla actual de forma conjunta, por lesiones, por las salidas y entradas del mercado y por las ausencias de los internacionales. Sin embargo, sí puso sobre el terreno de juego a varios de los que estuvieron ausentes en el parón y en cambio no se atrevió a darles la titularidad a algunos de los fichajes que sí estuvieron a sus órdenes durante un receso ampliado por el aplazamiento del Sevilla-Barcelona. Hete aquí otro factor: el Salzburgo tiene un elevado ritmo competitivo porque el sábado jugó el séptimo partido de la Bundesliga austríaca y los veteranos sevillistas parecían estar en pretemporada.

Hasta que Lopetegui no varió el guión inicial desde el descanso con los cambios, hasta que Lamela no se saltó el corsé táctico en el que estaba metido el Sevilla, no se enderezó el rumbo del encuentro, que incluso pudo decantar de su lado finalmente. El guipuzcoano, generalmente conservador, optó por los galones, por su equipo y su idea base. Pero está obligado a reinventarse, a renovarse. Y mimbres le han dado para ello.

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